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Cada día que pasa se torna más grave el asunto de la huelga de hambre de los estudiantes universitarios que se han sembrado en las puertas del edificio de nuestra capital, donde funciona la sede de la PNUD.

Una acción de protesta derivada del hecho de la injusta política administrativa que sigue este gobierno contra las universidades nacionales, mientras mantiene una actitud de completa indiferencia frente a esta determinación estudiantil, llegando a posturas infantiles como esa de pasar a cada instante un video por Venezolana de Televisión de uno de los supuestas huelguistas desayunando con un cachito y un jugo, tratando de subestimar esta situación; al igual que hizo este gobierno con Franklin Brito, y a quien llegaron a llamar “el artista del hambre”, henchidos como están de cinismo y de soberbia.

Alguien escribió por la prensa que lo que pretende esta gente es someter a las universidades nacionales, tendiéndoles un cerco fiscal, y así imponer una educación a la cubana: veneno ideológico, una enseñanza parcializada, que es lo que se estila en regímenes comunistas, como ese al que pretende encaminarnos nuestro teniente coronel, y que implique la desbandada de su personal docente más calificado; cuando a esta altura un buen porcentaje ha tenido que emigrar del país como consecuencia, precisamente, de ese cerco fiscal al que se ha sometido a estas casas de estudio.

Aquí bien cabe evocar ese dicho muy venezolano que dice: primero zapatos y después alpargatas. Esto significa, que después de haber impartido nuestro sistema de educación superior una enseñanza que preparó a un profesional capaz de dar la talla en todos los terrenos, patentizado en Pdvsa, una empresa que se transformó en la segunda transnacional más importante en el mundo; y luego en la modernización de Venezuela que, mal que bien, se estaba llevando a cabo, con errores y rectificaciones, como sucedió con el gobierno de Rafael Caldera, cuando se corroboró que era por el camino que había dejado el gobierno anterior, es decir, el gobierno de Carlos Andrés Pérez que había que andar, y así estábamos cuando llegó el comandante y mandó a parar.  De esa enseñanza, en resumen, a una basada en la contemplación, más que en la investigación, que había sido la clave de aquella enseñanza.

En ese sentido, volveríamos a la época en la que las universidades sólo estaban dedicadas al estudio de la teología; sólo que ahora esa teología en lugar de ser cristiana, sería marxista, y es a lo que le quiere salir adelante esta juventud, cuyas preocupaciones van más allá de esos anacronismos, habida cuenta del gran fracaso que significó todo experimento de carácter comunista. No se pase por alto que a la caída del Muro Berlín se dijo de inmediato que la historia del fracaso de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de sus satélites dejaba la gran lección de que el comunismo era el camino más largo para llegar al capitalismo, y esto porque, en definitiva, lo que ha venido a imponerse ha sido el modo de producción, basado en la economía de mercado y, por añadidura, en la democracia de partidos, sobre todo, en la mayor parte de esos países. El socialismo llegó a su final, y esto lo saben estos muchachos que no ven un seguro muy promisorio a propósito de ese objetivo chavista.

Es la conducta del bochinche la que le sale a esta gente cuando la ministra de Educación Universitaria, en lugar de oír los reclamos de estos estudiantes, termina proponiendo una reforma universitaria, y dentro del más rancio espíritu de las circunstancias que rodearon la famosa revolución del Mayo Francés de 1968, que en este caso sería ahora una postura juvenil. De hecho, se ha considerado la década de 1960 como muy juvenil, habida cuenta que quienes impusieron las nuevas modas y costumbres de la sociedad contemporánea fueron las distintas generaciones de jóvenes, que se sucedieron unas tras otras a lo largo de ese decenio, y que es lo que Octavio Paz conoce como revolución cultural, y que no los fueron nunca las chinas, a propósito de los diferentes movimientos que trataba de impulsar el régimen de Mao Zedung desde las alturas del poder, a través de su esposa, y cuya propaganda revestía ese nombre, lo que traduce, circo, espectáculo: un poco parecido a lo que sucede ahora con la ministra Córdoba. Venir con esta postura en este instante, luego de haber pasado más de cuarenta años de la revolución del Mayo Francés, cuya onda expansiva llegó a Venezuela, y aquí al comienzo de la década de 1970 se vivió un proceso de reforma universitaria, y que suscitó hechos como el allanamiento a la Universidad Central de Venezuela por parte del primer gobierno de Caldera; de modo que hubo una época de discusiones, en ese sentido, en todas nuestras casas de educación superior, como esa a la que quiere volver la ministra Córdoba; por lo que resulta un anacronismo, pero que esta alta funcionaria lo asume, porque lo que ella busca es mirar para los lados, en relación a reclamos bien concretos que le hacen los jóvenes en huelga de hambre.

La gravedad de esta protesta se mide en esas acciones desesperadas que hemos visto que ha desatado el gobierno, a través de sus tarifados: supuestos estudiantes de la UCV que se han amarrado con unas cadenas a la entrada de su recinto, exigiendo rendición de cuentas administrativas a las autoridades de esta misma casa de estudios; unos, por una parte, y otros han intentado secuestrar, y hasta linchar a dichas autoridades; movilizaciones del propio oficialismo, financiadas con dinero de todos nosotros los venezolanos, y las que han sido llevadas de un lado a otro a los fines de dar la impresión de consenso alrededor de la materia. Lo que decíamos atrás: bochinche, bochinche. No es por  plata, por lo que el gobierno ahoga a nuestras universidades, si tomamos en cuenta que ha regalado en el extranjero 60 mil millones de dólares.

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