ACLARATORIAS
AL PAÍS SOBRE AFIRMACIONES FALACES
Pedro Carmona Estanga
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He sido fiel en tiempos de exilio a una actitud prudente y responsable, pese al lenguaje de descalificación permanente del Primer Mandatario de la Nación. Sé que existe una intención deliberada de engañar, tergiversar la historia y tenderme celadas, en las cuales no caeré, ni descenderé al terreno de los basureros. El país y el mundo lo saben: el estilo pugnaz del mandatario suele ser implacable con quienes no se encuentran en el escenario nacional ni pueden defenderse por falta de acceso a los medios, dada la hegemonía informativa del Estado o el silencio de los medios por temor a represalias.
No obstante, el día de ayer, 25 de febrero, el Presidente de la República hizo de nuevo afirmaciones en mi contra en rueda de prensa, que ameritan algunas aclaratorias, no a él, pues no rectificará jamás, sino al país que lo escuchó:
a) “Carmona es un golpista y un terrorista”. Mi trayectoria de vida ha sido guiada por principios y valores que constituyen mi principal capital, sin que ello pueda ser borrado con palabras ofensivas. Jamás podrán atribuirme un delito común, sino actuaciones políticas y una vocación indeclinable de servicio al país desde distintos ámbitos. Tengo convicciones democráticas arraigadas, aunque la historia me haya colocado en el ojo del huracán para tratar de salvar la democracia cuando era posible, abriendo un brevísimo período de facto y llamar al pueblo a un proceso electoral limpio, más rápido que el cumplido en Honduras, a fin de relegitimar los poderes y restablecer el orden democrático alterado. Como ser humano, no estoy exento de errores, pero no de falta de convicciones sobre el valor superlativo de la libertad, el pensamiento plural y la necesidad de garantizar procesos políticos incluyentes, que permitan la convivencia civilizada entre los venezolanos. Jamás he participado en rebeliones armadas, sólo en protestas cívicas contra una sistema que desde el 2001 asumía el control absolutista del poder, con los resultados que hoy sufrimos con tristeza. No me reúno con tiranos o terroristas. La conseja popular es sabia al afirmar: “Dime con quien andas y te diré quién eres”. En la relación del régimen con los líderes de Cuba, Irán, Siria, Bielorrusia, Zimbabwe, las FARC, o la admiración por El Chacal, Idi Amin u otros tiranos, está dicho todo. Por más que se proclame el 4F como “día de la dignidad”, esa fecha, el 27N, la masacre del 11A y tantos otros episodios, constituyen capítulos cruentos e ignominiosos de la historia, que no es posible ocultar pretendiendo reescribir la historia.
b) “Carmona no es un exiliado, sino un delincuente”. Mi asilo político es el más ajustado al Derecho Internacional de estos tiempos. Uno: el asilo diplomático en Caracas, por la falta de garantías al debido proceso y a la legítima defensa. Dos: la calificación del asilo decidida por parte del único actor al cual correspondía, el país asilante, tras conocerse que se me acusaba del presunto delito de “rebelión”, delito político por excelencia. Tres: el otorgamiento del salvoconducto que me permitió abandonar el país, firmado por el Presidente y Vicepresidente de la República, en forma rápida, tras un discurso a la nación en acto realizado en el Teatro Teresa Carreño el 28 de mayo de 2002; y cuatro: el perfeccionamiento del asilo territorial. Nunca he sido acusado por la Fiscalía del régimen de delito común alguno, sino de hechos políticos, para los cuales precisamente el Derecho Internacional consagra la institución sagrada del asilo, con una tradición emblemática en la región.
c) “Carmona goza de privilegios en el país de asilo”. Sólo uno, importante: la protección jurídica que concede la Convención sobre Asilo, y la imposibilidad de ser entregado o extraditado por razones políticas, conforme a los Tratados interamericanos vigentes y a la Constitución del país asilante.
d) “Se acusa al gobierno de Venezuela de amparar terroristas (FARC-ELN), pero en Colombia se encuentra Pedro Carmona”. Falaz manipulación para tratar de vincular asuntos totalmente ajenos. Una cosa es hablar de movimientos o personas involucradas en delitos atroces, masacres, narcotráfico o terrorismo, que han merecido la calificación de grupos terroristas por parte de países como la Unión Europea o Estados Unidos, y otra la situación de cualquiera que como consecuencia de actuaciones políticas, se encuentre legalmente amparado por el Derecho Internacional bajo la figura del asilo. ¿Puede alguien imaginar que el Presidente de la República me habría concedido el salvoconducto en mayo de 2002, si hubiese estado acusado de algún delito común o si como él ha manifestado, yo hubiese ordenado su asesinato, cosa que pese a lo fácil que habría resultado, jamás habría pasado por mi conciencia ni de los militares que lo tuvieron bajo custodia?
e) “Carmona tiene alianzas con empresarios que venden caro al país. Hay que limpiar esas redes de mafiosos y terroristas”. Lamento decepcionar al mandatario. En los ocho años de exilio, no he realizado negocios privados, ni tengo alianzas con empresario alguno, pues me he dedicado exclusivamente a actividades intelectuales y académicas. Yo no entrego al país, como ocurre con el injustificable regalo de cuantiosos recursos a otros países, mientras Venezuela sufre de inflación, inseguridad, colapso de los servicios públicos, desabastecimiento, y se destruye el aparato productivo en aras de la construcción de un Estado omnipotente y omnipresente. Si lo que se insinúa es la eventual reapertura del intercambio bilateral, introduciendo elementos ajenos con fines inconfensables, que así se diga. Pero basta de ofender la conciencia de personas honorables, virtud que parece escasear en la V República, para falsear las realidades con argumentos deleznables.
La democracia y el régimen de libertades regresarán más temprano que tarde a Venezuela. Ellos están arraigados en un pueblo que siente el valor de la libertad, y que comprende que una cosa fue la legalidad del régimen en sus inicios, y otra la obligación de la legitimidad en el desempeño, con sujeción al Estado de Derecho, atributo despreciado por el régimen. Vendrán los tiempos en que se vacíen las cárceles de presos políticos y retornen los exilados, para abrazarnos todos en un ambiente de reconciliación, y emprender la reconstrucción de una nación que quedará destruida por los odios sembrados, la corrupción, la intolerancia, la incapacidad, y por el apego a esquemas anacrónicos de pensamiento único y culto a la personalidad, que han fracasado a lo largo de la historia, entre otros por la utilización de la mentira y el engaño como arma principal de política.
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