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Todo cuanto se diga es poco. La intolerancia se ha hecho rutina en la Asamblea Nacional, el modo descarado de imponer leyes sin real consulta a la nación es su característica predominante. Apenas funciona como oficina parlamentaria del gobierno, al ritmo que le ordene el inquilino de Miraflores.
Diputados y diputadas legales pero ilegítimos, no representan a más del 18 por ciento de los electores del 2005. Nunca sobra este recordatorio a tan desmemoriados parlamentarios: en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005, hubo 75% de abstención y 7% de votos nulos, oficialmente reconocido por el Consejo Nacional Electoral. Es decir, no representan a la nación, sólo a una escasa porción de los electores y electoras, lo que les debería recomendar comedimiento y sobriedad en sus actuaciones.
No sólo por ese dato de la realidad, la actual Asamblea Nacional es un pobre parlamento. El fanatismo y la ignorancia de muchos de sus integrantes redondean la mediocridad que caracteriza al Poder Legislativo, que en 2010 deberá entregar cuentas al electorado. Sin personalidad propia ese parlamento es una caricatura, que poco le sirve al país y al gobierno mismo, al que no controla ni investiga. Entre sus fallas adicionales está precisamente ser servil ante el jefe único y su equipo de gobierno, unos incompetentes, otros corruptos y los demás anodinos. Es un "Poder" Legislativo que ni ve ni oye, cuando de taras gubernamentales se trata; hace coro y aplaude los desvaríos autocráticos del jefe, especialmente cuando insulta y amenaza.
Esa mayoría parlamentaria, dirigida por el colmo de la pobreza intelectual, actúa por encargo, violentando las pautas constitucionales que rigen el proceso de formación de las leyes, para madrugarle al país con leyes desconocidas y nunca bien discutidas. Las y los parlamentarios chavistas gustan de imponer gríngolas a la pluralidad nacional, en contra de la voluntad mayoritaria de la nación.
Eso fue lo que ocurrió con la recientemente aprobada Ley Orgánica de Educación, cuyo énfasis primordial es el control por parte del gobierno y su intromisión en toda la cadena eduicativba nacional. Cofunden el democrático "Estado docente" con el mayor peso del estatismo sobre la educación, hasta el punto de imponer la Constitución cual texto religioso de la sociedad venezolana. Una Constitución con piernas cortas por la hipertrofia presidencialista que le impusieron los constituyentes de 1999.
No fueron escuchados los planteamientos críticos ni tomadas en cuenta las formulaciones y advertencias de muy diversos sectores de la sociedad, especialmente los vinculados a la educación. El diálogo fue sustituido por el insulto fácil y la descalificación de los interlocutores. Por eso, tendremos una Ley Orgánica de Educación propiciadora del control y la incidencia monopartidista del gobierno sobre contenidos y mecanismos en la realización del proceso enseñanza-aprendizaje, extendidos a los medios de comunicación social impresos, radioeléctricos y telemáticos.
Lo positivo que tenga el texto aprobado por la Asamblea Nacional, será opacado por la carga monopartidista de control que le asignaron los legisladores de aquel 18% del padrón electoral de 2005. Lo más triste de todo, es que los parlamentarios de marras carecen del afecto y el reconocimiento de la población, porque no supieron -ya no tienen remedio- ganarse la confianza de la nación, precisamente por ser subalternos gozosos del presidente Hugo Chávez.
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Semanario LA RAZÓN
www.larazon.net
Caracas, 16.08.2009