Por Manuel Isidro Molina
En torno al comando de campaña de Henrique Capriles Radonski, candidato presidencial de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), existe una cierta euforia triunfalista, dando como buena la versión según la cual “Capriles está a cuatro o seis puntos de Chávez”. Incluso refieren que el propio aspirante presidencial opositor confía en la positiva evolución de sus esfuerzos proselitistas, casa por casa, en diversas regiones de Venezuela. Dicen que puede ganarle el próximo 7 de octubre, al candidato reeleccionista.
Difícilmente, Capriles pueda derrotar a Chávez. Los antecedentes electorales de 1998, 2000 y 2006 así lo indican, por si no bastaran las más recientes encuestas conocidas: En los extremos, Consultores 30.11 le asigna en intención de voto al actual mandatario 57% y al aspirante de la MUD,  27,4% (29.6 puntos de diferencia), y Consultores 21 describe una matriz 50,7% a 45,1% (5,6 puntos).
Datanálisis le asigna a Chávez una intención de voto de 44% contra  31% para Capriles (13 puntos de diferencia); Hinterlaces lo eleva a 52% contra 34% (18 puntos); mientras que la encuesta de IVAD (Instituto Venezolano de Análisis de Datos) arrojó 56,5% a favor de Chávez, y 26,6% para Capriles (29,9 puntos). Por supuesto, el gobierno está de fiesta y esa caja de propaganda que llaman Venezolana de Televisión (VTV) no para los descarados cuñeros pro gubernamentales.
Elecciones anteriores
Objetivamente, la candidatura de Capriles no termina de cuajar como poderosa opción electoral que ponga en riesgo la permanencia de Hugo Chávez en Miraflores. Y la historia que estamos por presenciar en apenas seis meses, puede ser similar a las registradas en 1998, 2000 y 2006. Comparativamente, son los únicos antecedentes válidos para lo que viene el 7 de octubre de este año. Mal pueden considerarse, para estos efectos, las elecciones parlamentarias de 2010 o cualquier otro evento electoral no presidencial.
Los comicios presidenciales son –en todo el mundo- los de mayor arrastre y participación; y sin embargo, la abstención ha variado entre 43,69% en los del 30 de julio de 2000, y 25,3% en los del 3 de diciembre de 2006; en 1998, fue de 36,55%, siempre según cifras oficiales del Consejo Nacional Electoral (www.cne.gob.ve).
Siguiendo esos resultados oficiales históricos, tenemos que en 1998, Hugo Chávez ganó con 3.673.685 votos frente a 2.613.161 votos de Henrique Salas Römer, para una matriz porcentual de 56,20% contra 39,97%.
En 2000, Chávez triunfó con 59,76% (3.757.773 votos) frente a su “hermano” Francisco Arias Cárdenas favorecido por el 37,52% (2.554.283 votos).
Manuel Rosales, en 2006, obtuvo el mayor número de votos, 4.292.466, pero su porcentaje fue 36,9%, menor que el 39,97% de Salas en 1998. Chávez lo derrotó con 62,84% (7.309.080 votos).
La media histórica
Porcentualmente, según los datos anteriores, la media histórica de los triunfos presidenciales de Hugo Chávez, es 59,60%; y la de los candidatos más importantes opuestos a él, es 38,13%, cuya variación significativa para las presidenciales del 7-O es poco probable, a mi juicio; y mucho menos factible sería una inversión decisiva que echara del palacio presidencial al actual Jefe de Estado.
Así mismo, es poco probable que la abstención, el 7-O, sea inferior al 25,3% de 2006 o superior al 43,69% de 2000. La media histórica es 35,18%, y en torno a ella se moverá la de este año.
Estas referencias históricas son útiles, seguramente indispensables, a la hora del análisis prospectivo hacia las elecciones presidenciales que tendremos en seis meses. Sobre todo, porque los alineamientos político-electorales de la población venezolana no han variado significativamente, entre 1998 y 2012, a favor y en contra del liderazgo de Hugo Chávez. Y eso cuenta, más de lo que algunos imaginan, a pesar de los altibajos registrados entre el último trimestre de 2001 y el referendo revocatorio presidencial de 2004, con los picos que llevaron al golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y al paro “petrolero” (en realidad fue político, empresarial y petrolero con apoyo internacional) de diciembre de 2002 a febrero de 2003.
Hipótesis
Una hipótesis a considerar es que la fuerza del liderazgo de Chávez es tan poderosa, que no importa si los candidatos que se le oponen son iguales o similares a Henrique Salas Römer, Francisco Arias Cárdenas, Manuel Rosales o Henrique Capriles Radonski, en realidad muy disímiles entre ellos, considerados en sus trayectorias y pensamientos, aunque Salas y Capriles parecieran cerrar el círculo de predominio de la tendencia neoliberal alineada con las políticas estadounidense y occidental-europea, estrecha y peligrosamente unidas económica, militar e ideológicamente, fundidas en una sola con aliento neocolonial, bajo los designios del eje EEUU-Gran Bretaña-Israel.
Para los partidarios del gobierno, la candidatura de Chávez –como tanto lo han reiterado- es indispensable e irreemplazable en el corto plazo. No está prevista (ni es deseada) su sustitución, a pesar de su grave dolencia cancerígena, que, por cierto, ha levantado afiebrados cálculos políticos en algunos sectores opositores nacionales y en círculos de la ultraderecha continental y europea, aliados naturales de la candidatura Capriles y la MUD, en tanto alianza política antichavista.
Dos polos
Malo o bueno para Venezuela, la polarización política es un hecho incontrastable. Ambos comandos lo saben, igual que los respectivos aliados internacionales. En el corto plazo, no existen otros espacios significativos. Las envergaduras de ambas tendencias trituran cualquier otra opción, por lo que su mineralización puede generar un margen de abstención por encima de la media histórica (35,18%), que posiblemente favorecería (no en votos, pero sí porcentualmente) al campo oficialista.
El principal riesgo de la candidatura Capriles es que resulte incapaz de convocar a toda la (primera) minoría opositora, generando una fuga hacia la abstención por insatisfacción o desencanto. Difícilmente, esa migración pudiera ir a la votación de Chávez, pero porcentualmente la fortalecería. Y eso, el gobierno lo sabe, por lo que no cesa su campaña de desprestigio individual del candidato de la MUD, estimulando además las intrigas entre los disímiles factores que integran la alianza opositora, especialmente los anarquizados y más radicalizados: anticomunistas rabiosos, pro-estadounidenses militantes, “uribistas” violentistas  y neoliberales ortodoxos. Esos factores centrífugos son un dolor de cabeza para Capriles: ¿cómo gobernarlos, sin la suficiente ascendencia sobre ellos?
Así como no hubo “sorpresas” durante el desenlace del 12 de febrero, en las elecciones primarias de la MUD, tampoco las habrá el 7-O. La única incógnita que puede atraer a los analistas y al público interesado es la magnitud de la diferencia cuantitativa y porcentual entre Hugo Chávez Frías y Henrique Capriles Radonski. Pero, a mi juicio, la media porcentual histórica se mantendrá sin mayores variaciones.

