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Por Josué Domingo Fernández A.

www.comunicadorcorporativo.blogspot.com

La palabra cayapa, en la acepción de la gráfica de Maracay, cortesía de Luis Hidalgo,  no tendría equivalentes directos en el idioma alemán al tratarse de un venezolanismo; pero cuando le corresponda a los hechos contemporáneos de por acá su ingreso a la lista de extensiones de la etiqueta “REALPOLITIK”,  tal vez adopte la forma del título como referencia al Manual de Estado que se habría observado en Venezuela en los últimos once años y medio, para mantener amigos o disuadir a quienes no comparten designios, en cualquier territorio considerado propio, aquí o afuera.

Hacia el exterior, “realpolitik”, según la tradición original, sería de lo que se vale la cancillería caraqueña, por ejemplo en América Latina, en sus relaciones de dádivas que esconderían sobornos y corrupción con Cuba, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Nicaragua, antes el Chile de Bachelet y la Honduras de Zelaya también, así como con cualquier enemigo común tácito o expreso de un temido imperio que carcomería sus mentes. Prevalecería la idea de sustentar confabulaciones, a cualquier costo, para enfrentar en todo escenario al resto de naciones con afinidades de igual tenor con ese bochorno imperial, que excluye, desde luego, a  la subordinación a las cubanas y cubanos  registrada aquí en Venezuela.

Para salir de ese molde de la “REALPOLITIK”, habría que suplicar porque en el ámbito externo nunca se den desplazamientos de militares venezolanos que lleguen a concretarse en “weltpolitik” -justificados por amenazas de ese mismo imperio de la obsesión oficial-. Sería la siguiente etapa histórica que incluiría presiones armamentistas, y lo que resultó en el conflicto entre Alemania y las demás naciones, “por lo que se la considera responsable de una serie de crisis diplomáticas que precedieron a la Primera Guerra Mundial”.

Hacia adentro del país, la “Kayappa Politik Technik” tendría su grueso mostrario, durante los mismos once años y medio, en las intimidaciones y agresiones policiales, militares y judiciales contra gente indefensa en movilizaciones ciudadanas pacíficas, persecuciones y prisión de periodistas, líderes obreros y políticos, inhabilitaciones de la Contraloría de la República, acusaciones orientadas de la Fiscalía General, condenas de la Asamblea Nacional, leyes fuera de la Constitución Nacional, decisiones del Tribunal Supremo de Justicia de las que excluyen magistrados sectariamente, demoras de procesos judiciales, destitución de jueces estigmatizados como desafectos, y el catálogo seguramente no concluirá mientras haya años por delante.

Siguen el cierre de canales de televisión y emisoras de radio, expropiaciones a opositores de fincas, bancos  y otras de sus pertenencias apetecibles, reglamentación ventajista del Consejo Nacional Electoral,  connivencias para obsequiar prebendas para los seguidores, o para aniquilar a contrarios en PDVSA y demás empresas estatales, y  si algo faltaba, ya se adicionó un proceso contra la iglesia venezolana, concretado en la persona del Arzobispo de Caracas, Jorge Cardenal Urosa Sabino.

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