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Por Nelson “iPodpelúo” Ramírez

Hoy les relataremos cómo se batía el cobre en tiempos de Cipriano Castro en materia de arrastrársele al déspota.  Pío Gil, en su obra “Radiografía de la adulación en la Venezuela de Castro” lo retrata con su siempre afilada pluma.
“El Genio –cuenta Gil- estaba acurrucado sobre su bacinilla, rodeado de Tello Mendoza, José Rafael Reventa, Gumersindo Rivas, Torres Cárdenas y Corao, únicos partidarios cuya compañía aceptaba en esos momentos solemnes.
Corao, para matar el tiempo, leía un periódico que describía una de las giras triunfales de El Genio por los llanos augurándole a la región “grandes beneficios” a causa de  tan provechosa visita. Se admiraba, además el periodicucho adulón, de la rapidez de la marcha y aseguraba que Castro, único, impar e inigualable en todo, había batido, además, todos los records de bondad.
-       ¿Y cómo se llama ese periódico que tanto me alaba? – preguntó El Invicto.
-       “Vaciedades” –  respondió Corao.
-       ¿Vaciedades? ¡vaciedades las que necesito yo, carrizo…
-       ¡No! “Variedades” micomandantepresidente - rectifico Corao.
El Genio se volvió a retorcer del dolor y apretó el fundamento contra su cilicio intentando vencer el estreñimiento. Era la 84ª carga infructuosa para descongestionar, el intestino grueso –y el delgado también.
Pero no. El Invicto, corría el riesgo de perder su condición.
Entre los lambebotas cundió la desesperación. Más sufrían ellos que su jefe con los retortijones  producidos por un purgante de aceite de ricino que sabía a diablo, según las trágicas expresiones de sus rostros.
De pronto, el silencio de la estancia lo interrumpió una  nota débil y fina al principio, que fue aumentando en intensidad y haciéndose más grave y profunda, se extinguió ante una explosión estentórea, que llenó  el rancho de emanaciones ingratas, pero que no lograron producir ninguna  contracción en las caras de los áulicos. Esas emanaciones de El Genio o El Invicto,  muy distintas a las de los demás mortales, eran respiradas con delicia por los cortesanos.
-       ¡Victoria! -exclamó Revenga.
-       ¡Se salvó La Restauración – le replicó Tello Mendoza.
-       ¡El Dios cristiano, sí existe! – farfulló Torres Cárdenas quien de la emoción rompió a llorar.
Los áulicos terminaron fundidos en un multipersonal abrazo. Gumersindo puso un telegrama a los redactores de El Constitucional, dándoles participación de aquel soplo salvador.
El Genio se levantó de su trono forzoso, se aseó en presencia de los asistentes y le gritó al que –sin que nadie se lo pidiera-  se había hecho cargo de lavar la bacinilla:
-       Que no lo huela, siquiera, el redactor de “Vaciedades”  no vaya a decir, también que en aroma, también, he batido el record.
Y dirigiéndose a los cortesanos que le reían a mandíbula batiente el chiste soez El Invicto,  El Genio o El Impar, les espetó a sus supuestos incondicionales, el siguiente desplante propio del desprecio que sienten los adulados por quienes les adulan:
-       Diez días seguidos de banquete, diez días seguidos de constipación, más diez días rodeado, sin descanso de estos huelepedos. Ese, sí es todo un record mundial.
 Y  lo fue hasta que llegó la “Robolución” y lo rompieron, el vivo-bobo de la Cancillería, Jaua y Giordani, campeones mundiales, güelefurúnculos.

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