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Nada es eterno

Por Pompeyo Márquez / Dirigente político

Periódico EL ESPACIO 

            Para decirlo en criollo: “No es un caldo de sustancia” el título de este comentario. Es tomar en cuenta las lecciones de la historia, la nacional y la internacional.

            A menudo, Chávez enfatiza que esta revolución llegó para quedarse y avizora mantenerse en el poder hasta que la muerte lo separe. Estas últimas expresiones las hemos oído varias veces. Podría citar dos: Cuando AD, en 1947, no faltaron adecos que proclamaron que gobernarían hasta el año 2000. Fueron derrocados por un zarpazo militar titulado “golpe frío” el año 1948. Luego, la dictadura militar de Pérez Jiménez hizo otro tanto. Que gobernaría también hasta el año 2000. Fue derrocada por una movilización de amplia unidad y participación militar en enero de  1958. En la primera  situación estuvo presente el más recalcitrante sectarismo basado en que Venezuela era electoralmente un mapa blanco con una manchita verde en Los Andes y un puntito amarillo en Nueva Esparta. En la segunda, la violación descarada de los derechos humanos, la liquidación de las libertades democráticas, entre ellas la libertad de organización partidista y sindical y de expresión. Las cárceles repletas de demócratas, igual el exilio y la clandestinidad. La tortura como medio represivo para implantar el terror que se ejercía criminalmente a través de la Seguridad Nacional. En los años 56-57 Venezuela perdió el miedo. Diez años de resistencia en la cual participaban civiles y militares tuvieron su fruto en la victoria del 58.

            En estos momentos sufrimos una autocracia que se regodea en el culto a la personalidad y se burla de la sociedad venezolana a la que conduce hacia el abismo con sus disparates legislativos y en los órdenes económico, social, político e institucional. Se coloca contra la Constitución, al margen de la Carta Magna. Como dijo el alcalde Ledezma, no hay artículo que no haya pisoteado. Encubre sus tropelías con un susodicho socialismo del siglo XXI. Y grita, como en las épocas de mayor dogmatismo: abajo el capitalismo, abajo la burguesía, viva el socialismo. Lo que nos recuerda las peores épocas del primitivismo, cuando en las luchas sociales se  adoptaban tales consignas. Se colocan de espaldas a las realidades internacionales y nacionales. Llevan a Venezuela hacia un abismo cuando desprecian la inversión nacional y la  extranjera. El dato es significativo: estamos al lado de Haití, el país más pobre de América Latina.

            Más grave aun es que se divide al país y quienes se oponen a estos delirios son descalificados como traidores a la patria, pitiyanquis o agentes de la CIA: quienes son fruto de una acción conspirativa consciente durante más de una década como método para llegar al poder califican de golpista o desestabilizadores a quienes rechazan con fuerza su forma de atropellar a una sociedad. Se le ven las costuras a un Ministro del Interior, rey de los encapuchados en Mérida, al acusar a la rectora de la UCV de ser responsable de una violencia que él más que nadie sabe su origen y quienes la practican. Desconocen los resultados electorales donde fueron derrotados.

            Conducen al país hacia la violencia. Dicen tener un proyecto socialista pero él es rechazado por más del 80 por ciento de la población. Esos dislates fueron derrotados el 2D de 2007 y son desechados en la actualidad. Es peligroso que una minoría le quiera imponer a una mayoría un cambio de modo de vida totalmente inconstitucional, echando por el suelo el Estado de Derecho y practicando la “ley de la selva” con los rasgos personalistas que le imprime el autócrata al resumir todos los poderes en su persona.

            Frente a esta dramática situación se levanta un país y la tendencia es hacia la más amplia unidad nacional para derrotar esta tendencia totalitaria y neodictatorial. Este es el camino que conducirá hacia una Venezuela democrática con justicia social.