Por Susana Fernández/Los Ángeles
Hija de actriz chilena, llegó a Estados Unidos de niña, pero con las ganas de comerse al mundo. Al principio lo pasó mal, pero tuvo el coraje necesario para buscarse las oportunidades. Su personaje Ziva David en la serie NCIS la tiene como el segundo rostro más popular de la TV estadounidense.
"Cuando uno le toma el gusto a la fama, es muy fácil perder el rumbo. Es un mundo que te puede confundir un montón. Te puede dar un complejo de reina", asegura Cote de Pablo.
Son las 10:26 de la mañana y una curvilínea silueta femenina acaba de bajarse de un Mercedes Benz gris plata, en la avenida Tujunga, muy cerca de los estudios Universal en Los Ángeles. Con un sutil movimiento, la mujer se arregla la parte de arriba de su atuendo. Programa su BlackBerry parada frente al parquímetro donde estacionó para que la alarma le avise cuando llegue la hora de echar monedas. No quiere acumular más infracciones. Camina por la acera como quien domina una pasarela: enterito estraples negro, mini falda con hebillas doradas, sandalias con tacones de varios centímetros color caramelo, sombrero de paja negro con una sinuosa ala que le cubre la cara, maxi bolso marrón con tachuelas. El pelo suelto, espeso, largo, sin procesar. Es Cote de Pablo (31), la actriz latinoamericana más exitosa en Hollywood.
La entrevista se hace en el Aroma Café, el favorito de Cote ubicado a menos de un kilómetro de su apartamento en Los Ángeles. No existe el servicio a la mesa. Hay que hacer una cola -que esta mañana sale hasta la calle- para elegir, pagar y llevarse un cartelito a la mesa con un número.
La actriz latinoamericana hace la fila como todos. Nadie la reconoce. Se acerca el turno de ella para su pedido y observa la vitrina que hoy ofrece croissants, pasteles en masa brioche, tostadas francesas, bagels, paninis, wafles, brownies, quiches y tortas. “Pero éstas no son como las de mi tierra. Aquí no tienen de milhojas”.
La mujer que la atiende tiene un corte de pelo tipo garçon. “Me gustaría tener el pelo como ella. Así me lo quiero cortar”, dice Cote mientras pide una ensalada de lechugas baby orgánicas con croquetas de queso de cabra y nueces caramelizadas, más un té de menta.
Como su personaje, Ziva David, tiene el pelo largo, Cote no puede cambiarse el look. Tendrá que esperar por lo menos dos años -acaba de renovar un millonario contrato con NCIS- si quiere tener un corte nuevo. Abre su billetera roja bordada que compró en el último viaje que hizo a Turquía junto a su madre y deja al descubierto su antigua licencia de conducir: "California", se observa en letras rojas, y también una foto donde ella sale con una melena rizada y sin una gota de maquillaje.
-Thank you so much. Have a good one!, dice Cote en un perfecto inglés. Pero camino a una mesa del patio interior se topa con dos albañiles que están remodelando el sitio y pasa el switche. Sabe que son latinos. Les habla en castellano para abrirse paso. Ambos se quedan boquiabiertos, en silencio, admirando sus largas piernas. Ella, acostumbrada, avanza como Pedro por su casa. Con arrojo. Sin pedir perdón ni permiso.
Pero no siempre fue así
De niña era tímida. Esa forma de ser fue su coraza para protegerse del cambio de país cuando tenía 10 años y su familia se instaló en Miami desde Chile. Cote de Pablo, que hasta entonces sólo conocía el Villa María, llevaba dos años viviendo en Estados Unidos, estaba en séptimo básico en la escuela pública Arvida Middle School y se había inscrito en un taller de teatro, cuando se subió por primera vez a un escenario siendo una niña de doce años. Lo primero que dijo sobre las tablas no tuvo guión previo ni ensayos ni audiciones. Simplemente, le salió del alma.
-¡Baaastard! Lo gritó tan fuerte que la profesora la agarró de una oreja, la retó y le dio una papeleta con una anotación negativa por la grosería que había dicho frente a sus compañeros. Ese día, con esa palabra, Cote hizo una catarsis emocional y supo que quería ser actriz. Si se había salido de libreto y había dicho "bastardo", un garabato, a todo pulmón, había sido por la rabia que tenía guardada contra sus compañeros de clase que la empujaban en los pasillos, le hacían bullying, le arruinaban el pelo.
