Lun, 22 de Noviembre 2010, 02:04:10 -- Actualizado: Mie, 01 de Septiembre 2010, 12:10:44
Bolívar delincuente
Necesario es terminar este escrito dedicado a Bolívar, y a su buen sentir, descanso, sosiego y permanencia, en el Panteón. Que como convenimos socialmente, no es el sentir de él porque los muertos no tienen 'sentir'. / EDUARDO LÓPEZ SANDOVAL


 
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Por Eduardo López Sandoval

 

Comenzar un escrito con un paréntesis, no es buen augurio si pensamos que el sentido de estos signos es “interrumpir sin  alterar”. No podemos interrumpir algo que no se ha comenzado. Pero… pero, vamos a pensar que se interrumpe sin alterar la continuidad entre el denso título y la tesis que defenderemos.

(Bolívar delincuente, titulamos. Pero de ninguna manera se acusa a este magno caraqueño de tan grave adjetivo, antes, más bien, lo defendemos del embrollo en que lo ha metido el llamado poseso revolucionario, cuando lo coloca en las puertas de la PGV. Entendamos que la respuesta es de la misma especie que el evento: a Bolívar lo reunieron simbólicamente con una de sus amantes).

Ahora sí entremos al tema. En mis tiempos de la primera escuela, mucho tiempo ha, edad en la que los chamos son una esponja para absorber conocimientos, oíamos -con mi amigo Alejandro- a un indio que trabajaba en la siembra del padre de mi pana. Nosotros todo oídos, y el indio, un jornalero que se fajaba en temporadas especiales también se concentraba ante tan ávida audiencia. Nos contaba Guayana, que así le decían a este indio por provenir su etnia indígena de esa región, que cuando él era muy joven, quizás de la edad de los oyentes del momento, él vio como mataron a la india más anciana de su tribu, que era su bisabuela. La viejecita, incapaz ya de valerse por sí misma, corría el riesgo, que cualquier día el cacique tomara la decisión de prescindir de ella, pues, era una carga que no podía soportar el grupo, dadas las pesadas tareas que realizaban todos en la selva para sobrevivir. Ella pedía comida, no se la procuraba, pues estaba muy vieja. Un buen día, o más bien malo para ella, lastimosamente pedía comida con la mano extendida:

- ¡Lairé, lairé!

Esta era la palabra con la que decía casabe, en el idioma del indio trabajador. Y pasaba frente a ella el cacique, y la viejecita no se dio cuenta de que le estaba mendigando a la persona que podía decidir que ya no estaría presente en este mundo.

La viejita seguía:

- ¡Lairé, lairé, lairé!

El cacique sentenció:

- ¡Lairé, no. Catumarebejuco!

Que significó la muerte para la vieja india. Contó Guayana que, catumarebejuco era el procedimiento mediante el cual se enrollaba a la india viva, como a un tabaco, en la concha gruesa de un árbol, nos dijo el nombre de esta especie de árbol pero no lo recuerdo. La vieja ya no pidió nunca más. Un gran tabaco se formó con su cuerpo envuelto en la piel del árbol que fue colocado en un lugar en donde todos lo veían en la tribu. Pasados los días, Guayana pudo percibir que los mayores sintieron un gran alivio cuando supieron la muerte de la anciana. Lo supieron -dijo el indio- por el líquido que en ese momento exudó el féretro vertical, que la experiencia de los mayores les indicaba que por fin se había ido de entre los vivos. Y la enterraron.

