Por Petruvska Simne

     La violencia contra la mujer y la familia es un tema que ha venido subiendo escaños en la escala de los derechos humanos universales. Aunque para aprobar cualquier ley en favor de la mujer y los niños ha habido que librar duras y lentas batallas, hasta hace muy poco tiempo, uno o dos siglos, ninguna ley protegía a la mujer y a los niños del abuso y de los malos tratos. Afortunadamente eso está cambiando. Esa mayor repercusión sobre los derechos de la mujer y la familia tiene mucho que ver con un cambio de actitud de toda la sociedad, que está aprendiendo a mirar con los ojos de la igualdad, y la libertad a mujeres y niños. Desafortunadamente ese cambio de actitud  no se refleja en la realidad, pues cada día crecen las cifras de mujeres asesinadas por sus compañeros o esposos. Lo que indica que deben adoptarse otras medidas para que este tipo de agresiones no sigan sucediendo.

     La Organización Mundial de la Salud estima que “tomando como referente la población femenina mundial, por lo menos una de cada cinco mujeres ha sido maltratada física o sexualmente por un hombre o varios hombres en algún momento de su vida. En muchos casos, incluyendo las mujeres embarazadas y las niñas jóvenes, son objeto de ataques graves, sostenidos o repetidos”.

     La OMS también informa que aunque “el maltrato de la mujer es condenado de hecho en casi todas las sociedades, el encausamiento y la condena de los hombres que golpean o violan a las mujeres o las niñas son poco frecuentes en comparación con el número de agresiones. Por lo tanto, la violencia opera como un medio para mantener y reforzar la subordinación de la mujer”.

 

UN ENEMIGO EN CASA

     Venezuela no escapa a esas estadísticas, y aquí también la forma más común es la violencia en el hogar o en la familia. Las investigaciones demuestran que una mujer tiene mayor probabilidad de ser lastimada, violada o asesinada por su compañero actual o anterior que por otra persona.

     La recién creada Brigada sobre el Derecho de la Mujer a Vivir una Vida Libre de Violencia funciona en las sedes del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas. La sede ubicada en el Este de la ciudad parece un depósito para almacenar cachivaches. Desde la sala de entrada hasta el más recóndito pasillo se encuentran diseminados escritorios, sillas, computadoras y cajas con artículos de oficina como objetos abandonados de una permanente mudanza. Un denso polvo que refleja escaso salario y mucho trabajo cubre las computadoras y los escritorios de los funcionarios, quienes atienden, a cada ciudadano que acude por ayuda, sin prisa pero sin pausa, con la filosofía de que en primer lugar deben dejar a un lado todos los asuntos y las preocupaciones, como la del más inspirado maestro zen.

 

    La mayoría de los delitos sobre abusos, agresiones y violaciones se tramitan por las oficinas de CICPC, explica la funcionaria, que no da su nombre porque no está autorizada por las autoridades superiores para dar declaraciones.

     Es una mujer joven, que inspira respeto pues conoce la ley, también la manera de aplicarla. Informa que lo más usual que llega ahí, son las denuncias sobre agresiones, verbales, físicas y psicológicas.

     Señala que el procedimiento de rutina comienza cuando la víctima formula la denuncia. El funcionario toma la denuncia y cita al agresor. Luego procede a dictar una medida de protección a favor del o de la denunciante, y el agresor o agresora firman esa medida, si violan esa medida serán sancionados o sancionadas conforme lo establece la ley. Luego se remite ese expediente a la Fiscalía General de la República.

     En esta comisaría lo que más se procesan son las agresiones verbales, pues es un municipio tranquilo, de clase media. “Eso no ocurre en Propatria, por ejemplo, donde hay más barrios y los índices violentos son mayores”, señala. “Y aunque se respira tranquilidad las denuncias aumentan día tras día, mes tras mes”, explica.

     Los insultos frecuentes, la humillación verbal y una actitud agresiva hacia la mujer constituyen el maltrato y la violencia emocional que, para algunos especialistas, son tan peligrosos como los ataques físicos, “porque socavan eficazmente la seguridad y la confianza de la mujer en sí misma”. La mayoría de las mujeres que han sufrido estos abusos opinan que a veces la violencia física es menos dolorosa que la “tortura mental”, que el estar aterrorizada día y noche, con el miedo incrustado en cada poro de la piel.

     Cuando le preguntamos sobre las violaciones, informa que ese es otro tema, que maneja el personal que está de guardia. El delito de violación está tipificado en el Código Penal Venezolano como un delito contra las buenas costumbres y el buen orden de las familias y no como un delito contra la libertad sexual.

     Ante una víctima de delito de violación, el (la) médico(a) forense deberá, en un principio, tomar la narración de los hechos, de manera breve y sucinta, sin emitir juicio o criterio de valoración pues la tarea de tipificar le corresponde al Fiscal del Ministerio Público y en última instancia, al(a) Juez(a). Esta información constituye una especie de preámbulo en el cual la víctima le refiere al(a) experto(a) las condiciones de tiempo y lugar del delito y le narra cómo acontecieron los hechos. Luego elaborará un protocolo que será el resultado del análisis externo y un análisis ginecológico y rectal de la víctima. Ese informe se remite a Fiscalía que se encarga del caso.

 

 

NADIE ES INOCENTE

     La funcionaria asegura que en muchos casos las mujeres son culpables de las agresiones verbales y psicológicas a las que son sometidas porque “Somos las que educamos a los hombres, esa es nuestra responsabilidad, y si le diéramos al hombre la educación apropiada esto no sucedería, o bajarían los índices. Pero… nosotras somos las machistas porque, quien pare al hombre somos nosotras…”, señala con convicción.

     Continúa diciendo: “Desde que nace le decimos que el hombre tiene que trabajar, que su lugar no es la cocina, no es la casa. En cambio lo que deberíamos enseñar es que lo que es igual para la mujer es igual para el hombre: si mamá plancha, tú también tienes que planchar, si mamá cocina tú también tienes que aprender a cocinar. El hombre tiene que saber que hay una igualdad y que le debe respeto a la mujer”.

     De acuerdo a los especialistas en la materia, la violencia o el maltrato contra la mujer responde a un patrón social que acepta la violencia como una práctica ordinaria y necesaria. Una práctica que la pueden ejercer personas distintas del marido o del padre. También es común y corriente la violencia relacionada con la explotación; la violencia física, sexual y psicológica al nivel de la comunidad en general, incluidas las violaciones, los abusos sexuales, el hostigamiento y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros ámbitos, y la violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, donde quiera que ocurra.

     Cuando se le pregunta ¿qué puede hacer una víctima de una agresión ¿ responde sin titubear, “debe presentar la denuncia ante el CICPC, o ante cualquier otra institución que atienda ese tipo de delito”. Señala que las medidas de protección son efectivas, porque esta ley va con todo a favor de la mujer. También asegura que hay más denuncias de este tipo porque hay más información que antes. “Ya no hay ese temor… Y las mujeres están poniéndose más guerreras”, expresa. Informa que en esa dependencia del CICPC trabajan dos funcionarios en esta Brigada sobre el Derecho de la Mujer a Vivir una Vida Libre de Violencia, con el apoyo de los otros funcionarios que estén disponibles y el apoyo de la Guardia.

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TOMADO DE "LA LUNA AZUL"

http://lalunaazul.wordpress.com/cronicas-del-acoso/