Por Marcela Valente
Así lo indica el informe anual del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) sobre el Estado de la Población Mundial 2008: "Ámbito de Convergencia: Cultura, Género y Derechos Humanos".
Por primera vez, el Unfpa propuso incorporar "la cultura como un aspecto central del desarrollo" y diseñar políticas y programas de población "con sensibilidad cultural", pero sin que esta mirada comprensiva y respetuosa de las diferencias "implique aceptar prácticas tradicionales nocivas o que violan derechos humanos universales", aclara.
El Unfpa, que publica sus informes anuales desde 1978, promueve el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, la educación primaria universal y la eliminación de la desigualdad de género.
Este año, acompaña al informe un anexo sobre la juventud, a la que denomina "Generación del cambio cultural".
Hasta ahora, algunos valores o prácticas arraigadas en diversas culturas, como la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil o el machismo en general, eran percibidos como una barrera para avanzar en la agenda de población y desarrollo, comentó con IPS la oficial de enlace del Unfpa en Argentina, Eleonor Faur.
Pero el informe de este año percibe los valores como un punto de partida, un sistema que se puede cuestionar y en el cual surgen también resistencias internas. "La cultura no es estática: es compleja, dinámica y contiene agentes de cambio", observó Faur, socióloga y experta en cuestiones de género.
Las pautas culturales influyen en la vida de la gente pero "no producen uniformidad de comportamientos o de pensamientos", destaca el informe. Dentro de cada sociedad hay "múltiples expresiones de resistencia interna" y sería "peligroso generalizar", advierte.
Por otra parte, observa que los cambios que avanzan hacia la equidad de género estuvieron siempre precedidos de una batalla en el plano de los valores.
"Los adelantos en materia de igualdad entre hombres y mujeres nunca se lograron sin una lucha cultural", afirma el estudio, el cual menciona el ejemplo de las organizaciones feministas de América Latina que lograron hacer visible la violencia motivada en el género mediante una legislación que la pena en cada país.
En la región, esas organizaciones "han comprobado que las tradiciones culturales que apoyan la violencia patriarcal aparecen entre los principales impedimentos para el cambio. Desde su más temprana infancia se les enseña a las mujeres que son inferiores al hombre y que suelen ser culpables de la violencia que se les inflige", añade.
Pero en el germen de estas mismas sociedades surgieron movimientos que alentaron leyes y políticas contra esta violencia, subraya el informe.
Desde la aprobación de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer en 1994, en el marco de la Organización de Estados Americanos, los países de la región avanzaron en legislaciones que, con matices, condenan la violencia patriarcal en el hogar.
El estudio, no obstante, señala un ejemplo de la necesidad de seguir avanzando en el cambio cultural: algunos jueces de Brasil consideran inconstitucional la norma contra la violencia de género conocida como "Maria de Penha", vigente desde 2006, porque "discrimina" en perjuicio de los hombres.
En materia de salud reproductiva, el Unfpa sostiene que el enfoque cultural "contribuye a superar la resistencia a que parejas e individuos planifiquen el tamaño de sus familias, el espaciamiento de los hijos o el momento de tenerlos". Se trata de asuntos clave en una región donde la tasa de fecundidad aumenta entre los más pobres.
Si bien el promedio regional es de 2,5 hijos por mujer, en los sectores de mayores recursos económicos de América Latina las mujeres apenas superan los dos hijos y en los de menores ingresos sobrepasan los seis, indica el estudio.
"Algunas mujeres pobres aspiran a tener menos hijos pero las limitaciones culturales las inhiben", advierte el Estado de la Población Mundial.
En este sentido, el Unfpa presume que los programas de planificación familiar pueden tener éxito aun en áreas de escaso desarrollo económico si hay cambios en los valores. Se requiere involucrar a los hombres y proporcionar agentes de salud calificados, que establezcan conexiones culturales con los usuarios de esos servicios.
"En nuestra región, una manera de ampliar el acceso a la salud de las personas es promover la educación sexual integral, pero hay miradas culturales que perciben los derechos (sexuales y reproductivos) como una imposición, y no como el respeto a la libertad de elegir", afirmó Faur.
Asimismo, la socióloga ponderó que "los patrones culturales machistas, incorporados también entre muchas mujeres, llevan a la vulneración cotidiana de derechos".
"Esos valores culturales funcionan como barreras, pero también hay grupos promoviendo otros valores, como la educación sexual o el combate contra la violencia de género. Por eso decimos que hay una tensión entre el cambio y la continuidad", finalizó. (FIN/2008)