La pareja de chamos amigos, Alejandro y quien esto escribe, quizá no lloramos -que yo recuerde, pero si lamentamos la muerte de la vieja india, como la de nuestra abuela, como si la hubiéramos presenciado en ese momento. La pesadumbre fue tal, que el padre de mi amigo nos buscó, detuvo un momento su pesada lista de tareas por realizar, y nos dijo algo como esto, ante nuestra tristeza:

No se pongan así -muchachos, tienen que entender que es un problema de supervivencia. Es un problema de cultura. Así es la cultura de este pueblo indígena. Tenían que sobrevivir. Al cacique que ustedes ven como el malo, seguro que más le dolió ayer esa decisión, que a ustedes hoy; pero tenía que tomarla, había que salvar al grupo. Estos son grupos de indios nómadas, que tienen que trasladarse a buscar la comida, a cazar y a pescar. No tienen la posibilidad, como sí la tienen los grupos gregarios, establecidos como nosotros, que se arranchan en un lugar, de tener un ancianato -por ejemplo-, para que los viejos pasen sus últimos días…

Esta palabra sirvió de consuelo en el momento, pero además fue semilla que germinó en un campo que explica que las culturas son diferentes: por sus raíces, costumbres, técnicas, familias, juegos, color de piel, música, escrituras, gobiernos. Y cómo tratan a sus muertos.

Nuestra cultura, -uno dice así para referirse a la Cultura Occidental, como la nuestra-, es diferente a la Cultura Oriental. Caduca manera de decir estas cosas, porque con estos aparatos con teclas, entre otras cosas, se ha logrado la globalización, que, es válido decir, entonces, la cultura. Bien. La cultura de hoy nos ha llevado a homogeneizar el tratamiento que les damos a nuestros muertos. El ejemplo, con el que le dimos introducción al tema, constituye una manera no seguida por la cultura de hoy, salvo el aspecto de la particular forma de eutanasia, entendida ésta como la decisión del sacrificio, para adelantarse a la muerte inminente. Claro, ahora está pensada sin mayor sufrimiento del dolido.

En las comunidades de indios, al llegar el conquistador a lo que hoy es Venezuela, había tribus que comían los restos de los individuos que merecían ser seguidos. No eran caníbales, antropófagos, comedores de gente. Los comían  como una forma de homenaje al guerrero o al sabio y para beneficio propio. Por ejemplo, si había sido un buen guerrero, para tomar sus fuerzas y su heroísmo en el combate. Los homenajes de hoy, los llamados pomposamente, post mórtem, que se hacen supuestamente a los muertos, son como en el ejemplo anterior, -que se comen los huesos para el vivo tomar sus fuerzas heroicas. Hoy, los “vivos”, de nuevo, cosechan en las creencias de nuestra sociedad.

El último homenaje post mórtem, toca todos estos extremos, dignos de ser exprimidos en nuestras escuelas de Antropología y Sociología. Nos conformaremos con abordar el tema desde nuestros conocimientos de Derecho, bebidos en la Universidad Central, unidos un poco a los de Historia de Venezuela, tragados éstos, en la UNERG. Más los “profundísimos” conocimientos de Antropología, Sociología y Arte, atragantados de la Universidad de la Vida. No olviden el significado de las comillas en profundísimos, por favor.

Ahora tratemos de Derecho, de las Ciencias Jurídicas, hablemos del Código Penal.

Quien viola alguna de las normas establecidas en las leyes penales,  comete un delito, es entonces, un delincuente.

A Bolívar lo describen todos como un amante de las leyes. Hasta su más ventajista enemigo, cual era Carlos Marx, no pudo endilgarle alguna acusación de acción reñida con la Ley. De Marx, no comentamos, aventajado. Al contrario, dije ventajista, que es “persona que sin miramientos procura obtener ventaja en los tratos, en el juego”, dice la RAE.  Porque lo atacó lejos del caballo, de la espada y de la pluma del grande hombre de las dificultades, y después de bien muerto. Simón murió cuando Carlos tenía 12 años.

Bolívar como hombre de importancia trascendental, tuvo y tiene, quien escribe de él su verdad, que se parece mucho a la verdad de nosotros, la mayoría de los venezolanos, que indica que Bolívar fue el Libertador. Pero también tuvo sus detractores, como Marx, que en el pleno uso de sus derechos, por allá en el otro Imperio, fue un certero detractor de Bolívar. Lo condenó como un dictador de personalidad negativa e insignificante. Por eso no entendemos que algún ser pensante de estos albores del siglo XXI, se declare Bolivariano y Marxista, a la vez. Les debo un escrito, que trate el tema.  

