Por Luis Fuenmayor Toro
Es absurdo llamarse marxista o revolucionario y no haberse detenido en el análisis de lo sucedido con el llamado socialismo real. La caída y desaparición de la Unión Soviética y de todos los regímenes europeos orientales, luego de un experimento de setenta años, no es un hecho que pueda ignorarse, ni del cual podemos desentendernos, como si no tuviera nada qué ver con nosotros, con nuestras proposiciones y discusiones de años, con nuestras luchas y actividades concretas y sobre todo con nuestras esperanzas.
La historia no da marcha atrás, decíamos a menudo, y de repente vimos desaparecer ante nuestros ojos, en forma inauditamente fácil, lo que considerábamos indestructible y única expectativa de liberación y reino de la justicia. Pero, no sólo eso, sino que vimos emerger de sus escombros a toda una sociedad capitalista de mediano desarrollo, con los líderes comunistas convertidos en burgueses de reciente data.
No fue una coyuntura lo que llevó a aquellas sociedades a abandonar una práctica social y económica que pretendió ser distinta; se trató de un proceso de carácter estructural que las llevó a nunca poder superar la productividad capitalista, por lo que se mantenían sobre un voluntarismo simple y los deseos de una jerarquía de perpetuarse en el poder.
La mejor muestra del “hombre nuevo” que decían construir, ése que Chávez quiere formar con la ayuda de Diosdado y de Cilia, de Pudreval Ramírez y de los banqueros boliburgueses, fue Boris Yeltsin, Secretario General del Partido Comunista ruso, quien era un simple borracho, un sinvergüenza vividor de un socialismo que nunca alcanzó a serlo, clara demostración de la putrefacción ocurrida al interior de aquellas sociedades.
No es fácil aceptar que toda esa historia de luchas, toda esa literatura político filosófica de los bolcheviques, al final no condujeron al objetivo planteado. El pueblo que se inmoló frente al nazismo y que terminó por derrotarlo, para bien de la humanidad, no pudo, a pesar de sus esfuerzos, construir la alternativa al capitalismo explotador y depredador del ambiente, sino que terminó asumiéndolo como suyo.
“La cuerda revienta por lo más delgado”, afirmaba Lenin, para explicar por qué la revolución socialista se había dado en un país atrasado como Rusia y no en Inglaterra o Alemania, como debería suponerse del gran desarrollo de sus fuerzas productivas. Una cosa es evidente hoy: Las relaciones capitalistas de producción no han llegado aún a transformarse en camisa de fuerza que impida el desarrollo de sus propias fuerzas productivas, condición marxista necesaria para el nacimiento revolucionario del nuevo modo de producción.
Los campos recientes de la nanotecnología, la bioingeniería, la robótica inteligente, la teleportación, la genética, los nuevos materiales, la Internet, las telecomunicaciones, han oxigenado en forma gigantesca al capitalismo, permitiéndole un nuevo ciclo de expansión de sus fuerzas productivas, lo que ha alejado el todavía hipotético advenimiento del comunismo.
Es falso entonces que estemos en las postrimerías del capitalismo. Si hay un país conciente de ello, es China, cuyo gobierno sigue llamándose comunista, pero sigue una vía capitalista de desarrollo, que la llevarán en dos décadas a ser cabeza del mundo existente. El gobernante Partido Comunista chino, sin embargo, no ha dejado el control político del Estado.
El comunismo es para Marx un modo de producción claramente superior al capitalismo. No porque garantice el fin de la explotación, el nacimiento de la justicia social y de la igualdad y la desaparición del Estado y de su aparato represivo, que se supone los garantiza, sino porque es capaz de producir mucho más riquezas que el capitalismo, al quedar libres sus fuerzas productivas de la camisa de fuerza que llegarán a ser, en algún momento, las relaciones capitalistas de producción. En ello radica su superioridad: En producir ríos de riqueza capaces de satisfacer mucho más ampliamente las necesidades humanas que el capitalismo.
Pero, esto no se decreta y no depende de la voluntad de un líder. Se construye luego que la sociedad alcanza determinado nivel de desarrollo y se crean condiciones objetivas para su nacimiento y desarrollo: Población altamente capacitada a través de estudios formales de calidad, producción de conocimientos científicos y tecnológicos propios, desarrollo industrial integral, soberanía alimentaria, población saludable, seguridad jurídica, urbana y personal y seguridad social.
Es a partir de aquí cuando se hace posible transitar el camino al socialismo. Cualquier intento sin tener estas condiciones es simple voluntarismo y tratar de construir el socialismo a la machimberra. No se pueden saltar etapas previas que son obligatorias y limitantes, como se trató de hacer en la Unión Soviética con el fracaso como resultado, como lo quiso hacer Cuba, hoy claramente de regreso luego de medio siglo, y como dice querer hacerlo el presidente Chávez.
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