-Cuando llegué a Estados Unidos tenía que sacar una personalidad. Si no lo hacía me iban a comer. Miami en esa época era una selva. A mí me empujaron por los pasillos, había negros gigantes que lo hacían.
La casa propia
Han pasado veinte años desde entonces y Cote ahora maneja su Mercedes Benz automático, con luces halógenos para moverse. Para conducir y llegar hasta Yoga Works, un sofisticado centro de yoga de paredes blancas y líneas simples ubicado en Larchmont Boulevard, al este de Hollywood, donde practica Vinyasa. En su auto también se desplaza para ir a la peluquería cuando tiene que teñirse. ¿Su salón? Batia & Aleeza, especializado en pelo crespo, y que queda en la 415 de North Camden Drive, pleno Beverly Hills. Un poco más allá está la recién inaugurada boutique de su diseñador favorito: Lanvin. Y si quiere comerse un sushi, toma su Mercedes y llega hasta Little Tokio.
-En Los Ángeles, para ir a cualquier parte tienes que calcular media hora, explica.
En su auto, en los asientos traseros, hay un puñado de revistas de decoración y varios planos blancos enrollados con las medidas hechas a escala, de su casa, ésa que está remodelando en Hollywood Hills. Es una casa de 1962, una vivienda "mid century", como dice. Una casa larga, cuadrada, con forma de L, piscina, patio enorme. Está, literalmente, en la punta de un cerro y tiene una vista magnífica de la ciudad. Con ventanas. Muchas ventanas. Como un mirador.
-Me costó cinco años encontrar esta casa. Cinco años viendo propiedades los fines de semana hasta que la encontré. Antes de entrar dije "ésta es mi casa". Parecía como un kindergarten: las paredes fucsia, amarillo fosforescente, azul, rosado, los pisos pintados como Jackson Pollock. Murales de la dueña de casa con cuerpo de pavo real y su marido hecho como un león. Fui con una amiga y juntas coincidimos: "Esto es lo más New World que hay".
Cote habla de New World, la escuela de talentos a la que fue cuando era una adolescente. Un entorno absolutamente hippie, artístico, donde sus compañeros hombres usaban zarcillos, y los profesores, comunistas y republicanos, discutían en los pasillos sobre sus diferencias políticas a gritos.
-Era un mundo de creatividad, de libertad y de mucha tolerancia. Bastante increíble para mí porque yo venía de un mundo que no era muy tolerante, venía de un mundo conservador, católico. Era muy estructurada, muy disciplinada. La disciplina nunca se fue, pero pude explorar mucho toda esa parte que fue mi libertad. A esa edad, a los 13 años, ser actriz y estudiar música y actuación era como un sueño.
Los hermanos de Cote, Andrea, la más pequeña, y Francisco, el del medio, también son artistas. Ella trabaja en diseño, él es DJ y, juntos, dice, son el mejor barómetro para averiguar cómo está su carrera. Al lado de la palanca de cambios de su Mercedes Benz, hay una foto donde aparece Cote junto a Francisco, o "Panchín", como le dice ella.
-Si necesito una opinión honesta en algún momento, mi papá siempre lo dijo: "tus hermanos van a estar ahí y no tienen por qué mentirte si preguntas ¿te gusta mi trabajo?". Una vez invité a mi hermana a unos ensayos para una obra. Ella se sentaba y me apretaba. Pero entraba mi hermana y te las cantaba tan duro que después decía ¿invitaré a la Andrea o no?
Para ellos el trabajo de su hermana está bien. Pero sólo bien. Pese al sueldo millonario que gana Cote (US$ 120 mil por episodio, aproximadamente). Pese a haber salido en un estudio de Q Score como la segunda actriz más popular de la televisión en Estados Unidos en agosto pasado, después de Pauley Perrette, actriz que también actúa en NCIS. Pese a haber ganado un premio Alma en la categoría "Favorite TV Actress-Leading role in a Drama" (Mejor protagonista en un Drama). “Estoy feliz. Es el premio más importante de mi carrera”, acota.
