Por María Victoria Cristancho

Van vestidas con largos trajes negros, silenciosas, casi como sombras bajo el abrasador sol árabe. Ellas son las mujeres musulmanas que usan la burka, la yihad o el velo islámico. Se las ve en pequeños grupos, o siguiendo a sus esposos en Abu Dabi, la capital de los Emiratos Árabes Unidos, rico país petrolero y de predominante religión musulmana.

 

Este traje, que distingue a las mujeres que profesan la religión de Mahoma, consta de un vestido holgado de mangas largas; un velo que cubre el cabello, la cara y el cuello, y apenas deja al descubierto los ojos.

 

Por sus características casi sombrías, desde el mundo occidental la burka se ve como el símbolo de la represión, la discriminación y el dominio que ejerce el hombre musulmán sobre la mujer. Pero ellos lo justifican como si fuera una señal de pureza y castidad, además de una forma de promover el islamismo en el mundo.

 

“La burka me da libertad”, aseguró Naheed Mustafa, nacida en Canadá, pero de padre de Emiratos Árabes. La burka la cubre de pies a cabeza y apenas deja ver unos intensos ojos negros. Naheed comenzó a usar el velo poco tiempo después de llegar a esta ciudad.

 

La decisión de vestir la prenda la tomaron sus padres y el clérigo de la mezquita a la que asisten. “Yo lo acepté porque ellos saben que es bueno para mi”, se apura a aclarar, al reconocer que al comienzo, el traje la “asfixiaba”. Pero con el tiempo, se acostumbró a vestirlo y ahora no saldría de su habitación sin ella. Lo dice para enfatizar su frase, porque por lo general, cuando se encuentran sólo mujeres en un recinto, ellas se quitan la burka. Si están en la casa y hay hombres que no son de la familia, padres, esposos, hermanos o hijos, deben llevarla puesta. Sólo el esposo puede ver a su mujer sin el velo.

 

“A veces me pregunto si la gente me ve como una radical, como una fundamentalista musulmana terrorista que lleva un rifle de asalto AK-47 debajo de la burka. O tal vez me ven como una figura de afiches que muestran la opresión de la mujer”, admite Naheed, mientras se ajusta su oscuro velo. Para ella, la mirada inquisitoria de los extranjeros es evidente.

 

Naheed dice que lucir la burka es una forma de liberarse del escrutinio masculino: “Vestirlo me ha liberado de la constante atención en mi apariencia. Nadie sabe cómo luce mi cabello o si tengo estrías en la piel”, dice la chica que admite que pasó su adolescencia tratando de atraer a los chicos. “Eso cansa y es, incluso, humillante”, dice al revelar que estuvo a punto de ser bulímica y gastó mucho dinero para parecerse al estereotipo impuesto por la modelo Cindy Crawford.

 

Las opciones Hay muchos tipos de velos, el negro es el más distintivo. La tradición familiar, la región y el grado de compromiso religioso determinan el estilo.

 

Las mujeres comienzan a usarlo cuando se inicia su pubertad. Algunas apenas llevan una pañoleta color crema y visten en forma occidental, por lo general son las mujeres sirias o libanesas musulmanas moderadas. La burka completa, al estilo afgano, es el símbolo de la pureza total.

 

En los Emiratos Árabes depende del grado de compromiso religioso de la familia. El padre y el imam o clérigo toman la decisión. Luego del matrimonio, es el esposo quien impone el tipo de burka que quiere que su mujer lleve.

 

Una periodista de nacionalidad egipcia (no quiere que se revele su nombre) que vive y trabaja en Abu Dabi, viste muy sencillo, al estilo occidental con pantalones y camisas holgadas. No lleva la burka porque nadie la obliga. Fue educada en Estados Unidos y sus padres nunca la presionaron para vestirla. Pero cuando fue a vivir a Egipto con su familia, abuelos y tíos, le hicieron llevarla. Con el consentimiento de su padre, dejó Egipto y decidió hacer su carrera en Abu Dabi.

 

Burka significa esconder, ocultar a la vista o, incluso, separar. Su uso se fundamenta en la religión islámica, que lo adoptó como signo de dignidad recobrada, por considerar que mostrar el cuerpo se relacionaba con la condición de mujer esclava o prostituta.

 

Con el pasar del tiempo, perdió ese sentido original y se convirtió en símbolo de la exclusión de la mujer del espacio público, de la calle. Países como Irán y Arabia Saudí obligan a sus mujeres a llevar la burka, so pena de persecución, prisión y, en casos extremos, la pena de muerte.

