No habrá edificios demolidos, no habrá puentes bombardeados, no habrá trincheras en la tierra, no habrá tanques en la calle, no habrá aviones de combate, no habrá misiles en el aire, no habrá búnkeres bajo tierra, no habrá minas terrestres, no habrá cascos azules, no habrá cruz roja, no habrá portaviones, no habrá submarinos, no habrá bombas estallando, no habrá camuflaje en la calle, ni habrá francotiradores… pero Venezuela está en guerra. No sé qué tipo de guerra, pero sin duda, no hay paz. Tanto crimen, tanto malandro, tanto policía corrupto, tanto juez indolente, tanta impunidad, tanto irrespeto a la ley, tanto agresividad en la calle… El resultado es que la gente en Venezuela muere a borbotones.
¡Es desesperante la situación! Uno no haya qué hacer, ni por dónde empezar. Las dos soluciones del extremo parecen imposibles. Por un lado, que venga un líder mesiánico y nos salve de todo (ya hemos constatado que esto puede no ser lo mejor). Por otro, organizarse (pero organizar a la gente en Venezuela cuando cada quien tira para su lado…).
Por eso, a veces me provoca que alguien salga a la calle, una especie de justiciero anónimo que acabe con todo de una buena vez y transforme al país en un sitio de amor, paz y alegría en el que todos adoremos vivir. Me imagino la imagen de este justiciero cual si fuese una película de acción en la que vemos al personaje prepararse.
6:00 am: el justiciero despierta de la cama. Se le ve una cierta inflexión en el rostro que indica que está alerta.
6:05 am: el justiciero se levanta y hace una sesión de combinados navales, abdominales, flexiones de pecho, y paracaídas para calentar y ponerse a tono por el día que le viene.
6:10 am: el justiciero toma un desayuno ligero, pero a la vez lleno de proteínas y carbohidratos que le proporcionan la energía necesaria para la gran lucha que tendrá que dar en el día.
6:20 am: el justiciero se ducha rápidamente, mientras canta canciones de batalla que le suben el ánimo y la moral.
6:30 am: ya secado, el justiciero pasa a ponerse su indumentaria de combate.
- Apretando una correa con rudeza, termina de poner el pantalón especial.
- Terminando de amarrar un triple nudo, vemos que se pone sus duras botas de cuero.
- Cerrando un cierre hasta el cuello y ajustando unos cierres mágicos, se coloca el chaleco.
- Luego, con mucho detalle, vemos cómo, con trazo firme, coloca rayas sobre su rostro.
- Terminando un nudo en la parte trasera de su cabeza, termina de ponerse una cinta.
- Agarra un cañón de calibre delgado, bastantes municiones y unas cuantas bombas.
6:45 am: el justiciero ya está listo para salir a la calle, pero justo, antes de abrir la puerta, se mira en un espejo que está colgado a la pared. Se ve por unos segundos en éste y ya, decidido a salir, agarra una careta especialmente diseñada para protegerlo de todo peligro. Cierra los ojos, la sube, la ajusta en su cabeza, respira profundo y vuelve a abrir los ojos. La careta está justo en su lugar: sobre la nariz. Además, tiene ese acostumbrado color rojo que siempre la caracteriza. Es que nuestro justiciero… es un payaso.
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