Cuando se lo dieron fue toda una sorpresa. La ceremonia de entrega, animada por Eva Longoria, se realizó en el auditorio cívico de Santa Mónica. Cote, según cuenta, no se esperaba el premio. Fue al evento como a tantos otros y con el deseo de pasarlo bien. Nada más. Una cuota de glamour y listo. Empezó a prepararse desde temprano para asistir a la alfombra roja. Primero, a su casa llegó su estilista con un vestido negro Max Mara que diseñaron especialmente para ella, zapatos y joyas a tono. Segundo, llegó la persona encargada de arreglarle el pelo: suelto y partida de lado. Tercero, llegó la persona encargada de maquillarla y de hacerle los "ojos ahumados". Y cuarto, llegó el chofer que la recogió a ella, a su novio, el actor ecuatoriano Diego Serrano, y a sus primas chilenas Daniela y Carolina, que le habían llevado de regalo el ‘pisco sour’ con el que celebraron en casa horas después. Luego de que Cote dedicara el premio a las víctimas del accidente en Juan Fernández.
"Ella es la mejor"
Son las 11:46 del día siguiente y Cote de Pablo está paseándose por la árida explanada de cemento que conecta los diferentes estudios que la cadena CBS tiene en Santa Clarita, Valencia, a unos 45 minutos de Los Ángeles. Es algo así como una ciudad empresarial a la que sólo se puede llegar en auto por la carretera. Hasta acá llega Cote todos los días. Hoy, el calor rebota desde el pavimento y ella camina de un lado a otro personificada de Ziva David: pantalones grises, botas negros, chaqueta azul, una cadena de oro con la estrella de David en el cuello. Así, Cote encarna a esta ruda agente del Mossad en la serie número uno de la televisión norteamericana: la ven 22 millones de espectadores todos los martes.
El sitio está lleno de campers, trailers y automóviles Dodge que prestó la marca para hacer diversas tomas en la serie. En la primera planta están los estudios: las oficinas donde el escuadrón suele reunirse y están los escritorios de cada uno; el laboratorio del personaje de Pauley Perrette, donde analiza cadáveres y tiene neveras horizontales para conservar los cuerpos; y la escenografía que simula ser el interior de un barco, con cabinas, recovecos, claraboyas y compuertas selladas. Entre cada estudio hay pasillos con mesones de catering: generosas fuentes con frutas (uvas, duraznos, cambures), donuts, dispensadores de dulces, té helado, café, limonada, frutos secos.
Terrence O'Hara, el director de la serie, le pide a Cote que por favor lo acompañe a hacer un "experimento" en el estudio del interior del barco. Quiere saber si acaso su cuerpo cabe por una caja de unos 90 centímetros de ancho y dos metros de largo. No sólo quiere que se meta ahí. Además quiere que salga de esa suerte de caja de mago, haciendo una voltereta en el aire. Que caiga con gracia, estilo, que se vea estético en cámara. Una locura. “Quiero que sea cómodo para ti”, asegura el director.
Pero no hay caso. Cote cabe en esta especie de ataúd. Pero la voltereta es imposible. Sólo tiene unos centímetros para maniobrar entre el cajón y la pared y el ángulo no le da el espacio necesario. Cuenta que ya tiene la cadera derecha lesionada por una anterior escena de acción. Y no está dispuesta a correr el riesgo de nuevo. Gracias a Ziva David, su aguerrido personaje en NCIS, Cote se ha nutrido del éxito. "Ella es la mejor", dice a la revista Ya Mark Harmon, el protagonista de la serie. Sentado en la silla que lleva su nombre, esperando tras bambalinas su turno, se toma unos minutos para hablar de Cote.
-El primer día que estuvo en el set, yo estaba en mi escritorio, ella en el suyo, la cámara estaba en el medio, hicimos una toma. Cote volvió a bambalinas y se puso justo donde estamos ahora sentados tú y yo. En el camino, yo estaba en mi escritorio observándola, ella pasó por nuestro camarógrafo, lo abrazó. Fue al director de fotografía y le revolvió el pelo. Así es ella interpretando este personaje y veo la reacción que genera en el grupo. Ama su trabajo y viene para acá todos los días con una tremenda actitud.
Un asistente le avisa a Harmon -quien ha sido una especie de guía para Cote- y al equipo de NCIS en pleno que deben almorzar en uno de los galpones. Cote dice:
-Cuando le tomas el gusto a la fama, es fácil perder el rumbo. Imagínate: todo el mundo está ahí para darte atención. Te preguntan qué es lo que quieres comer, te ponen el micrófono, el maquillaje, entonces es un mundo que te puede confundir un montón, porque te puede dar un complejo de reina que no existe. No es verdad, es una ilusión creada por un set.
