El secuestro y robo se han multiplicado en los últimos dos años en la UCV.
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Por Oscar González Grande
La violencia históricamente, y lastimosamente, ha estado presente en la UCV. No obstante, lo que nunca había ocurrido y se ha multiplicado en los últimos dos años es la presencia del crimen organizado en el campus. Lo más impresionante e irónico es que las autoridades –rectora, vicerrectores, secretario, decanos y directores- se mantuvieron en sepulcral silencio hasta el asesinato de Trejo. La representación estudiantil, lo mismo. Y ni hablar de la Dirección de Seguridad.
Sin embargo, la inmediatez noticiosa de los medios de comunicación nos quiere hacer pensar que por estos días lo importante en el seno ucevista es la suspensión de las elecciones de decanos por decisión del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Ya las facciones políticas internas -estudiantiles y profesorales- han manifestado sus disonantes posiciones en prensa, radio, televisión e internet, para convertir las diferencias electorales en el principal tema universitario.
A la par, la otra noticia que envuelve al recinto diseñado por Villanueva es la privación de libertad dictada –pocos días atrás- por la justicia penal y consecuente reclusión en el Internado Judicial El Rodeo I, de los cuatro sujetos que el pasado 12 de mayo ingresaron a un salón de clases, a plena luz del día, en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas para asaltar a quince estudiantes y un profesor.
Tal información puede producir en la opinión pública cierta sensación de seguridad y cumplimiento de la justicia. Y si le sumamos la entrega de las veintidós motos y cuarenta radios por parte del Ministerio de Interior y Justicia a la Seguridad Interna de la UCV, dimos con el bálsamo, “Santo Remedio”.
Craso error. Las autoridades rectorales y la cadena administrativa que les (per)sigue, el Cuerpo de Vigilancia, la representación estudiantil y los factores endógenos que siguen las directrices político-partidistas externas a la Ciudad Universitaria: vuelven a respirar ante semejante escenario. Frotan con sus manos -como Aladino a la lámpara- la mampara mediática, puesto que el trasfondo que les puso en vilo, el asesinato del compañero Pedro Trejo, es desplazado por otro robo en el que sus responsables ya han sido aprehendidos. Hemos de dar gracias por el milagro, pues lo que debería ser la actuación común de la justicia venezolana es un evento inusual que nos impresiona.
Eso en cuanto al tema de la inseguridad, un alivio tan falso como un dólar ruso. Era el aire que necesitaban estos aladines. Y nada mejor que una coyuntura judicial para regresar a la práctica del enfrentamiento político mediático. En la academia se sabía que existía la posibilidad real de que el TSJ se pronunciara por estas fechas para suspender las próximas elecciones de decanos, como efectivamente lo hizo.
CAMINE POR LA SOMBRITA
Quienes transitamos por los pasillos de la “casa que vence la sombra”, según reza su himno, sabemos que los intereses particulares por pequeñas o grandes cuotas de poder le enseñan una imagen distorsionada al país de lo que en realidad acontece en la UCV, ahora mismo: la máxima casa de ex-tudio. La sombra venció a la casa desde hace décadas, en la actualidad quienes hacen vida en la Ciudad Universitaria se acostumbraron a caminar entre esa oscuridad.
La muerte, a manos de criminales, del joven Pedro Trejo el pasado 29 de abril no es un hecho fortuito. A dolor de todos los ucevistas, es algo que se temía llegara a ocurrir pero que la comunidad universitaria no fue capaz de evitar. No habrá forma de explicar por qué le tocó a Trejo y no a otro(a). La hora le puede llegar, por igual, a quien vive en una burbuja de cristal dentro del campus o responde a los mandamientos de una política-partidista (externa e interna) que nunca ha dejado de confabular dentro de la universidad.
En el imaginario colectivo de la universidad, son famosas las historias de palizas y ensañamientos por parte de la vigilancia hacia estudiantes o visitantes en las inmediaciones de Sierra Maestra. El 25 de enero del 2005 se presentó un evento indignante en la plaza Jorge Rodríguez, conocida por muchos como “Tierra de Nadie”, donde un joven fue agredido por un grupo de la seguridad interna que lo fustigó y llevó a Sierra Maestra. Al día siguiente, apareció el cuerpo sin vida del muchacho y el informe médico forense reveló un politraumatismo generalizado en la zona craneal. Este hecho fue rechazado por sectores estudiantiles que se dieron a la tarea de repartir volantes con la información, pero hasta ahí llegó el repudio.

CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA

El 24 de septiembre de 2009, el estudiante de la Escuela de Comunicación Social (ECS) y dirigente estudiantil, Carlos Julio Rojas, cerca de la Plaza del Rectorado fue herido de bala en un brazo con motivo de un “secuestro express” frustrado. Así lo hizo saber, el 29 de abril, por un comentario en su cuenta de “Twitter” (@CarlosJRojas13) con motivo de la tragedia vivida por Pedro Trejo en la zona conocida como Trasbordo. Rojas no dudó en señalar tras la antigua denuncia de su caso: “el gobierno nos ignoró miren el resultado”.
Seis meses después de lo acontecido con Rojas, el 4 de marzo del 2010, cuatro estudiantes regulares del turno nocturno de la ECS, Víctor Colmenares, Andrés Mújica, Alejandro Rodríguez y Oscar González, fueron robados luego de una reunión con un profesor en horario de clases. Puedo hablar con propiedad porque uno de esos cuatro estudiantes era yo.
Tras dar pocos pasos al salir de la escuela y ya dentro del carro de un compañero que me iba a dar la cola, esto a menos de cincuenta metros de la ECS, fuimos interceptados por dos maleantes apuntándonos con sus pistolas a cierta distancia hasta acercarse a Andrés (piloto) y a mí (copiloto) para colocarnos sus armas en la cabeza. Ahí fue que nos percatamos que el robo no era con nosotros, sino que habíamos transitado por el lugar menos indicado en el peor momento.

CASI UNA TRAGEDIA MÚLTIPLE
Previo a que los maleantes nos abordaran, tenían sometidos a Alejandro y Víctor para arrebatarle la camioneta al último. Todo en cuestión de segundos, aún me costaba digerir que nos encañonaban a la sien unos chamitos. Víctor y Alejandro, a un costado, estaban sentados sobre la grama al frente de la cancha de fútbol sala, ambos con la cabeza gacha, puesto que otro delincuente desde la camioneta les apuntaba hacia sus espaldas.
El resultado: le quitaron la camioneta a Víctor, se llevaron el vehículo de su familia, parte de su patrimonio que tantos años de trabajo, esfuerzo y ahorro le costó. No se puede dejar de decir que en menos de un minuto, desde el instante en que los asaltantes arrancaron con la camioneta, avisamos a los vigilantes. En el acto radiaron todas las salidas de la universidad, era humana y temporalmente imposible que ese vehículo saliera del recinto universitario en tan poco tiempo. A los meses apareció desvalijado fuera de la UCV.
Se trata de un hecho que causa suspicacia. Reconozco la labor de un grupo de vigilantes que desempañan a cabalidad su ardua labor. Ese 4 de marzo del 2010, parte de ese grupo, nos brindó un apoyo solidario, no desmayaron en recorrer la Ciudad Universitaria en busca de la camioneta. Sin embargo, se ha de señalar que hay otros miembros de la vigilancia que no cumplen con tal labor. Esa camioneta no salió por alguno de los accesos a la universidad gracias a un acto del mago “Mandrake”. Uno o varios vigilantes custodiaban esos puntos de entrada y salida, era -o debió ser- de su conocimiento lo que ocurría. Contaban con la información completa del vehículo -color, año y número de placa-, de nada sirvió.

INSEGURIDAD Y CRIMINALIDAD
Casi dos semanas después, el martes 16 de marzo del 2010, también en horas de la noche y en el mismo lugar, Víctor Colmenares se dio cuenta que un compañero de antropología era amordazado por unos antisociales que pretendían despojarle de su camioneta y secuestrarlo. Colmenares alertó a Vigilancia y a un buen grupo de estudiantes que en la ECS disfrutaban de una actividad cultural cinematográfica al aire libre. Los miembros de la seguridad interna actuaron con celeridad, junto con el excelente comportamiento de los estudiantes ahí presentes, en esa ocasión se logró frustrar el robo y al compañero de antropología no le ocurrió nada.
Esa misma noche del 16 de marzo del 2010, hecho que se debe repudiar, unos vándalos ingresaron a la UCV donde causaron daños a la infraestructura de la universidad y terminaron por incendiar el Edificio del Rectorado. Tardó pocos minutos en aparecer la rectora, Cecilia García Arocha, por televisión denunciando estos hechos. Cosa que es lógica, pero lo que deja mucho que desear es que sólo era de total atención, para García Arocha, el daño a los inmuebles. Jamás se debe aplaudir ni tolerar la barbarie, pero lo inadmisible es que la rectora de la que se considera la máxima casa de ex-tudio del país, García Arocha, le diera preponderancia a un objeto material inanimado por encima de la condición humana. Por tal motivo, el miércoles 17 de marzo de 2010, decidimos un grupo de no menos cincuenta estudiantes tomar el Consejo de Escuela de la ECS.

EL CRIMEN NO PARPADEÓ
Las autoridades de la ECS, representada por el director, Miguel Ángel Latouche, y los miembros del Consejo de Escuela, alegaron no estar en capacidad de enfrentar esos sucesos. Táctica para desconocer su responsabilidad inmediata en la busca de soluciones, pues los hechos acontecieron en esa escuela y afectaron a miembros de su comunidad, por lo que alentaron al estudiantado a trascender de las fronteras de la escuela hacia el Decanato, Cuerpo de Vigilancia y Rectorado. También fueron tristes las acciones de algunos profesores, al pretender burlarse de un suceso tan significativo como el que nos hayan apuntado con una pistola a la cabeza. A la mañana posterior, cayendo en la pantomima de las autoridades, se generó una marcha estudiantil hasta la Dirección de Seguridad, donde se entregó un documento. Una puesta en escena que no trascendió del mero protocolo.
La noche del 2 de noviembre del 2010, una compañera de la ECS, Daylins García, al salir de clases se encontró con que su carro había sido hurtado. Las alarmas se encendieron de nuevo sobre la delincuencia que hacía desmanes en la ECS, dependencia de la Facultad de Humanidades y Educación (FHyE) en la que el decano, Piero Lo Mónaco, bajo ningún concepto hizo acto de presencia en la escuela para abordar el problema de la inseguridad junto con los estudiantes.

