En la realidad venezolana hay una nueva fiesta que se suma a las ya conocidas de cumpleaños, bodas, despedidas de solteros, bautizos y graduaciones. Es la fiesta para despedir al que emigra o, como le podemos denominar, la fiesta del “me voy pa’l coño”.
Como otras, es una fiesta que tiene sus características propias, a pesar de estar enmarcada en un agridulce sentir. Para comenzar, es una fiesta con horario flexible. Comienza: como a las nueve de la noche. Termina: cuando el agasajado parte al aeropuerto.
En cuanto a los invitados, estos se caracterizan por tener dos cosas en común: son íntimos del agasajado y son los nuevos acreedores de algún cachivache que el agasajado no se puede llevar. Es así como a dichas fiestas asiste el nuevo dueño del carro, el nuevo dueño de la computadora y el nuevo inquilino del apartamento que quedará vacío. Claro, vale acotar que si usted está invitado y aún no es acreedor de ningún bien del agasajado, no se preocupe. En algún momento de la fiesta, al agasajado le dará un ataque de desprendimiento que dirá: “Agarra ahí cualquier DVD que te guste y llévatelo”.
Otra característica de estas fiestas, es que el agasajado quiere sentir por última vez lo que es estar borracho en suelo patrio. En tal sentido, se aprovecha del hecho de que lo estamos honrando para que en la fiesta se bote la casa por la ventana. Por tanto él gasta lo último que le queda de Bolívares y uno, lo último que le queda de quincena.
Ya durante la fiesta, ésta tiende a desarrollarse según el tipo de invitado que seas. Si eres el invitado que siempre se la pasa con el agasajado, sólo hablarás de buenos recuerdos. Ahora, si eres el amigo que sólo aparece en los momentos importantes, buscarás reponer el tiempo perdido bebiendo con el agasajado hasta el agüita de los hielos. Al final no importa el invitado que seas, todas estas fiestas terminan igual: en una pea llorona.
Si bien la despedida formal termina en la casa, muchas de estas fiestas se extienden hasta el aeropuerto. La cosa es que ahí la celebración entra en un profundo letargo porque todo el mundo está trasnochado y enratonado, mientras el agasajado está metido en la interminable cola del counter de la aerolínea.
Una vez superada ésta, llega el momento de la real despedida. La cosa es que ahora la celebración toma un sentir totalmente opuesto a la noche anterior. Cuando en la fiesta el agasajado anhelaba irse mientras nadie quería que se fuera; ahora a éste se le agua el guarapo y no se quiere ir, mientras todos están pensando: “¡Deja la cursilería y termínate de ir que tengo sueño!”.
Es así como terminan estas fiestas. Un nuevo tipo de celebración que te deja muy triste hasta el momento en que, pasados unos meses, recibes una llamada en la que te cuentan que el emigrante se regresa porque la vaina está muy jodida en Europa o en Estados Unidos. Así vuelve, se queda un tiempo, le vuelve a dar la crisis de quererse ir… y otra vez te invitan a “la fiesta”.
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