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Por Norvis E. García

Es realmente inconcebible que las instituciones del Estado venezolano tengan que cumplir con su deber apenas escuchan la voz del comandante-presidente. Así ha venido ocurriendo desde hace mucho tiempo, tan largo ese período que muchos son los descorazonados y escépticos compatriotas que se ven hoy en la terrible encrucijada de deshojar la margarita para decidir su voto el 15F. Es lo que confunde y desorienta de la campaña oficialista por el Sí.

Todo un aparataje costoso y peliagudo para seducir la preferencia en el acto comicial, torpemente precedido de una serie de acciones vandálicas y criminales de grupos que se mueven como las "falanges" del extremismo revolucionario, que en lugar de apoyar a la causa chavista bolivariana la fastidia y malogra peligrosamente.

Desde hace bastantes meses, la Fiscalía ha sabido de las tropelías de esas bandas de desadaptados que actúan impunemente, presumiblemente bajo la protección del gobierno. Pero no ha sido sino hasta ahora, luego de haber mencionado por su nombre y apellido a Luisa Ortega Díaz, la Fiscal General, cuando Chávez decide enfrentar la situación y ordenarle aplicar todo el peso de la ley.

Esta vez me refiero concretamente al tristemente célebre "Colectivo La Piedrita", duramente criticado por el jede de Estado, desde el barrio La Bombilla, en Petare, uno de los sectores populares del este de Caracas, en el que la miseria, las drogas y el delito en sus más variadas expresiones han venido haciendo estragos.

INEXPLICABLE REFERENCIA

Inexplicablemente el mandatario nacional se refirió a la violencia en la ciudad. Y lo digo porque quizás no ha sido esa su tendencia habitual, de hablar a la población sobre la inseguridad.

Hasta ahora cualquier cosa escuchamos, menos señalar con nombre y apellido al responsable de una cantidad de fechorías en medios de comunicación, aposentos religiosos, sedes diplomáticas, en fin, a bienes y personas que probablemente no comulgan con un ideal revolucionario mal entendido que ha tutelado el gobierno en estos diez años. Error imperdonable para quienes lo han pateado y crucificado.

Horas después de la marcha de los sectores opositores en el trayecto de 18 kilómetros, a través de las avenidas Francisco de Miranda y Libertador, mientras soldados y militantes del Psuv se confundían con la gente pobre del barrio, que iracunda demandaba por sus privaciones, Chávez se refería a las declaraciones que diera a un periódico el jefe del grupo subversivo "La Piedrita", Valentín Santana, a quien vinculó con grupos contrarrevolucionarios que le vienen haciendo un daño terrible a los esfuerzos de paz y tranquilidad que auspicia el Ejecutivo.

La ocasión fue propicia también para acusar a Lina Ron de estar transitando el camino de la anarquía, una confesión que dicho sea de paso no preocupa en lo más mínimo a la mujer guerrillera.

Otro aspecto que igualmente ponderó la sorprendida ciudadanía caraqueña, principalmente, fue saber que el gobernante ordenó a los cuerpos de seguridad del Estado actuar sin ninguna clase de contemplaciones en contra de los bandoleros que se cobijan en una supuesta impunidad para cometer sus felonías.

SUSPICACIA COLECTIVA

Indudablemente que la suspicacia colectiva ha logrado descifrar en el mensaje presidencial cierto aire de impaciencia y desasosiego, que bien pudiera desprenderse de la escasa diferencia de cinco puntos que reflejan las encuestas hoy por la primacía de la batalla electoral en puertas.

He venido insistiendo, a no ser que la nueva estrategia de campaña así lo revele, que el gobierno ha hecho todo lo posible en las últimas dos semanas, por allanarle el camino a la oposición en su afán por vencer en el referéndum del próximo domingo.

Son innumerables los dañinos gazapos: "gas del bueno" conbtra los estudiantes, golpiza a mujeres en protesta, plomo a diestra y siniestra en cualquier calle y avenida, agresiones a los curas que disienten, artefactos explosivos que ponen en peligro la vida de inocentes, constantes amenazas de muerte para los que discrepan del gobierno, destrozos en puertas y ventanas para robar y atemorizar, y como si fuera poco amedrentamiento constante a las autoridades legítimamente electas, a tal punto que no les permiten ocupar las dependencias que les corresponde dirigir.

La reacción del Presidente de la República, además de haber impresionado satisfactoriamente, ha provocado suspicacia, como era de suponer. Algunos lo atribuyen al empate técnico que cualquiera de las dos opciones puede aventajar en el momento preciso de cruzar la raya. Démosle, entonces, las gracias al milagro de las encuestas.