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Por Reuben Morales

A veces, debo ser sincero, me molesta la gente que se queja del autoritarismo o la dictadura, pero cuando está con los suyos se comporta como un dictador. Sucede en empresas, sucede con padres de familia y sí… sucede con mi esposa. Debo confesarlo. Fuera de casa vive quejándose de todo sistema opresor de gobierno, pero siempre que estamos solos, me azota hasta más no poder. A tal grado ha llegado la cosa, que ya mis amigos le dicen Benito y otros le dicen hasta Mao para después fregarme la paciencia diciendo “¡Eso!… Reuben ama a Mao”.

            Es que luego de estar en esta relación me he dado cuenta de que muchas mujeres pueden llegar a ser como los Estados Unidos: todo está en su sitio y es muy atractivo y divertido, pero si te llegas a portar mal… ¡te cae todo el peso de la ley!

Es como el famoso chiste del hombre que se muere, llega al cielo y San Pedro le dice que se portó tan bien, que puede escoger entre el cielo y el infierno. Ante semejante tentación, el hombre decide dar un tour de un día por el infierno para ver qué le conviene. Llegado allá, ve que hay bares con las bebidas más exquisitas del planeta, los manjares más sabrosos y las mujeres más hermosas a su orden; a la vez que todos están en una perenne rumba. Ya una vez terminado su “full day tour”, el hombre regresa al cielo y –sin pensarlo- le dice a San Pedro que está totalmente decidido: que se va al infierno. San Pedro, respetando su decisión, le dice que está bien y para allá lo manda. La cosa es que cuando el hombre llega nuevamente al infierno para pasar el resto de su eternidad, ve que hay puras pailas de gente ardiendo, llorando y todo huele a azufre. Ante este escenario, el hombre, asustado, le pregunta al diablo: “Diablo, ¿pero qué pasó? Yo vine ayer y esta era tremenda rumba. ¿Por qué ahora todo está feo y espeluznante?” A lo que el diablo le contesta: “Ay, amigo, le cuento: es que una cosa es el turismo… y otra, la inmigración.”

            De tal manera, me he dado cuenta de que una vez que se pasa a vivir en pareja, uno entra en una especie de régimen dictatorial en el que las mujeres gozan haciendo el papel de Estado mientras que nosotros sufrimos haciendo el papel de pueblo. Como muestra, sólo vean los curiosos paralelismos que hay entre el matrimonio y la dictadura:

1.      Existe un líder mesiánico que prometió sacarnos de todo problema y ahora su gobierno dura “para toda la vida o hasta que la muerte los separe”.

2.      Cuando ves televisión, sólo se ve el canal que impone el Estado.

3.      Existe un sistema de ideologización que te hace esconder la verdad para repetir las mismas mentiras una y otra vez: “Estas flaca… Tu comida es mejor que la de mi mamá… Amaneces preciosa… No me provoca mirar a otras mujeres…”.

4.      El hombre puede soñar con otros “sistemas de gobierno”, pero jamás puede expresarlo en voz alta porque si no lo friegan.

5.      El hombre puede llegar a padecer de una dieta semanal restringida.

6.      El hombre es propiedad del Estado y, como corolario de ello, todo lo que gana… se lo tiene que dar al Estado.

7.      A la hora de una guerra con territorios vecinos, el hombre debes salir a defender al Estado por un ideal del que ni siquiera está muy convencido.

8.      No se puede hablar mal del Estado porque éste tiene una red de espías que le hacen llegar todo a sus oídos.

9.      Está prohibido el derecho a reunión pública.

10.  Puedes abandonar el país exiliado. Pero eso sí: si te fuiste, no regreses. Te puede esperar lo peor.

11.  Hay sistemas de rastreo tan adelantados, que pueden llegar a investigar tu cuenta de internet.

12.  Si te portas mal, el Estado te puede castigar aplicándote el peor método de tortura que existe: ¡¡te quita “aquello” que por derecho te ha correspondido!!

¿Ven? Por eso, si uno quiere vivir en ambientes democráticos y pacíficos, debe empezar cultivando ambientes democráticos y pacíficos en el hogar, el trabajo y el círculo de acción diario. Sólo hay que recordar lo que dijo Ghandi, “no hay caminos para la paz. La paz es el camino”. Por eso ahora me despido y los dejo. Es que mi esposa necesita la computadora.

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