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Por Santiago Alcalá

Algazara o silencio funerario. Conatos de atajaperros o perruna obediencia. Quilombo electoralista o supresión del derecho al pataleo. Bueno o malo. Preferible o desaconsejable. Democrático o dictatorial. Que escoja el lector lo que más le guste. En cuanto a nosotros, nos limitamos a constatar dos realidades contrapuestas.

       Hasta el momento de escribir las presentes líneas, la Mesa de Unidad Democrática ha contabilizado cinco precandidatos a la presidencia de la República, 67 aspirantes a las gobernaciones, amén de 600 autopostulados para los cargos de alcalde. 

 En la acera opuesta, el pretendido Gran Polo Patriótico, ha prohibido a sus militantes hablar ¡ni siquiera! de precandidaturas. Index librorum prohibitorum, que contempla para los infractores, penas que van desde el descamburamiento hasta el capamiento político, pasando por la expulsión o “autoexclusión” como gustaba de dictaminar el ex caudillo adeco Luis Alfaro Ucero, erigido en inspirador de las directrices electorales de Chávez. Tanto nadar en las aguas de la llamada Democracia Participativa y Protagónica para ahogarse en las pantanosas orillas de tal canalla cuartarrepublicana.

Opositores alzaos, oficialistas nariceaos

       Leopoldo López, ha mandado para el mismísimo, el dictamen de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Pablo Medina también está alzao. Poco les importa que la magistrada Luisa Estela Morales haya salido en campaña para hacer entender la inentendible sentencia que prefabricó la causal de inhabilitación política de López o que el reglamento de la MUD, firmado y aceptado por Medina, entre otros, pauta que los precandidatos se comprometían a contribuir con los costos de las elecciones primarias.

       “¡Bochinche, bochinche y más bochinche, eso es lo que más le gusta a los venezolanos!” es frase, que retumba en las asambleas de la MUD.

Mientras, los opositores no desmienten la célebre admonición del generalísimo Miranda,  el nariceo, el plan y pa’ l cuartel, la ley de cabestro rige en el oficialismo. La procesión, siempre va por dentro. Aquí y allá. Los personalismos, las ambiciones, el quítate tú pa’ ponerme. En la Mesa de Unidad se dirimirán a los votos o mediante una que otra trompada estatutaria. En el sedicente Gran Polo, el dedo gacho cual Imperatur romano, léase, el “Nerón de Sabaneta”, pondrá orden en la pea. Dedote zurdo, de pa´rriba ¡vas pa’l baile. Dedote zurdo de pa’ bajo, no te sale ni un consejo comunal.    

¡Con esa cara de marido!

Los venezolanos de mi tiempo recordamos aquella cancioncilla, pícara, irreverente, sugestiva, del brasileño Chico Buarque, que interpretó mejor, incluso, que en su idioma original, nuestra Soledad Bravo.

El hombre, inseguro, celoso, porque no se ocupaba de enamorar a su mujer, no la dejaba bailar y Soledad se mofaba: “Con esa cara de marido aburrido… arranca pa´ llá”.

Inseguro, aburrido, con cara de marido –como el de la coplilla-  con pánico a los cuernos políticos,  Chávez, tampoco deja que sus seguidores bailen. Ni lava ni presta la batea.  Por eso frente al desorden, jacarandoso, alegre, pero desorden al fin, de los centenares de opositores con ínfulas de Presidente, gobernador o alcalde, los aspirantes oficialistas, no bailan, ni cantan. Las únicas celebraciones permitidas, son los coros melancólicos, a las incidencias hospitalarias del paciente terminal. Que si hoy tiene mejor semblante que ayer. Que si los supositorios de pazote llegados de Chaguaramal han de hacer el milagro y así, verdaderamente, no se insufla ánimo a nadie. Ni siquiera el Pecho Cuadrao o el Caballito Frenao, gratiñán, en las serenatas al pie del Balcón del Pueblo,  son capaces de levantar el ánimo,  porque en medio de tales circunstancias, incluso los carburantes de mayor octanaje lo único que producen son  rascas –o tronas- lloronas.

 Dos rostros melancólicos, apenas, asoman frente a la avalancha de aspirantes opositores. Arías Cárdenas, enviado al matadero zuliano, donde el repudio a su anterior gestión al frente de ese Estado, lo condena a una derrota impepinable y Elías Jaua, destituido de la Vicepresidencia, con salida supuestamente honorable, a través de la postiza e inalcanzable, aspiración a la gobernación de Miranda.  

¿Y quién los eligió? Ni siquiera recibieron el voto sobaquero, a mano alzada con que las pretendidas asambleas de PSUV finge procesos eleccionarios.

 He allí las razones de esas caras de marido con mujer casquivana. No hay razones para reír, bailar, ni cantar. Si acaso, les ha llegado la hora de poner pies en polvorosa./LaRazón

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