 

De ahí viene, en gran medida, el rechazo occidental a la prenda, y también por cuenta de historias como la de Ayaan Hirsi Ali, una joven somalí que sufrió la ablación del clítoris, la fractura craneana por los golpes propinados por un predicador musulmán y el matrimonio con un desconocido, arreglado por su propio padre.

 

Hirsi Ali huyó a Holanda y después de estudiar Ciencias Políticas se convirtió en defensora de la causa de mujeres en el islam. Fue coautora del documental Sumisión, del director holandés Theo van Gogh, asesinado por su revelador trabajo sobre casos de vejaciones contra mujeres musulmanas. Hirsi Ali escribió a su vez su autobiografía, Mi vida, mi libertad, en la que asegura que ser mujer musulmana es muy difícil, “porque en la mayor parte de esas sociedades existe una violencia sistemática ejercida contra la mujer”. Pero para ella, la burka no logra suprimir totalmente la feminidad: “La burka significa que no quiero que ningún hombre me mire con ojos de deseo (…) Pero no evitaba que yo viese a los hombres con deseo”.

 

Similar actitud contra la burka la tiene una bailarina de danza árabe, que prefiere mantener en reserva su identidad: “La burka me parece denigrante”, dijo a EL TIEMPO. El Corán menciona el hecho de que la mujer cubra su cabellera para no atraer la atención del hombre y así guardar su imagen limpia, “pero en ningún aparte de este libro sagrado se dice que deban taparse como lo hacen las mujeres en algunos países árabes en los que han llegado al extremo de la misoginia, como es el caso de los Emiratos Árabes, donde las mujeres deben cubrirse con pesadas y asfixiantes túnicas negras de pies a cabeza, y tan solo tienen un pequeño hueco para poder ver”. Ella no la usa.

 

Muchas mujeres se desmayan en la calle debido al sofocante calor que deben soportar y otras tantas sufren constantes esguinces porque apenas pueden ver por donde caminan.

 

Debajo de la burka, las mujeres adultas y viejas llevan vestidos largos. Las más jóvenes usan pantalones o vestidos largos. Las de familias adineradas, ropa de alta costura o de marcas afamadas como Gucci, Dior, D&G, etc. Esa ropa la lucen con sus amigas en reuniones o con sus esposos.

 

La polémica sobre El velo ha sido constante objeto de debate en Europa y en países cercanos, hasta el punto de que en algunos ha sido prohibido. Como sucedió recientemente en Turquía, de mayoría musulmana, pero en donde no puede ser usado en la universidad.

 

Para el investigador Amin Maalouf, en su libro Laicismo, velo islámico y sociedad democrática, la burka “anula la identidad individual de la mujer, que queda relegada al papel de conservadora-transmisora de la identidad colectiva islámica”.

Pese a esto, algunas mujeres musulmanas tratan de mantener su identidad, su coquetería e individualidad femenina tras el velo. Unas, como Shaika Al Kalima, de 25 años: “Resaltando el maquillaje de mis ojos, puedo diferenciarme de las demás chicas”. Otras, un poco más atrevidas y de familias adineradas, visten trajes de telas ligeras, con aplicaciones, bordados y pedrerías en mangas y cuellos.

 

Su costo puede llegar a los cientos de miles de dólares, dependiendo de la calidad. Diseñadores de alta costura, siendo uno de los pioneros el recién fallecido Yves Saint-Laurent, han dedicado parte de su creación a complacer el gusto de la mujer musulmana.

 

“Tenemos que mantenernos apegadas a los limites tradicionales, pero eso no quiere decir que tenemos que perder nuestra feminidad”, asegura Nouf al Hamly, técnica de laboratorio de 23 años, quien tras el velo deja entrever un perfecto maquillaje y peinado de peluquería. Junto a ella, su hermana menor, Reem, estudiante de la Universidad de Zayed, en Emiratos Árabes, asiste con la cabeza, pero aclara que “lo importante es tener seguro que se cubran las partes correctas, porque la burka es puramente religiosa y no hay que atraer la atención”.

 

Investigadores gastan horas de su tiempo analizando el fenómeno de la burka, pero para algunas mujeres el tema es más sencillo y no tiene que ver con ningún tipo de discriminación. Según Tama Rahna, una joven musulmana que escribe en un blog en árabe: “La mujer musulmana observa el velo porque Alá (como el islam se refiere a Dios) le ha dicho a ellas que lo hagan”.

________________________________________________________________________________________

TOMADO DE "LA LUNA AZUL"

http://lalunaazul.wordpress.com/en-otras-latitudes/