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Berlín, 18 jun (Telám).- Alemania cedió en sus posiciones maximalistas para que la Unión Europea (UE) asegure un nuevo auxilio financiero a Grecia y evite la quiebra del país, mientras el gobierno heleno busca evitar un colapso político que dispararía una situación de caos.
El anuncio in extremis de un acuerdo entre Berlín y París reanimó algo a los mercados, elevó levemente la cotización del euro y, por sobre todo, puso un límite temporal al desarrollo de la larga agonía económica griega que amenaza a la Eurozona en su conjunto.
El presidente francés, Nicholas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, anunciaron en la mañana de ayer que actuarán coordinamente para garantizar el desembolsó de 18.000 millones de dólares junto con el FMI, para que Atenas pueda pagar sus vencimientos de deuda del próximo mes de julio.
"Hemos encontrado una solución", afirmó con fuerte énfasis el presidente francés durante la conferencia de prensa conjunta tras reunirse con Merkel en Berlín.
Sarkozy logró que su colega retrocediera y cediera ante la presión de la mayoría de la Eurozona, incluída Grecia, que temía que la exigencia alemana a los bancos acreedores para que asuman las pérdidas de una reestructuración de la deuda griega, termine desencadenando un efecto en cadena sobre otros países.
Las agencias calificadores de crédito, como Standard & Poor´s y Moody´s, dijeron esta semana que un canje de títulos de la deuda griega para alargar los plazos de pago del país sería considerada como cesación de pagos o "default".
A pesar del tenue alivio de los mercados a este anuncio franco-alemán, la crisis de Grecia sigue lejos de resolverse. El provisional paso atrás alemán permitirá, en el mejor de los casos, retrasar una reestructuración y ganar tiempo para que éste sea hecha de una manera ordenada y no por un "golpe de mercado".
Esta afirmación se comprueba fácilmente si se tiene en cuenta que Grecia tiene, todavía, que asegurarse la aprobación parlamentaria del nuevo plan de ajuste exigido por Bruselas y, si lo logra, superar la creciente y masiva resistencia popular a los recortes.
Del otro lado, la cesión alemana de ayer no ha cerrado la discusión en el seno de la Eurozona, simplemente ha ganado un tiempo crucial para poder continuarla ya que no hay acuerdo entre los gobiernos que la integran sobre una solución de fondo.
El primer ministro griego, Giorgios Papandreou, procedió ayer a una remodelación de su gabinete, apelando a enroques de cargos y renuncias. Mañana comenzará en el Parlamento, y en medio de fuertes disensiones en el oficialista PASOK (socialista), la discusión sobre este segundo plan de ajuste.
Rechazado por la oposición conservadora de Nueva Democracia, que pide elecciones anticipadas, y por toda la izquierda, el nuevo plan de ajuste fiscal 2012-2015 se basa en aumento de la presión impositiva; más recortes del gasto público, incluyendo el despido de 150.000 empleados, y la privatización de las empresas estatales para recaudar 50.000 millones de euros.
La huelga general del miércoles pasado y los choques cada vez más violentos entre policías y manifestantes en las calles, están indicando -junto con la división en el PASOK y la falta de consenso de éste con Nueva Democracia- un cuadro de disgregación y debilitamiento político del gobierno de Papandreou.
Excluída, teóricamente, la posibilidad de que el primer ministro pierda la votación del plan, la cual tendrá lugar el martes en el Parlamento, Papandreou tendrá que mostrar que puede seguir gobernando en los hechos y, en el caso de la UE, que es capaz de sellar un acuerdo para tener una sola línea y voz sobre Grecia.
Pero en el supuesto caso de que todos estos elementos puedan reunirse, lo único que se conseguiría sería postergar la caída de Grecia, su "default" y, con éste, un efecto dominó sobre toda la Eurozona y, finalmente, sobre el propio euro como moneda común.
Los números por sí solos así lo muestran: el acuerdo UE-Grecia, que se basa en el plan de ajuste indicado y un nuevo auxilio europeo y del FMI de unos 90.000 millones de euros, tiene como objetivo bajar el déficit fiscal al 3% en 2014.
Pero incluso si Grecia, a costa de altos costos sociales, arribara a esa meta, la deuda pública aún equivaldría al 150% del PBI en 2014, aunque la mayoría de los títulos griegos estarían en manos de gobiernos europeos, del Banco Central Europeo (BCE) y del FMI.
En ese caso, los bancos acreedores privados, fundamentalmente alemanes y franceses, habrían bajado a mínimos su exposición a un "default" griego que es, justamente, la amenaza que hoy pende sobre sus cabezas y la de todo el sistema financiero europeo.
En cualquier caso, con un rendimiento anual del 17% anual, los bonos de la deuda griega revelan la completa insolvencia del país.
El intento de recorrer un camino de recesión, aumento del desempleo y retroceso del PBI, para asegurar el pago de una deuda de 300.000 millones de euros, parece destinado a un fracaso similar al cosechado por Argentina en el período 1998-2001.
Con la importante diferencia de que una quiebra desordenada sería, en el caso de Grecia, un golpe de características históricas para la unidad monetaria, económica y política de Europa, y más allá aún.
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