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Por Augusto Figueroa
En el último encuentro con su colega brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, el presidente Hugo Chávez negoció con el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES) un préstamo por 4.300 millones de dólares, que tendrán como destino abonar a las deudas con empresas de ese país.

Ni un dólar llegará Venezuela. La cifra es menos de la mitad de un total de 10.000 millones que el jefe de Miraflores esperaba obtener de los socios sureños para atender urgencias en moneda dura provocadas por la crisis de los precios del petróleo, la desastrosa administración de los recursos en los últimos años de bonanza fiscal y los escándalos de corrupción.
Brasil ha logrado una posición privilegiada en el intercambio comercial con Venezuela. La balanza de pagos ha sido tan favorable para el gigante suramericano que hasta el mismo Lula expresó en una de estas reuniones que trimestralmente están pautadas, apenarse por tales índices.

Mientras, Caracas compra más de 5.000 millones de dólares en alimentos, productos industriales y combustibles, Brasilia sólo compró en 2008 unos cuatrocientos millones de dólares en productos venezolanos. Pero, hay que sumar los contratos para la construcción de obras de infraestructura (III puente sobre el Orinoco y Metro de Caracas, entre otras) que aumentan significativamente los beneficios que para los sureños tiene esta relación bilateral.
Pasaron los tiempos en que los presidentes Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso planteaban que las dos naciones suramericanas caracterizadas, una por estar entre de los grandes productores mundiales de petróleo y la otra por su potencial industrial y un gran mercado de más de 180 millones de habitantes, no se habían descubierto mutuamente, pese a ser vecinas, “andaban espalda con espalda”.
POTENCIA EMERGENTE
Una relación estrecha con un socio tan importante, que emerge como una de las potencias económicas, en el octavo lugar del ranking mundial y de prestigio creciente en la arena internacional, se ha disparado en los últimos años, es beneficiosa para muestro país. Pero, debería colocarse en términos más justos en el intercambio y de mutuo beneficio en la relación bilateral. De lo contrario, se estimula la dependencia del más débil y las aspiraciones imperiales del más fuerte.

Los vínculos con Brasil deberían ser motivo de más serios análisis por parte de todos los sectores políticos y sociales porque podríamos llegar a un nivel de dependencia en sectores estratégicos y claves para nuestro desarrollo.

