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Por Nelson “iPodpelúo” Ramírez
 
“Chiro” Molina, armó una polvareda. Su más reciente columna, publicada en “La Razón”  la semana pasada, contiene una información de indudable interés público: Chávez, según la reseña, tiene pólipos cancerosos que ponen en riesgo su salud y vida.
Antes de entrar en materia, queremos dejar sentadas dos cosas. El columnista no le desea ni se regocija con el mal ajeno.   La actuación pública del presidente de la República nos parece nefasta, repulsiva, corrupta, sectaria, represiva, coautora y cómplice de gobernantes y organizaciones gamberras, sinónimo de corrupción que se expresa en inseguridad, contenedores con alimentos podridos, pésimos servicios públicos, pero aún así, preferiríamos que emerja algún desmentido científico con credibilidad, que asegure que se trató de un malentendido. Además, al señor Chávez lo queremos vivo y sano para que rinda cuenta a los venezolanos –y no venezolanos también- de todos sus desmanes.
En segundo término nos parece oportuno recordarles a los lectores quién es el periodista autor de la mencionada primicia. Manuel Isidro Molina, docente, ex diputado, ex presidente del Colegio Nacional de su gremio y de la Comisión de Medios del fenecido Congreso, más allá de los numerosos cargos que pueden abultar un currículum, aduna las dotes de seriedad, acuciosidad, imparcialidad que lo pone a salvo del comentario calumnioso o del revanchismo.
¿Se equivocó o se equivocaron las fuentes de este comunicador social?
Enfermedades y enfermos han existido y existirán. Pero hay algunas que caracterizan determinado tiempo. La lepra, existió desde que el Mundo es Mundo. Pero, su sola presencia nos remite a Las Sagradas Escrituras.  Las pestes, bubónicas, negra y similares, parecen encontrar sus contextos más específicos en la Edad Madia, como la tuberculosis es sinónimo de romanticismo, de muerte de amor, según lo vivimos y sufrimos con la Margherita Gautier de Alejandro Dumás o la María de Jorge Isaacs.
El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida según discuten algunos científicos es de milenaria existencia, pero más allá de cualquier duda hablamos de un flagelo que tiene marca de fábrica del Siglo XX.
Chávez hace mal, por enojarse porque hayan revelado que tiene cáncer. Ningún padecimiento, ninguna enfermedad puede utilizarse como arma para ofender, para vejar, para exponer al escarnio público a quien la padece.
Ni siquiera aquellas en las cuales el enfermo puede aparecer como culpable o responsable de su padecimiento.  Si sufre, en efecto, del flagelo que le atribuye Molina, que se haga ver por un médico y sanseacabó.
Las instituciones, como seres vivientes que también son, sufren de enfermedades, o un equipo deportivo, un ente gubernamental, la Asamblea Nacional, un Tribunal Supremo de Justicia, un CNE, que no juega limpio, que no se desintoxica de la parcialización, el cohecho, en cualquier momento perece de arterioesclerosis.
Estamos seguros, que el señor Chávez, para desmentir su pretendida enfermedad, hará públicos sus exámenes médicos. Debería hacerse acompañar por su tren burocrático.
Los organismos de seguridad, por ejemplo. Todos están a punto de infarto, por culpa del matraqueo, de sus nexos con el hampa común y política también.  PDVSA, sufre el SIDA de la depredación. Un caso de inmunodeficiencia ética galopante, bajo la dirección del pisaverde que hace tabla rasa, que ha convertido a sus favoritos en verdaderos magnates.
El ministerio del Interior, sufre hemiplejia. Nada hace, nada resuelve, salvo que no sea adularle al amo con la lengua, que su único músculo con tonicidad.
  Lo decimos con pesar. Lo último en lo que quisiéramos incurrir es irrespetar a nuestros congéneres con déficit de materia gris. Pero hecha la anterior salvedad, lo menos en lo que podemos concluir es que nuestra cancillería sufre de retardo mental. Uno lo ve allí, balbuceando, insultando, repitiendo las mismas muletillas la conclusión no puede ser otra: el bobo-vivo que preside ese despacho gubernamental está de ANAPACE.
Son las 9:00 pm de un día cualquiera. Una de las cadenas informativas más importantes del mundo transmite urbi et orbi el debate. Del desempeño de los panelistas depende que una revolución que se dice  salvadora de la Humanidad emerja como lo que dice ser o se revele como lo que, una caterva de resentidos, merecedores de conmiseración.
Pero en lugar de mover la rueda de la esquiva fortuna hacia aquí o hacia ya, el individuo que enarbola la pretendida cruzada redentora lo único que logra es  sonreír como un triste  bufón.
Las enfermedades graves, mortales, en etapa terminal se hacen notar a través de sus signos exteriores, por la mirada, por el color de la piel, la expresión corporarl.
Uno lo ve allí,  rollizo, gordinflón, próspero, con un Cartier Pashá, enfundado en un terno de seda italiana y duda del padecimiento del pretendido paciente de pólipos cancerosos. Otra cosa, es el resentimiento, el odio,  la malquerencia social. En  una palabra, cáncer del alma, que no se alivia con quimioterapia.

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