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El mundo de los políticos podría dividirse en dos clases: la de los aristotélicos y la de los platónicos. Políticos aristotélicos somos todos, nos viene dado por la zoología, pero platónicos son unos pocos, son los escogidos del señor, o como decía el propio Platón, son hombres de la realeza que se ocupan de las cosas del Rey. Son aquellos que descubrieron la división del trabajo mucho antes que Adam Smith y eligieron la conducción de masas como oficio.

Los aristotélicos no interesan como categoría; son simplemente una referencia a la que es necesario aludir para explicar a los platónicos. Como los políticos aristotélicos somos todos los seres humanos, entonces, a partir de nuestros derechos ciudadanos pretendemos negar el profesionalismo de los platónicos o, lo que es peor, los circunscribimos a  nuestra idealización del deber ser y, acto seguido, pasamos a destruirlos porque,  en la realidad, resultan ser otra cosa y, como siempre, es mas fácil ver la paja en el ojo ajeno que una viga en el propio.

Entre los aristotélicos hay unos cuantos ególatras que aspiran las posiciones de los platónicos, las cuales desean alcanzar sin el esfuerzo de estos, pero con medios casi siempre  vinculados al capital o al mundillo de la información. Tal proceder no es pecado en sí mismo, lo malo es que crean que los demás son bolsas y que los métodos usados para lograr sus fines, casi siempre sean el chantaje mediático de bajo o alto nivel y, o, el poder del capital.

Pero, volviendo a los platónicos, que son los que nos interesan, ellos suelen ser inicialmente puros, aun cuando, a un sector de ellos,  el trajín del oficio los va corporativizando poco a poco, de manera que al final de su vida terminan ejerciendo la profesión claudicando  de sus declarados ideales y convirtiéndose en simples mercaderes del oficio. Hay que tener muy claros los conceptos sobre corrupción porque mucha gente irresponsable suele clasificar en esta categoría a ciertos políticos objeto de su envidia consumista.

Los platónicos, con vocación de estadistas, son los menos y, generalmente, poco reconocidos, además de pésimamente remunerados si consideramos su inmenso aporte a la sociedad.

No consideramos, por razones obvias, los llamados politólogos, quienes desde una perspectiva académica pretenden ejercer en la política sin pasar por un partido, mareando a todo el mundo con ínfulas de saberes infinitos, pero con muy poco deseo de acercarse a la praxis demoledora de lo cotidiano. Los hay tambien que con conciencia de esa carencia acompañan sus estudios de Política con una militancia enriquecedora.

Sin embargo, no existe ni puede existir, una Ley del ejercicio profesional de la Política ni tampoco un Colegio de Políticos del DF y el Estado Miranda o una Federación de Colegios de Políticos de Venezuela. De manera que en época de elecciones hay algunos aristotélicos que pretenden usurpar los espacios de los platónicos atizando las diferencias normales que existen entre estos últimos. La mayoría de quienes así se comportan son personajes que en sus respectivos oficios son reconocidos como “bates quebra’os”.

Hemos ignorado deliberadamente a los militares, porque  el solo pensamiento de la fuerza niega, por definición, la acción de la política; sin embargo, ellos debieran clasificarse con el grado de lealtad a las instituciones democráticas, que seria la única forma valida para ellos si quisieran hacer política. Los hay institucionalistas y los hay felones como Chávez

Por último, dentro de los platónicos, existen los llamados de la nobleza o  propietarios, estamento este que no se refiere tanto a los bienes terrenales que puedan poseer sino a la actitud de creer que todo aquel que votó una vez por él, seguirá votando por él toda la vida; son los reyezuelos o condotieros electorales (de aquí lo de nobleza), dueños de la voluntad de sus sufragantes quienes están por encima de los compromisos previamente contraídos, la necesidad de la Unidad la consideran un chantaje o un “colaboracionismo”,  como decía Betancourt en 1952.

Pero con políticos o sin ellos, con platónicos o con aristotélicos, con corporativos o con estadistas; como hemos venido pregonando hace más de diez años, el prestigio de Chávez es un prestigio que se fue y que nunca más regresará.

Jóvito Alcides Villalba Vera

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