EL CONFESIONARIO

·        ¿QUIÉN MANDÓ A MATAR A JESÚS AGUILARTE? A una semana del brutal intento de homicidio contra el ex gobernador del estado Apure, Jesús Aguilarte Gámez, el país expectante aspira que las autoridades lleguen hasta quienes contrataron o enviaron a los asesinos, supuestamente desde San Fernando de Apure a Maracay, capital del estado Aragua. Humanamente, es lamentable el estado crítico en que se encuentra la víctima: Nadie en sano juicio puede menos que condenar tan abominable acontecimiento, desde todo punto de vista.
·        UNA INVESTIGACIÓN PROFESIONAL llevaría directamente a los verdaderos victimarios. Más, cuando los presuntos autores materiales y sus cooperadores, cinco en total, hasta ahora, ya fueron detenidos y permanecen bajo protección de las autoridades. El sicariato ha cogido fuelle durante el largo mandato del presidente Hugo Chávez, cuyo balance en materia de delincuencia asesina e inseguridad generalizada es simplemente un rotundo fracaso, a pesar de los insuficientes esfuerzos que el gobierno viene haciendo desde hace apenas unos dos o tres años.
·        DESDE APURE llegan diversas y hasta alocadas versiones o “hipótesis” sobre el furioso ataque contra Aguilarte. No opino al respecto, aunque suficientes y conocidos antecedentes delictivos existen entre los actores políticos, “empresariales” y gubernamentales del mencionado estado llanero. ¿Llegará el largo brazo de la justicia, hasta los verdaderos asesinos frustrados de JAG? Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de la República, y Tarek El Aissami, ministro de Interior y Justicia, tienen la palabra.
·        EL JUEZ WALTER GAVIDIA FLORES, al frente del Tribunal Noveno de Juicio del Área Metropolitana de Caracas, ya ha negado dos recursos presentados por mis defensores en el juicio iniciado en mi contra por acusación privada del concejal (UPV-PSUV) Humberto Berroterán, por presunta “difamación”. Primero fue la petición de nulidad del poder dado por el querellante a sus abogados, pues se requiere uno “especial”, y el otorgado es general; y el segundo, declaración de “abandono” por inactividad de la parte acusadora durante más de veinte días hábiles. Ambas peticiones son jurídicamente “impecables” -según mis defensores Omar Estacio, José Fernando Núñez y Antonio Sierraalta, así como en criterio de varios penalistas amigos consultados en conversaciones informales sobre el juicio-, pero el juez (amigo del querellante) las consideró inviables jurídicamente, decisiones que están siendo apeladas por mis abogados. Adicionalmente, la recusación del Juez, presentada por nosotros, también fue desestimada. “¡Palo y palo!”, como dicen los abogados. ¿Adónde y cómo quieren llegar?

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@manuelisidro21

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