Por Juan Antonio Herrera Betancourt *

 

El Ejército Libertador, en el orden ideológico tuvo una marcada influencia de la independencia de los Estados Unidos y de la revolución francesa, y en el orden organizativo de la corona española. Fue constituido por hombres sin ninguna formación militar que en su gran mayoría provenían del sector rural, y sus oficiales eran comerciantes y agricultores que se fueron instruyendo y formando durante los combates hasta alcanzar la gran destreza y capacidad que les permitió derrotar a un ejército instruido, organizado, bien dotado y con experiencia de combate, como fue el ejército expedicionario español.

 

Dio grandes conductores militares, en cuya cúspide se coloca aquel joven que a los 15 años de edad (1798) recibe el Despacho de Subteniente de la Sexta Compañía del Batallón Infantería de Blancos de los Valles de Aragua, para después convertirse en El Libertador y ser el gran héroe y principal líder de aquella gesta de independencia. Con su muerte empieza a desaparecer ese ejército para darle paso al caudillismo regional constituido por generales independentista, a quienes sus servicios les fueron recompensados con grandes extensiones de terrenos en sus regiones de origen y utilizaron a esa gran cantidad de hombres que quedaron sin ningún horizonte de vida, ya que su única ocupación durante muchos años fue la de "guerrear", como era la realidad de los soldados desmovilizados de la época, para que conformaran la peonada de sus grandes haciendas y se constituyeran en "ejércitos" particulares de cada caudillo.

 

Eso trajo como consecuencia el militarismo que junto al caudillismo y el autoritarismo, fueron los signos que definieron la conducción del país durante casi todo el siglo XIX. Por eso, podemos decir con toda propiedad, que de aquel Ejército Libertador no quedaron rastros, sino su degeneración que más tarde terminó en las tristes montoneras, como símbolo de la organización militar de la época.

 

 

Es a partir de la llegada de los andinos al poder (1899) cuando se inicia un nuevo camino en la organización militar en el país, después de que estos acabaran con el caudillismo del siglo XIX y la etapa en la cual el que quería hacer política se iba a "guerrear". Estos imponen la paz, que era aspirada por todos, después de un siglo de guerras, y es aprovechada por los triunfadores para reafirmar su dominio y dar inicio a la formación de un Ejército Nacional profesional y permanente.

 

El 4 de julio de 1903 es decretada la creación de la Academia Militar, la cual inicia sus actividades el 5 de julio de 1910, significando un paso fundamental y trascendente en el proceso de la profesionalización militar en un período de profundas reformas y progreso integral para estructurar una institución moderna y con alcance geopolítico nacional. Ese esfuerzo fue acompañado por otras ejecutorias en el orden educativo, de organización y bienestar, dando inicio al envío de los primero oficiales a estudiar en el exterior, y con gran atención para el personal de tropa. Lamentablemente este proceso tan significativo se empieza a interrumpir a partir de 1913, cuando el deseo de perpetuarse en el poder y utilizar a la Fuerza Armada como soporte político y dictatorial se hace evidente.

 

 

A partir de 1936, con la transición hacia la democracia, se inicia una etapa de dignificación y tecnificación. Se habla por primera vez de la "Institución Castrense". Se restablece la plena vigencia de las Academias Militares, elevando sus niveles educativos, y se reinicia el envío de oficiales a estudiar en el exterior. Los acontecimientos de octubre de 1945 ponen en evidencia la lucha generacional por el liderazgo en la Fuerza Armada, imponiéndose abruptamente una nueva generación, lo que trajo enfrentamientos por la consolidación en el poder, lo cual se materializó con los sucesos de noviembre de 1948, dando inicio a una etapa de transformación, que significó un gran avance educativo con la creación de institutos de especialización a todos los niveles, y una profunda reorganización y moderno equipamiento de la institución armada.

 

 

La nueva etapa que se inicia en 1958, va a marcar un gran cambio en la concepción ideológica de la Fuerza Armada. Los primeros tiempos fueron de enfrentamientos e interpretación de lo que se abría ante la institución. La subversión castro-comunista señala un reto, al cual respondió la institución militar actuando conjuntamente, dando pleno acatamiento al mandato constitucional, para así derrotar al comunismo invasor que pretendió ultrajar el territorio y la dignidad nacional. Durante todo el período democrático, la Fuerza Armada continúo consolidándose como institución, aceptando su subordinación al poder civil, creciendo en su organización y en su capacitación profesional. Interpretando el valor y contenido de los derechos humanos, aceptando plenamente y manteniendo la vigencia de la Constitución, y aportando, dentro de los límites de sus atribuciones, al desarrollo y engrandecimiento del país.

 

 

Lamentablemente la falta de renovación en el liderazgo político y un cambio en la forma de conducir el país, trajo como consecuencia que militares a la vieja usanza, vieran en la Fuerza Armada el instrumento de sus apetencias políticas y la posibilidad de utilizarla para la conquista y perpetuación en el poder, dando así resurgimiento al militarismo, que ha sido una de la grandes aberraciones, al emplear a la Fuerza Armada para otros fines y objetivos, fuera de lo que esta señalado en su doctrina como institución que debe estar al servicio del Estado, y ser garante para todos los venezolanos de su seguridad y tranquilidad.

 

MILITARISMO: FACTOR DE DESTRUCCIÓN

 

El militarismo es uno de los absurdos que ha tenido nuestra Fuerza Armada, porque utiliza sus principios, sus valores y su poderío bélico para fines contrarios a lo que es su esencia de ser. El militarismo es uno de los principales factores de destrucción de la institución armada, porque maneja a sus integrantes en funciones que no le son propias y para las cuales no están preparados, alejándolos de sus fundamentos doctrinarios, quebrantando la moral y destruyendo la unidad de cuerpo, al establecer diferencias entre los favorecidos políticamente y los que cumplen con sus deberes institucionales. El militarismo es una perversión, porque emplea el poderío militar para mantener un caudillo, o un autoritario, en el poder, violando las normas fundamentales del derecho, haciendo victimas y sumisos seguidores a quienes no tienen la fortaleza de la formación y los principios para rechazarlo.

 

MOMENTOS DIFÍCILES

 

Lamentablemente, con toda su carga de destrucción, hemos vuelto al militarismo de tiempos pasados, pero como nos lo ha enseñado la historia, este maligno virus ataca solamente al grupo que conforman la rastrera camarilla disolvente de la institucionalidad. Estamos viviendo momentos difíciles, pero como siempre, de esto también saldremos, confiando plenamente en que la gran mayoría de los profesionales de la Fuerza Armada son institucionalistas, porque creen en los valores de la democracia, respetan la justicia, profundizan en los derechos humanos y acatan la Constitución de la República.

 

 

Los venezolanos todos, civiles y militares, queremos una Fuerza Armada digna del reconocimiento, afecto, y respeto de la ciudadanía, por su comportamiento, apego estricto al ordenamiento jurídico y dedicación exclusivo al Estado. Una Fuerza Armada dedicada al cumplimiento de sus deberes específicos. Una Fuerza Armada ajena a la participación política y lejana de cualquier bandería proselitista.

 

 

Una Fuerza Armada, constituida por hombres y mujeres, cuyo comportamiento sea ejemplo de ciudadanía, honestidad y rectitud, considerando que el mayor aporte que pueden ofrecerle al desarrollo del País, es la garantía de su soberanía e integridad, y ofreciéndoles a todos los venezolanos la seguridad necesaria para que logren sus objetivos y fines de vida.

 

Caracas, enero de 2009

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* General (r) de la Fuerza Armada Nacional

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