Y finalmente sucedió: miles de personas se lanzaron a las calles en Nueva York y Washington para decir que el “sueño americano” -aquello de tener una casa y un auto, abrir un negocio y mandar los hijos a la universidad- se está convirtiendo en una verdadera pesadilla para la mayoría de los estadounidenses.

Las protestas que se registran frente a Wall Street y en las inmediaciones de la Casa Blanca, muestran la nueva realidad de la primera potencia mundial: a medida que la depresión se prolonga, los niveles de pobreza e inequidad social están creciendo hasta el punto de equipararse con las cifras de algunos de los países de su llamado patio trasero.

Oficialmente se reconoció que uno de cada seis estadounidenses -46 millones en total- viven por debajo del nivel de pobreza y que el desempleo se mantiene en el 9%, equivalente a 14 millones de personas, de las cuales el 40% lleva más de seis meses sin conseguir trabajo. Se trata, sin duda, de records históricos, pero son un pálido reflejo de la realidad.

La incapacidad del gobierno demócrata para revertir la política del republicano George W. Bush (2001-2009) -desregulación de los mercados financieros, reducción de impuestos a los ricos y del gasto destinado a los pobres e inversión multimillonaria en guerras tan inventadas como infructuosas- ha convertido a Estados Unidos en el campeón de la desigualdad del mundo industrializado: el 1% gana más que el 50% de la población con menores ingresos.

No extraña entonces que la CIA, en su World Factbook (Libro de Datos del Mundo), califique la falta de equidad social de su país por debajo de la Argentina, Nicaragua o Venezuela. “Tenemos los mayores niveles de desigualdad desde la Gran Depresión” de la década del `30, aceptó el presidente Barack Obama en una entrevista con The New York Times.

Los niños son la cara más dramática del deterioro del nivel de vida estadounidense. La Fundación Annie E. Casey indicó en un reciente informe basado en datos oficiales que la pobreza del sector aumentó un 18% entre 2000 y 2009, para abarcar a casi 15 millones de menores (21,6%).

Una cifra muy por encima de la de Dinamarca (3,7%), Alemania (8,3%) o Francia (9,3%) y muy cerca de la de Chile (24%) o México (25,8%).

Hablar de pobreza es también hablar de muerte. Casi 45 mil personas -uno cada 12 minutos- mueren al año en Estados Unidos por carecer de seguro médico y de una buena atención, según investigadores de la Harvard Medical School.

En un reciente llamado a demócratas y republicanos, el senador Bernard Sanders, socialdemócrata independiente del estado de Vermont, advirtió cómo la desigualdad se traduce en un problema de salud.

“La gente que pertenece al grupo con mayores ingresos, el 20% de la población, vive, en promedio, por lo menos 6,5 años más que aquellos que están en el grupo de ingresos más bajos”, subrayó.

La recesión se ensañó en particular con los latinoamericanos. Según un estudio del Pew Research Center, la primera minoría de EEUU, con 50 millones de habitantes, perdió entre 2005 y 2009 un 66% de su patrimonio sobre todo por la drástica caída del valor de las propiedades y un aumento del 42% de sus deudas.

Les siguen de cerca los afroamericanos y de lejos los blancos, cuyos niveles de riqueza media ajustada por inflación se redujeron un 53 y un 16%, respectivamente.

“Las diferencias de riqueza que existen actualmente entre blancos, hispanos y afroamericanos son las más altas en al menos 25 años”, señaló el estudio elaborado con datos gubernamentales.

Al resumir la situación de los estadounidenses, el senador Sanders reprochó los acuerdos de las dos bancadas para enfrentar la crisis.

“Decimos que no tenemos dinero para erradicar la pobreza. Que es imposible. Pero de repente sí tenemos 700 mil millones de dólares para salvar de la quiebra a Wall Street”, afirmó.

Por ese camino, pronosticó, la situación podría empeorar debido a la codicia del sector financiero y a la insistencia republicana en reducir los costos sociales y mantener los privilegios impositivos que Bush les otorgó a las grandes fortunas.

“En la medida en que tengan éxito, no hay duda de que muchos miles más de hombres, mujeres y niños morirán”, concluyó./Télam