Cote está almorzando junto a sus compañeros de set. En unas largas y sencillas mesas enfundadas en manteles rojo y blanco, se sienta con su plato de ensaladas con hamburguesa. Explica que tiene que cuidar la línea y alimentarse con cosas livianas durante los días de semana: como no usa dobles, ella misma debe hacer sus escenas de acción. A su derecha, se pone su amiga y actriz Diane Neal, quien trata de hablar algunas palabras en español. Ella cuenta que, con Cote, no salen mucho de fiesta. Pero que cuando celebran, el mejor lugar es el sofá de su casa. Cote habla de su último viaje a Capri, y que le gustaría, un día, irse a vivir a Francia con su pareja, de quien no dice una sola palabra salvo que está feliz y que no hay planes de matrimonio por ahora.
Cote se crió entre sets de televisión como éste. Desde pequeña acompañaba a su mamá a los estudios de Univisión o Telemundo donde María Olga Fernández fue animadora de varios programas. Por eso ahora ella cuida su intimidad, porque su padre, Francisco, siempre le aconsejaba a su madre que una cosa era el trabajo y otra la familia. Pero la herencia, el imitar el ejemplo materno, fue inevitable: el primer trabajo de Cote fue como conductora de un espacio que se llamaba "Control", donde compartía cámaras con Carlos Ponce. Le pagaban 30 dólares a la semana. Tenía 14 años.
-¿Qué se siente ganar lo que ganas ahora?
-Cuando yo veo lo que veo en números, obviamente digo ¡qué afortunada soy! Pero yo no he ganado eso siempre. Yo empecé de a poquito. He llegado a ganar lo que gano a través de mucho trabajo, esfuerzo y a través de peleas, literalmente peleas. Porque yo he tenido que decir "ahora trabajo en un elenco con todos estos personajes y yo quiero ser tratada igual". Y tuve que pelear por eso, porque yo entré dos años más tarde al show, entonces a mí no se me trató igual durante mucho tiempo. El año pasado fue un año bastante difícil, pero al final de todo me fue bien y se dio como yo quise. Si me preguntas qué se siente ganar lo que gano, te digo: es fantástico, pero me lo gané. Nadie me lo regaló. Y también tuve que pelear por mi lugar dentro de este equipo. Y tuve que pelear mucho.
Son las 2:05 de la tarde y Cote hace estas reflexiones en su trailer. Un lugar con una puerta pequeña a la que sólo ella tiene acceso. Ahí están sus cosas: su cartera, su ropa, sus sandalias, un microondas, un televisor de pantalla plana, un equipo de música, unas veinte botellas de agua mineral envasada, un cómodo sofá para dormir la siesta, una cobija bordada con punto cruz que le regaló un funcionario. En su tocador, en el espejo iluminado por dos tubos fluorescentes, hay fotos de Cote con la actriz Lily Tomlin ("Cómo eliminar a su jefe") que acaba de ser fichada para NCIS, al igual que Jamie Lee Curtis. Y colgando de ese espejo, dos lagartijas pequeñas disecadas que Mark Harmon le dejó como regalo porque sabe que Cote odia los reptiles.
-Antes de NCIS, cuando las cosas no resultaban, ¿pensaste dejar la actuación?
-Tuve malas audiciones, pero tener malas audiciones no quiere decir que esto no es para mí. Yo recuerdo haber ido a una para el musical Fama. Llamé a un íntimo amigo que me preguntó cómo había estado. "Horrible", le dije. "¿Dónde estás?", me preguntó. Le digo que estaba en pedazos, que había explotado en la calle 42 de Nueva York y que por favor me fuera a buscar porque había un brazo mío en la 43, una pierna en la 44, mi cabeza en la 56.
-Tenías 22 años entonces, ¿has crecido?
-Obviamente. Y he trabajado. Pero creo que voy a seguir teniendo malas audiciones. El hecho de que tenga una mala audición hoy, no quiere decir que no la vaya a tener en diez años más.
-¿Tu éxito en NCIS no es garantía de nada?
-De nada. Es un trabajo. Y todos los días tengo que demostrar que me lo dieron porque me lo gané./Intopress
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