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Hay dos características que signan el actual proceso electoral, en cuyas vísperas nos encontramos.  Una es la gran incertidumbre que existe en lo que se refiere a sus resultados. La otra la constituye la enorme expectativa que hay de participación, cuya cifra da por el 70% del electorado, de forma que la abstención no podrá ayudar mucho al oficialismo en esta oportunidad, que es uno de los factores que más ha intervenido a su favor.

Existe una gran incertidumbre en lo que se refiere a los próximos resultados electorales, tomando en cuenta la situación de las encuestas, cuyos sondeos arrojan un empate técnico entre el oficialismo y las fuerzas democráticas, y el hecho es que con la estructura electoral, tal cual fue concebida, una situación de esta naturaleza no supondría el reparto de las 165 diputaciones de la Asamblea Nacional (AN) entre las dos fuerzas mitad y mitad, sino que una se llevaría más de la mitad en una forma desproporcionada, y esa sería la del oficialismo, cuyas condiciones están para que salga favorecida en ese sentido; puesto que si bien es cierto que la oposición domina los grandes centros urbanos, no menos cierto es que el oficialismo es fuerte en las áreas rurales, y como hemos dicho y repetido, en esta oportunidad a las áreas urbanas sólo le corresponden 65 diputaciones, mientras que a las áreas rurales le corresponderán 100 diputaciones. He allí lo que se ha venido denunciando como una gran injusticia desde el punto de vista electoral: un elector de un determinado circuito del estado Amazonas vale por cinco de uno del estado Zulia.

La segunda característica que mencionamos la constituye la enorme expectativa que hay de participación, cuya cifra da por el 70% del electorado, de forma que la abstención no podrá ayudar mucho al oficialismo en esta oportunidad; que es uno de los factores que más ha intervenido a su favor, llegando a darse el momento cumbre, precisamente, con ocasión de la elección de la actual AN, cuando las fuerzas democráticas decidieron no participar en ese proceso comicial, como consecuencia de la mucha desconfianza que prevalecía para entonces en la opinión pública, con respecto al sistema de votación diseñado por el CNE, y al cual se consideraba fraudulento. De modo que en esos sufragios se contabiliza una abstención de más de 80%; lo cual constituyó un triunfo, aparentemente, de la oposición, aunque a la larga se descubrió que por esta vía no se le entregaba sino en bandeja de plata la AN al chavismo. A pesar de que de que hoy en día se registra un grueso porcentaje de ciudadanos, que se consideran ni-ni, cuya cifra alcanza a un 30%, y a quienes están dirigidas todas las baterías por parte del chavismo, en lo que se refiere a su propaganda; ya que una parte de ellos han sido chavistas, es decir, son chavistas arrepentidos; pero quienes todavía no han podido ser convencidos por la oferta política de las fuerzas democráticas. ¿Los podrá convencer nuestro teniente coronel con una nevera de esas que dicen que anda regalando por nuestras barriadas populares? Eso está por verse.

La circunstancia es que de producirse el escenario antes planteado, en cuanto a que la oposición obtendría mayoría de votos, mas no así de escaños en la nueva AN, dicho escenario daría lugar a un grado tal de desmoralización en las filas del chavismo, que sería otro gran golpe para su causa, y lo que conllevaría a la larga a que se manifestara la figura del tránsfuga, lo que en criollo conocemos como el salto de talanquera a nivel de los diputados que conformarían la fracción del PSUV: algo que se ha asomado entre las jugadas por venir para el futuro más inmediato después de este 26 septiembre. Para el propio Chávez, apelando a su misma terminología escatológica, esta sería una victoria de “merde” para su causa. Pero, además, lo colocaría a éste en la posición de perdedor con muchas dificultades para llegar a 2012, con motivo de sus aspiraciones, y lo que ya se refleja en las encuestas, donde no sólo se observa el descalabro que sufre en cuanto a los niveles de su popularidad, ubicándose por debajo del 30%; lo cual es un nivel alto todavía, es cierto, sólo que a esta altura ya hay dirigentes de la oposición que lo superan a ese respecto. De modo que ya se puede decir que este señor tiene los días contados en la presidencia de la República.

Porque, además, esta es una aspiración que ya comienza a generalizarse en el ánimo de los venezolanos; habida cuenta del rotundo fracaso que ha resultado ser el teniente coronel como gobernante, y quien en otrora era exceptuado de la responsabilidad de muchos de los grandes problemas que hoy nos aquejan, y para lo cual se había elegido como jefe de Estado, en tanto que líder llamado a buscarle una solución a los mismos, ya que sus dotes de demagogo brillantísimo le permitía gozar de este consentimiento entre las masas populares, pero que las que se han cansado de tanta promesa, como se puede observar en nuestro medio social, trasladando hasta ahora dicha responsabilidad a sus colaboradores. De manera que su paso por la presidencia de la República no ha hecho sino agravar las vicisitudes sociales, y es así como su gestión hoy en día se relaciona con una gran pesadilla que ha tenido de confrontar el país, y lo que ha dado lugar a la configuración de aquel sentimiento que en otra época se conoció como “el voto-castigo”, y de allí el hecho de que las encuestas registren cerca de un 70 por ciento de posibilidades de los electores en estos sufragios por venir.

Obsérvese si no es un hombre desesperado, ese que se ha dado a la tarea de salir a las calles a vender de nuevo su liderazgo, estando de por medio una justa electoral; porque, con independencia de las limitaciones que presentan los candidatos que van en las planchas del PSUV, razón por la cual ameritarían el impulso de ese portaviones que fue este señor hasta hace muy poco, para poder alcanzar un escaño en la nueva AN, al teniente coronel no lo mueve sino la obsesión que ahora le ha entrado de las elecciones del 2012, y así que lo que persigue con su presencia en las calles es tratar de recuperar ese terreno perdido, manteniendo ese factor que también ha actuado a favor de dicho liderazgo como es la polarización.

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