“Es brillante, graciosa y todo lo contrario de una actriz”, dictaminó Matthew Norman, un estudioso de los clásicos, cuando sus amigos George y Edith Weisz le confiaron a su hija Rachel, de 16 años, para que la guiara en los estudios de latín.

 

La adolescente ya tenía dos años de apariciones como modelo, había sido invitada a participar en una película con Richard Gere, King David, pero sus padres no lo aceptaron y ella estuvo de acuerdo: prefirió seguir con sus estudios. "No tenía entonces intenciones de ser actriz ni modelo", recuerda.

 

Justamente en esos tiempos conoció a la profesora de literatura que sería decisiva en su formación. "Yo era una mala alumna, pero ella, a diferencia de los restantes profesores, creyó en mí. Fue mi inspiración, la responsable de mi transformación, me dio la seguridad que me faltaba. No se puede decepcionar a quien confía en uno”.

 

       Así, la muchacha egresada de Cambridge que pudo ser académica y más de una vez habló de dedicarse al derecho, terminó, sin embargo, por elegir la actuación. Todo empezó en esa universidad, donde impulsó un proyecto de teatro experimental con su amigo Sacha Hails.

 

Los dos produjeron, dirigieron y llevaron adelante varios espectáculos, con uno de los cuales llegaron en 1991 a un festival en Edimburgo, donde fueron premiados.

 

Por esa época, Rachel ya hacía apariciones esporádicas en TV y teatro, que después se extendieron al cine, aunque raramente abandonó la escena: hace poco ganó el premio Laurence Olivier por su interpretación de Un tranvía llamado Deseo.

 

Inglesa pero no de pura cepa

La inglesita que no tiene una gota de sangre británica -nació en Londres el 3 de julio de 1970 y es hija de un húngaro inventor de dispositivos médicos y una psicoanalista vienesa, quienes emigraron a Inglaterra huyendo de los nazis- puede adoptar con naturalidad cualquier acento norteamericano, lo que mucho contribuyó a que se abriera camino en Hollywood, aunque siempre ha mantenido cierta distancia y sigue estando más cerca de Europa que de Beverly Hills.

 

       La curiosa bibliotecaria aventurera de La momia, el personaje que en 1999, la llevó a ser conocida, aunque ya había filmado varias películas. A partir de allí impuso su rara mezcla de potencia expresiva y femenina sensualidad en personajes diversos y a las órdenes de directores de prestigio.

 

Con Fernando Meirelles ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por El jardinero fiel (2005). También se lució como la brava bolchevique de Enemigo al acecho (Jean Jacques Annaud, 2001); a veces en papeles breves como el de Sunshine, amanecer de un siglo (Istvan Szabó, 1999) y El sabor de la noche (Wong Kar Wai, 2007); a veces en proyectos malogrados, como Desde mi cielo (Peter Jackson, 2009).

 

En cambio, La verdad oculta (The Whistleblower), que la trae de regreso a la pantalla, le ha confiado un serio compromiso: está presente del principio al fin del relato, ya que encarna a Katryn Bolkovac, la policía norteamericana enviada a Bosnia tras la guerra que investigó una red de trata de personas en la que estaban involucrados desde los dirigentes de una empresa de seguridad contratada por el gobierno hasta diplomáticos, políticos y altos funcionarios internacionales.

 

Weisz (ella insiste en aclarar que se pronuncia "vais") está ahí en su ambiente: es un papel que le pide energía, acción y sensibilidad. Y también le hace cumplir un sueño infantil. Sí, porque la flamante esposa de Daniel Craig (se casaron hace apenas 3 meses, tras filmar juntos Dream House, un thriller de horror) imaginaba que de grande sería detective, "para poder curiosear en las vidas de los demás"./INTOPRESS