Pero ahora, los marxistas acusan de nuevo a Bolívar. Y otra vez sin Derecho a la Defensa.

El colocar -simbólicamente, claro está-, los restos de la señora Manuela de Thorne, al lado de su amante, constituye el amancebamiento que exige la Ley Penal para que se constituya el delito. Ésta preceptúa como elemento del adulterio, el “Yacimiento carnal ilegítimo de varón o mujer casados con persona que no es su cónyuge”.

El adulterio “Es un delito contra la familia.”, dice el Diccionario Jurídico Venezolano. Y la familia es la célula fundamental de la sociedad, nos enseñó la maestra Micaela en el quinto grado del Grupo Escolar Feo, por acá en Calabozo. El aclamar el delito de adulterio del Padre de la Patria, de parte del poseso, es, -necesariamente-, sino la causa, un inequívoco síntoma de enfermedad terminal de este régimen.

El poseso trajo en recientes días, -simbólicamente-, los "restos" de la Sra Manuela de Thorne, quien fuera una de las numerosas amantes del Libertador. Fueron depositados en el Panteón Nacional, lugar reservado para los héroes de la patria, los individuos que merecen ser seguidos por quienes le sobrevivimos. Y doña Manuela de Thorne, casada con el Dr James Thorne en 1817, en Lima; no viene al Panteón por su destacada actuación a favor de la patria, “digna de ser seguida” por los venezolanos, no. La ponen al lado del Libertador, simbólicamente, repito, por ser la amante. A estos jerarcas de la revolución pregunto, ¿pidieron el parecer a los familiares de la Señora en Quito, y Mr. Thorne en Inglaterra?. Entiendo, que no hubo aprobación. Por lo que el poseso ha traído arena, en vez de restos humanos. Ha sido como el simbolismo de lo simbólico. Como lo ridículo de la ridiculez. Ahora Bolívar no se confortará, ni siquiera con Manuela, aunque sea de hueso, está ahora con un puño de arena inerte y seca. 

Estamos de acuerdo en que todos estos movimientos de muertos no son para satisfacer deseos de los muertos, estos no sienten. Son para masajear el ego del “vivo”.

El homenaje que se hace a los muertos no es a los muertos, sencillamente porque estos no sienten, porque están muertos, -valga la cacofonía de muertos. Son los “vivos”, que con la mayor iluminación se masturban, prolongando su final, quienes se hacen este auto homenaje.

Porque no tengo comunicación con Bolívar, Sáenz y Thorne, -el poseso, sí  parece tenerla-, debo tratar de hacer la llamada interpretación de la historia. Concluye la hermenéutica que: ninguno de los tres está de acuerdo con esta decisión del Gobierno Venezolano. No debemos colocar en la misma cripta a una Señora casada con un Señor que no es su esposo. Menos al Libertador que murió viudo. Y la opinión de Mr. Thorne, ustedes se la imaginan. En esa cripta debería estar, -si tuviésemos la obligación de realizar el despilfarro de dinero petrolero en el traslado-,  la esposa del Libertador, que está enterrada en Madrid, y no una de sus numerosas amantes.

Esta última aseveración del deber ser, la hace uno por conveniencias sociales parecidas a pacatería. Pero, interpretando lo que pudo ser más Simón, hombre de carne y hueso, más que el Bolívar Ciudadano, en la cripta del Libertador quien debería estar, si hay que malgastar la plata en el transporte simbólico de los restos de alguna mujer, repito, para que lo “acompañe”, pensamos,  es su prima Fanny.

Fanny Louise Denisse Dervieux de Villard, que así se llamaba esta prima de Simón, pariente  por el lado de los Aristeguieta, fue la primera secretaria de Simón Bolívar, desde 1804 al año 1806. Fanny era casada, y por esos meses, luego del viaje de El Libertador, tuvo un niño a quien puso por nombre Simón.  Contó Bolívar a Perú de Lacroix, según registra éste en su Diario de Bucaramanga: vida pública y privada del Libertador, que no era estéril, ¿tendrá que ver este Simoncito en esto?

