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Las letras del repertorio de boleros de mi juventud son todas ellas referidas a desengaños amorosos, a frustraciones sentimentales por la inconsecuencia de la persona amada. Quien de mozo no pasó por una de esas experiencias, ni vive ni vivió, no madura y no disfrutará de las mil oportunidades que en ese terreno, más tarde o más temprano la propia vida nos ofrece.

No hay un desengaño que se parezca más a un bolero de Agustín Lara que una derrota política, pero en política como en el amor la sabia vida nos depara futuras reparaciones infinitamente más atractivas que las que en este momento nublan el entendimiento de algunos de los críticos de la unidad. El problema es saber asimilar lo sucedido para hacer del tropiezo un acto de aprendizaje político. Para ello es necesario desterrar el despecho y no creer que los demás son tontos; hacer un acto de contrición, de autocrítica sana para empinarse hacia el futuro con nobleza y grandeza de espíritu.

No puede ser que ante la derrota que para los pesimistas y agoreros de la prensa hablada y escrita significó el acto de proclamación de las candidaturas de la MUD, la actitud sea la de amenazar con candidaturas propias, o llamamientos a la abstención o irresponsables manipulaciones jurídicas ante los tribunales manejados por el enemigo que se supone estamos combatiendo, o apelando a interpretaciones jurídicas que pretenden ignorar el profundo contenido político del momento en que vivimos.

Si se quiere seguir el camino de Agustín Lara cada quien es libre de hacerlo pero se debe tener conciencia que ese es un camino sin retorno del que muy pocos políticos regresan. Seria preferible que dijesen públicamente que se equivocaron y que están dispuestos a incorporarse a la pelea por la recuperación de la democracia, o, definitivamente, abrirse y no seguir pretendiendo una objetividad que no tienen.

Por cierto que uno de estos adalides de la antipolítica escribió hoy, 17-05, en este mismo diario,  sobre la Ética Política. Su artículo es un poema y  un claro ejemplo de lo poco inteligentes que considera a sus lectores. Cree él que trasladando el escenario a Colombia ya por eso deja de ser antiunitario, ya por eso nadie se dará cuenta de su mensaje de desconfianza contra los políticos.

Hay que aprender de hombres como Oswaldo Álvarez Paz a quien se apresó para crear antagonismos en la oposición, pero que gracias a su clara y honesta actitud, logró desarmar la maniobra y salir, no solo airoso, sino revalorizado para muchos de nosotros.

De cualquier forma, hay algo que se va haciendo evidente día con día y es que: el prestigio de Chávez, es un prestigio que se fue y que nunca más volverá.

Jóvito Alcides Villalba Vera

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