Nelson “iPodpelúo” Ramírez
En 1907, Cipriano Castro, presidente de Venezuela, acusa los síntomas de lo que después resultó, fístula vericocolonica. Una afección en la vejiga urinaria que según leemos en la literatura especializada requiere de cirugía. En el gobierno de Castro, comenzaban a vislumbrarse dos facciones claramente opuestas. Estaban los consabidos partidarios de quien detenta el Poder, por un lado, pero en la acera contraria comenzaba a ganar adeptos J. V. Gómez, Vicepresidente, aupado por un calificado grupo de políticos.
No había, en la Venezuela de entonces, quirófanos, de allí que la intervención quirúrgica se programó para practicarse en uno de los salones de la quinta “La Guzmania” residencia Presidencial de Maiquetía, hoy, estado Vargas. El equipo médico, dirigido por José R. Revenga, estaba secundado por sus colegas, David Lobo, Pablo Acosta Ortiz y Eduardo Celis.
En razón del enrarecido clima político en la improvisada sala quirúrgica, además de los cirujanos y enfermeras, se hicieron presentes, pistolas al cinto, dos espalderos del conspicuo paciente. La anestesia, consistía en inhalaciones de éter cuidadosamente administrado. Mucha dosis significaba la muerte por paro cardíaco. Poca o insuficiente, en dolores irresistibles que también podían conducir al colapso.
Iniciada la intervención, todo marchaba conforme a lo previsto, pero cuando Revenga se disponía, bisturí en mano, corregir la fístula, el anestesista, doctor Celis dio el siguiente alerta:
- ¡Se nos va, se nos va, al hombre le está bajando la tensión!
- ¡Si se va, se van todos ustedes- respondió con pésimas pulgas, uno de los espalderos dirigiéndose al equipo médico.
Temiendo por sus vidas, los doctores suspendieron la intervención. Las infecciones urinarias de Castro reaparecieron a los pocos días. Fue cuando se pensó en la necesidad de un viaje a Berlín adonde lo atendería el doctor Israel, afamado especialista.
Cuando, ya Castro estaba en plena recuperación reconvino a su médico J.R. Revenga:
- ¿Y por una operación tan fácil, aquí en Alemania, usted, me hizo salir de Venezuela, para dar lugar a que Gómez me diera un golpe de Estado? – a lo que el médico se defendió revelándole, por primera vez, la anécdota de la amenaza de los espalderos en pleno quirófano.
El relato de la fístula de Castro y su remoción como presidente de la República, me vienen a la memoria, ahora, que Hugo Chávez, ha viajado a Cuba para que le operasen, un simple furúnculo.
Chávez, no es un hombre valiente. En la historia venezolana de la medicina, es la primera vez que alguien viaja al exterior a operarse un padecimiento tan inofensivo.
Guapo cuando está en un “Aló, presidente” pero asustadizo y proclive a la capitulación, al escuchar un disparo, a tenor de sus ejecutorias el 4/F y el 11/A, nuestro Presidente ha vuelto a inscribir su nombre, en el anecdotario del miedo y de la falta de hombría.
Nadie, por supuesto, le pedía al Presidente que se internase en el Hospital Vargas, en el Pescozón, el Pérez Carrero o a cualquiera de los módulos del agonizante Barrio Adentro. Ese tipo de aventura azarosa, se la dejemos a las venezolanas y venezolanos, cuatriboleados, quienes saben cómo entran a nuestros destartalados centros clínicos, pero jamás cómo van a salir.
Lo de Chávez es diferente. Tiene la percepción que todo venezolano, médico o lego en medicina, es capaz de asesinarlo o anestesiarlo sin retorno. Por ello no acudió a ninguna clínica privada, ni pública tampoco. Si me pela el chingo de nuestra incuria sanitaria –habrá pensado- me agarra el la animosidad que he sembrado en todos los practicantes de la medicina privada.
Entienne La Boeti, explicaba las preferencias que sienten los déspotas por los condotieri. Estos últimos, son espectadores indiferentes de las crueldades de sus empleadores ocasionales. Vienen, les sirven, cobran y se regresan a sus países de origen. A ningún condotieri -de la política o de la medicina- le pasará por la mente atentar contra quien martiriza a un pueblo que no le duele, porque no es el suyo.
Esos negrazos que ofician de guardaespaldas de Chávez, lo confirman. Son traídos desde Cuba, porque les importa un cipote nuestro dolor compatriota. Ni les van, ni les vienen las tropelías que comete su patrón temporal. En cambio con un venezolano sufriente y doliente, uno nunca sabe. El recelo, la desconfianza, el temor le ocurre a Chávez con todos sus compatriotas. Primun no noncere. Primero no hacer daño. Con tal mandamiento comienza el decálogo médico universal.
Pero para Chávez, los venezolanos, médicos, veterinarios, abogados, militares o espalderos, sin faltar ninguno, somos sospechosos de querer quebrantar cualquier mandato deontológico sobre su persona.
Hay furúnculos en la fosa abdominal y furúnculos espirituales, que son los graves, de veras, porque no se sanan con cirugía. En tales casos lo que queda es gritarles a los afectados: “Eh, Chávez, eh Pérez, eh Rodríguez, eh como te llames: ¡vete a lavar ese furúnculo!
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