HAMPA MÁTER
La rectora Cecilia García Arocha prefirió salir a cada rato en los medios para hablar de la quema de un edificio. También izó como bandera mediática la volatilidad de la Autonomía Universitaria por la aprobación de la LEU, en ese caso, pero ¿por qué no denunció y sancionó la violación de la Autonomía Universitaria por parte de los vándalos de la barra del equipo Caracas Fútbol Club, que en repetidas ocasiones ingresó al campus a crear desmanes y tras de ellos guardias o policías? Asimismo, no dudó en postularse -ante las cámaras- como mediadora en el conflicto de unos jóvenes universitarios huelguistas que reclamaban por recursos materiales, pero que no pensaron en coserse los labios por el asesinato de Trejo.
 
Silencio sepulcral 
 
En la mañana del 3 de noviembre de 2010, por medio del Twitter y la cuenta de un colectivo creativo audiovisual al que pertenezco y que por años desarrolló actividades extra-cátedras en la ECS, “The Wannabista Social Crew” (@theWSC), decidí increpar a la rectora que sólo se había dedicado, al igual que en el presente, a robar cámara en los canales de televisión venezolanos.
Fueron varios los “tweets” –término para definir el mensaje que se transmite en el “Twitter”, disculpen la aclaración quienes ya lo sabían- que le escribí a García Arocha (@ceciliagarcia53) y a las autoridades de la ECS (@ECSUCV). La rectora me respondió sólo una vez, luego no supo que decir. A las 8:16 am, empecé: “esa es la @ECSUCV y la magnanimidad de sus autoridades junto con @ceciliagarcia53, viven para los medios. Mientras q al estudiante lo roban”. Continué con más palabras, cito otro “tweet”: “las autoridades de la @ECSUCV y @ceciliagarcia53, son una mofa. ¿Quieren que maten a un estudiante para que la inseguridad sea atacada?”.
La única repuesta de la rectora -incluyo errores gramaticales para citar más que textual- se dio a las 8:28 pm:

 

por favor se vpnota que usted no tiene no idea de lo que habla. Falta de respeto”. Para hacer saber a la alteza rectoral de que sí sabía perfectamente de lo que hablaba, no reparé a la hora de responderle: “sabemos de qué hablamos. En marzo nos colocaron pistolas en nuestras cabezas, y no de agua, para robarnos dentro de la UCV” (11:50 pm); “ayudamos a evitar un secuestro y robo de un compañero de antropología junto con varios compañeros y compañeras de la ECS” (11:52 pm).
Información que le presté a Cecilia García Arocha para evidenciar su alto nivel despótico ante la exigencia estudiantil. No dejé de dirigirme hacia ella: “dónde estaba usted en esos eventos y en las denuncias qué hicimos? Será que no sabemos de qué hablamos?” (11:53 pm); “entonces, será que no sabemos de qué hablamos? Usted y demás autoridades salen en los medios para hablar de cualquier cosa” (11:58 pm); y el último, ya 4 de noviembre del 2010 a las 12:04 am, ante el acto de avestruz de Arocha –sí, ese de meter la cabeza en el suelo- no pude evitar recordar las palabras de Alejandro Rodríguez: “hablamos de nuestra realidad como estudiantes. Ergo, ¿esperan a que el hampa mate a un@ de para actuar?”.
Silencio sepulcral. La rectora Cecilia García Arocha ya estaba al tanto, al igual que la Dirección de Seguridad, de la oleada criminal tan fuerte que se presentaba en la UCV, sin embargo, sellaron sus bocas. Lo mismo con los profesores y autoridades de la ECS. Pero, Arocha y la ECS volvieron a aparecer, infelizmente, un mes después.

Redes sociales en acción
 
El 7 de diciembre de 2010 a las 8:14 pm el Centro de Estudiantes de la ECS, a través de su cuenta en “Twitter” (@ceecsucv), hizo público un nuevo asalto: “inseguridad sigue azotando a la ECS, acaban de robar a tres compañeras en las escaleras de la Entrada de Antropología”. Diez minutos después insiste el centro de estudiantes: “3 compañeras de la ECS acaban de ser asaltadas en las escaleras de la Escuela de Antropología con arma de fuego”.
Esa noche otra compañera tomó el testigo de dirigirse a García Arocha, le recriminó por Twitter que el tema de la inseguridad y la violencia en la UCV es competencia de las autoridades. Arocha le respondió con una perla: “No somos las Autoridades quienes no garantizamos la Seguridad es responsabilidad de la Dir. de SEG, darnos SEGURIDAD a TODOS”. Vaya respuesta.

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El autor es estudiante de la Escuela de Comunicación Social de la UCV

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