Por Gabriele Merz *
Mérida (Venezuela).- En el páramo merideño, quince mujeres y dos hombres conformaron una cooperativa en 2002, para atacar el problema de la contaminación ambiental y sus consecuencias sobre la salud, así como las pocas oportunidades que las mujeres de las zonas rurales tienen para realizar un trabajo remunerado. Se trata de la Cooperativa Mubay, ubicada en la comunidad de Mixteque, Municipio Rangel, Estado Mérida.
Todos los miércoles, a las ocho de la mañana, dos mujeres y un hombre de la cooperativa, provistos de guantes de goma y ropa de abrigo, porque a tres mil metros de altitud hace frío a esa hora, comienzan el recorrido en una camioneta prestada. Desde Mixteque a Mucuchíes y Mucumpate, recogen un bien que pocos aprecian: la basura. Pero no es cualquier basura. Les interesan los desechos orgánicos: restos de verduras, frutas y flores, concha de huevo y cartón.
En Mucuchíes, donde han logrado convencer a varios lugareños sobre la importancia de reducir la cantidad de basura que generan, tienen proveedores fijos que depositan sus residuos en tobos, bolsas o costales. En la ruta de regreso, pasan por las casas de Mucumpate y Mixteque donde igualmente las esperan bolsas llenas de desechos. Finalmente, después de dos viajes, llegan a la sede de la cooperativa donde se encuentran las instalaciones para convertir la basura en humus líquido y sólido.
Ahí se incorporan otras mujeres al trabajo, desde los 20 hasta los 58 años. Primero, revisan los desechos para asegurar su calidad; por ejemplo, la concha de la naranja, la mandarina y la toronja no sirve porque son perjudiciales para las lombrices. Luego pican el cartón, trituran el resto de los materiales y distribuyen el resultado de este trabajo en cuatro tanques.
“Es como hacer un pasticho”, explica Ana Victoria Paredes, “se pone una capa de desechos picados, luego una capa de cal, otra capa de desechos, y así sucesivamente, hasta que todo el material recolectado en el día quede en su lugar”.
La cal sirve para mantener el sitio libre de moscas. Cada ocho días hay que voltear “el pasticho”. A la cuarta semana se mide la temperatura: el compost debe tener menos de 20 o 25 grados centígrados para colocarle las lombrices, que trabajarán durante cinco meses hasta obtener abono. Si la temperatura es más alta, se le añade un poco de agua y se espera hasta que esté al nivel adecuado. El compost puede llegar a tener hasta 70 grados centígrados cuando está en plena descomposición.
Según explica Ana Victoria Paredes, lograr que los pobladores clasifiquen la basura ha sido una tarea ardua. Para convencer a las familias sobre los beneficios del reciclaje, las mujeres visitaron casa por casa, con el fin de explicar las particularidades de la basura, su clasificación y el por qué del proyecto. Hoy en día, son invitadas por las escuelas y otras comunidades de la zona para contar su experiencia, compartir sus conocimientos y acompañar iniciativas similares a la suya.
Ahora, su principal objetivo es que los agricultores de la zona utilicen su abono, en vez de la gallinaza que contamina la tierra y que, a través de las moscas, causa enfermedades de la piel y diarreas. Para demostrar que su abono es mejor que la gallinaza, la cooperativa mantiene una parcela demostrativa donde siembran la papa con muy buenos resultados. Y venden sus productos a bajo precio, para estimular la utilización de esta práctica de fertilización.
Cada semana recogen entre 300 y 400 kg de basura. Cuando es época de cosecha de la papa, el volumen aumenta a 700 kg semanales. Es decir, entre 1,6 y 2,8 toneladas al mes. Y la producción alcanza 1.500 litros/mes de humus líquido y 2.000 kg de humos sólido cada cosecha de cinco meses. Podrían producir más, ya que la capacidad instalada es de 4.000 kg.
”Antes -comenta Victoria Paredes- la Alcaldía nos prestaba un camión”. Después de que muriera el alcalde en el accidente aéreo de Mérida, en febrero de este año, las nuevas autoridades suspendieron el apoyo. No todo es color de rosa para las mujeres de la cooperativa: la falta de vehículo propio, o un vehículo que tenga más capacidad, restringe la cantidad de basura que pueden recolectar; muchos agricultores todavía se resisten a cambiar sus prácticas; la cooperativa aún no ha explorado otros canales de comercialización porque no cuenta con la certificación de calidad; la producción y las ventas aún son demasiado bajas para que todas las mujeres de la cooperativa puedan vivir de la empresa, aunque al final del año logran distribuir unas pocas utilidades.
Sin embargo, mantienen su ideal de crear conciencia sobre la conservación ambiental en las comunidades y entre los agricultores. La Cooperativa Mubay ha sido galardonada con el tercer premio del 5° Concurso “Emprendimientos Económicos Exitosos Liderados por Mujeres de los Sectores Populares”, concurso promovido por la Red de Educación Popular entre Mujeres (REPEM). Pero, como lo deja ver Victoria Paredes, la mayor dificultad es que se trata de “un trabajo muy fuerte, y la mayoría siente repugnancia y no quiere trabajar con la basura…”
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* Gabriele Merz es socióloga, investigadora para organismos internacionales.
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TOMADO DE "LA LUNA AZUL"
http://lalunaazul.wordpress.com/mujeres-en-accion/