Por cierto, esta prima es el canal para el último homenaje de parte del poseso a Bolívar, y sobre todo “homenaje” a nosotros los que aún sentimos. Sucede que de esta prima Fanny, un chavista en 1925 publicó una carta apócrifa,  es decir, falsa o fingida. -Decimos que este Luciano Mendible, que así se llamaba este farsante historiador, estaba con el poseso, con la misma licencia que ellos dicen que Bolívar era marxista, Simón Rodríguez socialista y Zamora revolucionario-. Este camarada Mendible, se le ocurrió que podía imitar la letra y los sentimientos de la prima, pero a este imitador, el Historiador Lecuna, el mismo Vicente de la avenida, le quita la mascara. Esta carta la cita el Presidente en la reciente visita a Santa Marta, como si fuera auténtica claro, y de memoria. De esto comenta nuestra admirada comunicadora, Milagros Socorro, “Hay ridículos que pueden evitarse.”. Nosotros comentamos: Aprender falsedades de memoria le restan tiempo al susodicho para gobernar, por eso la inseguridad, la comida cara y podrida. Y pregunto ¿Cuánto tiempo, pagado por nosotros, para que se trabajara gobernando, se gastó aprendiendo de memoria esta falsa carta dizque de la prima de Simón?

Si hiciéremos un ejercicio de Justicia con Ulpiano, el Jurisconsulto romano, que dice que Justicia es darle a cada quien lo que se merece, deberíamos preguntarnos. Ojo, no propongo nada, dije sólo preguntarnos, como ejercicio de Justicia, ¿por qué no está a su lado Fanny?

O bien podría acompañarlo en el Panteón, la amada esposa, María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza, madrileña, sobrina del Marqués del Toro, de quien oímos hablar en bachillerato. Bolívar se encuentra con María Teresa, cuando la muchacha contaba diecisiete años. Se casan el 26 de mayo de 1802 y viajan a Venezuela.  Pero apenas ocho meses después, el 22 de enero de 1803, muere la joven de fiebre amarilla. Tiempo después, Bolívar escribió: “Quise mucho a mi mujer y su muerte me hizo jurar no volver a casarme”. ¿Alguien podría tomar de estas palabras conclusiones un tanto diferentes a la que tomó el poseso con respecto a quién debe estar con Bolívar en el Panteón? Pregunto.

O debe estar, Josefina Machado, a quien decían cariñosamente, la señorita Pepita, quien lo acompañó en aquellos amargos momentos de la llamada Expedición de los Cayos, cuando el Libertador inicia el penoso viaje a la Isla de Margarita. Fue ella una de las doce beldades caraqueñas, -claro, seleccionadas sin el ojo de Osmel Sousa-, vestidas de blanco, designadas para homenajear a Bolívar en la entrada triunfal a Caracas, luego de la Campaña Admirable. En su oportunidad el Libertador le pide a un amigo decirle a Pepa Machado, “que si ella quiere que yo no la olvide, que no deje de venir para acá”.

O con María Ignacia Rodríguez de Velazco y Osorio, hermosa mujer que conoció el caraqueño en México, cuando Bolívar era menor de edad, contaba con 17 añitos, y la bella del romance era más que mayor de edad, según se tenía por mayoría para la época en México, que creo era a los 21 años.

O con la señorita Villard, bailarina francesa, con quien vivirá en Francia “en exceso de fiestas y placeres”. Esto sin dólares, ni maletines, porque no había petróleo. Incluso, se cuenta que sostenía públicamente a la bailarina.

O con Teresa de Lesnais, con quien se reúne Bolívar desde 1801, en Bilbao, España, hasta 1806 en Francia. El Señorito no terminaba una  para comenzar otra.

