No voy a escribir sobre los padres, cada uno de ellos es especial, como lo somos cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta. Escribo específicamente sobre mi padre, lo que siento en lo más profundo de mi ser.
Un hombre grande, más allá de todas las cosas.
Lleno de amor hacia los demás. Por él soy quien soy, por él soy capaz de sentir a mi gente. Gracias a sus enseñanzas lucharé por lo que más deseo.
El me enseñó sencillamente a amar. El me enseñó que la vida puede resultar un poco dura y hasta injusta, pero que a pesar de mil adversidades hay que luchar por alcanzar nuestras metas.
Con él estoy y estaré eternamente agradecida, por el simple pero maravilloso hecho de haberme dado la vida, junto a mi madre, pero, sobre todo por enseñarme a vivirla.
Es un padre que a pesar de sus ocupaciones, de sus millones de compromisos, siempre tiene tiempo para decir y demostrar cuánto me ama.
También me enseñó que el dinero no importa, que lo más valioso que podemos llegar a tener es nuestro espíritu y nuestro amor.
Me ha conducido por el camino del desinterés de la bondad, de la lealtad, de la honestidad, del bien, del amor y la felicidad.
Siempre puedo encontrar en él, una mirada, un beso, una palabra y hasta un abrazo colmados de amor. Incluso en los momentos en que he merecido un llamado de atención de su parte, ha sido de una manera amorosamente severa.
Es un padre de quien me he sentido, me siento y me sentiré toda la vida, muy orgullosa, porque sé bien quién es, cómo lucha día a día, cómo piensa, cómo razona, cómo ama y hasta cómo y cuánto sufre.
Pueden decir lo que quieran, pueden inventar una y mil cosas, pueden culparlo, acusarlo y hasta hacerle daño. Y yo, aunque sufra, cada día de mi vida estaré feliz por haber tenido la maravillosa oportunidad de ser su hija.
Tengan por seguro que, pase lo que pase, aquí estoy y aquí estaré para continuar su lucha, que es la misma lucha de nuestro Simón.
Por todo esto, reitero mi compromiso, con Venezuela, con mi padre, con mi hija y conmigo misma, de continuar en la pelea, pero en una pelea llena de amor. Y así como mi padre es un soldado, yo también quiero serlo, y lo somos, somos soldados de amor y de justicia.
Yo, María Gabriela Chávez Colmenares, le grito al mundo, que me siento plenamente orgullosa de ser un pedacito de ese hombre maravilloso. Sí, me siento feliz de tener un padre que me enseña los valores más hermosos del mundo.
Y CADA DIA DOY GRACIAS A DIOS POR ESO.
ORGULLOSA DE SER HIJA DE HUGO RAFAEL CHÁVEZ FRIAS:
María Gabriela Chávez Colmenares. / RNV / AR
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