El país está importando la mayor parte de los alimentos mientras la producción nacional languidece, gracias a la desacertada política agraria de invasiones de tierras y de planes absolutamente irracionales en los llanos de Barinas, Apure y Guárico, también en Zulia, que han conducido al caos a suministros tan importantes como el maíz, arroz, azúcar, carne y leche. Los ingentes ingresos petroleros permitían traer esos rublos del exterior. Especialmente de Brasil que se ha convertido en uno de nuestros grandes abastecedores de alimentos, junto a Estados Unidos y Colombia.
También, como consecuencia de la ineficiencia y de la ruina a que se ha conducido a la estatal petrolera Pdvsa, Brasilia nos está suministrando gasolina para el mercado interno y para cumplir las cuotas asignadas en el mercado externo. Tal dependencia alimentaria y energética es un riesgo para soberanía nacional, que tanto proclama el discurso oficial. En todo caso, nuestro país con grandes extensiones de tierra cultivable y ríos cuyas aguas se pierden en el mar, subutilizados por una administración ignorante de la enorme riqueza que serían capaces de generar, no se justifica tal desperdicio de dinero en bienes que podríamos producir y lograr la autosuficiencia alimentaria, que hoy constituye auténtica expresión de independencia. Además de tener reservas de crudo, entre las más grandes del mundo.
Hoy el clamor en el campo venezolano es por agua, que esperamos caiga del cielo para efectuar la siembra, desconociendo el sistema de riego, apenas usado en algunas regiones.
EXPERIENCIA PARAGUAYA
El planteamiento viene a colación por los hechos producidos en las últimas semanas en las relaciones entre Brasil y Paraguay. Desde 1973 ambas naciones suramericanas comparten la explotación de Itaipú, una de las más grandes hidroeléctricas del mundo. Para su construcción cada país contribuyó con un fondo de 18.000 millones de dólares. Como la pequeña nación guaraní carecía de una cifra tan elevada, su vecino hizo el aporte correspondiente.
Paraguay sólo necesitaba el 5 por ciento de la energía producida por el gigante energético y como socio compartía el 50%, el excedente se lo vende a Brasil a 45,31 dólares por megavatio hora, de los cuales sólo recibe 2,8 dólares y el resto 42,5 se dirige al pago de la deuda. Hace 36 años que los paraguayos pagan y la deuda continuará hasta 2023, serán 14 años más, medio siglo pagando la deuda sin fin, como la guerra de los sertaos en el campo brasileño, tan magistralmente narrada por Mario Vargas Llosa en su novela.
Durante esos 50 años, Brasil paga siempre el mismo precio por la energía eléctrica paraguaya. Negocio tan insólito y vergonzoso hecho por la dictadura de Alfredo Stroesner, como la venta o la colocación del petróleo a los precios actuales, como garantía en los préstamos que el gobierno de Chávez ha concluido en los últimos meses con China, Japón y el mismo Brasil.
Asunción siempre ha reclamado un trato justo por parte de su vecino, sin lograr avances en una solución al desigual trato. El presidente Fernando Lugo, que tuvo como lema fundamental de su campaña electoral el rescate de la energía de Itaipú y la revisión del injusto tratado que esgrime Brasilia como inamovible, viene reclamando una revisión del tratado que reconozca los derechos de Paraguay a disponer totalmente del 50 por ciento de la producción de energía de la presa para venderla en el mercado de manera libre y soberana a los precios actuales y no de hace 36 años.
También Ecuador ha hecho reclamaciones a Brasilia por la actitud del BNDES y la constructora Odebrecht, negándose a pagar la deuda.
TRATADO LEONINO
Brasilia se niega a revisar el tratado aduciendo que la deuda no ha sido saldada y que éste establece la obligación de vender el megavatio hora a 45,31 dólares. Para Lugo la deuda ha sido más que cancelada en los 36 años que lleva pagándola mientras recibe un miserable pago de apenas 2,8 dólares por megavatio hora.
A propósito de estos hechos es bueno recordar que Venezuela está suministrando hace varios años energía de Guri a la zona limítrofe del norte de Brasil por el llamado sistema interconectado. Que recordemos hubo reclamaciones por algunos columnistas por el bajo precio que recibe nuestro país, por debajo de los del mercado mundial, según decían. Revisar esos contratos no sería mala idea. De lo que estoy seguro es que por ese abandono y dejadez típica de nuestros gobiernos, tanto de la cuarta como de la quinta, el negocio no nos favorece. Mientras la región de Guayana, productora de esa energía sufre apagones cada día, hasta de 8 y más horas, con gran daño para la economía regional).
En la segunda semana de mayo de este año Lugo se reunió con Lula y varios de sus ministros en Brasilia para tratar las propuestas de revisión del tratado que los brasileños se niegan a revisar y entregar a Paraguay la soberanía y su derecho a disponer de su cuota de Itaipú. A cambio, ofrecen un crédito de 1.500 millones de dólares para infraestructura y 110 millones anuales como pago adicional por el suministro de energía eléctrica.
El rechazo de Lugo fue inmediato. Observó el ex obispo presidente que esa deuda está más que saldada con el humillante descuento 95 %, que hace Brasil del precio de cada megavatio. Mientras Paraguay recibe solamente el 5 % del valor. Se nombró una comisión de ambas naciones que presentará su informe en vísperas de la cumbre de Mercosur que tendrá lugar estos días en Asunción. En intento por resolver el problema que “el gran hermano” pretende eternizar.
Carlos Belmelli, director general paraguayo de Itaipú, negó a BBC que la empresa Electrobras tenga la preferencia sobre la energía del complejo hidroeléctrico. “Esa es una interpretación abusiva (del tratado), una situación de prepotencia porque Brasil es mayor”. Algunos altos personajes brasileños, entre ellos el ex presidente de Electrobras, Luiz Pinguelli Rosa, profesor de la Universidad de Río, se manifiestan partidarios de hacer “concesiones”, siempre que no causen grandes pérdidas al gobierno. Asegura que el tratado si establece la preferencia para Brasil del suministro de energía. Todo indica que Brasilia no cederá hasta 2023 la soberanía a Paraguay para que disponga de sus propios recursos energéticos, basado en un tratado completamente fuera de las realidades de este siglo XXI.

MOVILIZACIÓN MILITAR Y FRONTERA

 
 
Como ha ocurrido en oportunidades anteriores cada vez que Paraguay reclama sus derechos ante su gran socio aparece una movilización militar a la frontera donde confluyen Argentina, Uruguay y Brasil para garantizar “la soberanía regional”. La movilización de 2.000 militares se denomina Operación Frontera Sur con la explicación de enfrentar el contrabando y la piratería, trafico de armas, drogas y personas.
Se trata de la “zona caliente” de la Triple Frontera, donde se ubica Ciudad del Este, 700.000 habitantes, uno de los centros comerciales más activos del planeta, sólo comparable con Miami en Estados Unidos y Hong Kong en Asia. Se ha calcula que el intercambio en esta ciudad paraguaya genera más de 12.000 millones de dólares. Siete mil brasileños (sacoleiros en el argot popular) pasan diariamente a comprar mercancía en la zona franca y venderla en su país, librándose del pago de impuestos.
Pero, no sólo es comercio, también existe la sospecha de que grupos terroristas internacionales nutren sus finanzas con los aportes que les generan sus negocios manejados por células de activistas, entre esos grupos se menciona a Hezbolá, con destacado protagonismo en Medio Oriente. En las elecciones de Líbano este domingo, el grupo extremista islámico podría convertirse en ganador y pasar a ser gobierno en la convulsionada región.
Según un informe del ministerio de Defensa de Brasil, el operativo militar trata de contener el comercio ilícito de zona fronteriza. Pero, las autoridades paraguayas del Alto Paraná expresan su preocupación porque el despliegue militar puede generar la caída de la actividad comercial de la región, principal fuente de ingresos del país. Sin embargo, para el ministro brasileño Nelson Jobim afirmó que se trata de la “defensa de la soberanía”.
Sin embargo, para la opinión pública paraguaya se trata de una respuesta brasileña a las reclamaciones de independencia para disponer de los recursos estratégicos de Itaipú, que aspiran vender en el mercado y obtener mejores beneficios para la población de una de las naciones más pobres de América Latina.

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Semanario LA RAZÓN

www.larazon.net

Caracas, 07.06.2009