O con Anne Lenoit, de nuevo diecisiete años, y  otra vez francesa, pero que conoce el exseñorito, -viudo tiempo ha-, en Colombia, en 1812, y con la madura edad de 29 años.

O con Isabel Soublette, prima  de Pepa Machado, ya mencionada-, otra de las beldades seleccionadas, y vestidas de blanco (y no me pregunten por el email, por qué insistían estos escuálidos con el color blanco y no el rojo) cuando el homenaje en Caracas, junto a su prima Josefina. Se cuenta que fue el amor más secreto del Libertador.

O Julia Cobier, dominicana, a quien decían Jullienne, romance de 1815, en Kingston, Jamaica,  tiempos de la famosa Carta aquella.

O con una dama gocha, de Capacho, Juana Pastrano Salcedo.  Presuntos amoríos que suceden en los años 1819 y 1820.

O con Bernardina Ibáñez, Bogotá, 1820. Se casó esta dama posteriormente con el coronel Ambrosio Plaza. Simón Bolívar, quien para ese momento ya ostentaba el título de Libertador, se apasiona por esta muchacha, tanto que pone a Santander de “lleva y trae”, y en carta de agosto de 1820 le solicita al amigo -al mismo que se le solicitará la extradición, por el asesinato del pana, acusación: homicidio, premeditado, intencional y con alevosía, 200 años después-, que le “lleve y traiga”  a Bernardina: “dígale usted que yo también soy soltero y que gusto de ella más que Plaza, pues que nunca le he sido infiel”. (Paréntesis, quien se sonría en este párrafo, por lo de la fidelidad de Bolívar o, por lo de Santander como presunto asesino y “lleva y trae”, corre grave riesgo: la computadora contraerá un virus, que se manifestará a pantalla completa, cada vez que ocurra un crimen en Venezuela, con la risa y la imagen de Rizarrita, que aparecerá, y se oirá aunque usted  no tenga sonido, jiji jeje jaja, dirá el ex).

O con Joaquina Garaicoa, Guayaquil, julio de 1820, de 16 años. O con Manuelita Madroño, 1824, Perú.  O Paula Prado, o Francisca Zubiaga Bernales, también casada. O Benedicta Nadal, en la ciudad de La Paz, o María Joaquina Costas, 21 años de edad, Alto Perú, en 1825. Ella. También casada con el general argentino Hilarión de Quintana. O con Jeannette Hart, norteamericana.

O Gregoria Camacho, hermosa morena calaboceña, con quien Bolívar pasó las tranquilas noches de los ajetreados días de 1818, enmarcadas en la llamada por él, Campaña de los Llanos de Calabozo.

Necesario es terminar este escrito dedicado a Bolívar, y a su buen sentir, descanso, sosiego y permanencia, en el Panteón. Que como convenimos socialmente, no es el sentir de él porque los muertos no tienen “sentir”. Es la comodidad de la consciencia de quienes detentan el poder. Terminemos entonces, con las preguntas que se desparraman: ¿Por qué no descansa en paz con su legítima esposa? ¿Por qué no con una las señoras solteras? Que fueron las menos, pero las hubo. ¿O con una de las francesas? Que parece les gustaban en demasía. ¿O con una señora de apellido rimbombante, abundante, –más de dos-, y florido? Como Hart, Garaicoa, Cobier, Du Villard, de Lesnais, Lenoit, o Soublette. ¿O con una prima? Que también las hubo con alguna preferencia.

¿O con la negra Gregoria Camacho? Ya sabemos que la comodidad, dizque post mórtem  no se procura para los que están muertos. Seguro dirán los “vivos” que el Libertador es “revolucionario”, porque yace con una afrodescendiente. (Léase entrega anterior, llamada PEDRO CAMEJO, AFRODESCENDIENTE PRIMERO).

¿Y por qué no, con todas?

Saludos cordiales:

Eduardo López Sandoval, desde Calabozo, la capital del Llano integral colombovenezolano, 01 de septiembre de 2010.

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