Por Carlos Subero
www.borisspasky.wordpress.com
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Haga el siguiente ejercicio. Ponga en un papel, desde su propia experiencia, lo que es la verdad para un político. Luego tome otro papel y coloque lo que cree que es la verdad para un periodista. Compárelo y verá que mal negocio hemos estado haciendo durante los últimos años los periodistas venezolanos.
De eso trata este artículo a propósito del Día del Periodista Venezolano el próximo domingo 27 de junio.
La vorágine política en Venezuela también ha traído cierta devaluación de nuestra profesión, al hacernos mucho más propagandistas que propios exponentes de situaciones reales con las formas que habíamos aprendido en las universidades. Esto es recordando que una noticia siempre tiene más de una visión, y que por ende deben ser contrastadas siempre.
Desde hace unos años, el periodismo venezolano pareció comprarle al presidente Hugo Chávez la reiteración de la frase del Libertador para referirse a la imprenta: “Es la artillería del pensamiento”. De uno y otro bando, se ha ejercido el periodismo como herramienta de las batallas diarias en medio de la polarización política, olvidando que éste no es un país en guerra, ni vivimos tiempos de la colonia. Desechando la idea de que como líderes en el proceso de flujo de la información no podíamos abandonar el respeto a los receptores que merecen una información equilibrada.
P0rque no somos jueces ni artilleros.
No ignoro que alguna vez el gran periodismo fue usado como divulgador de ideología y elemento para la confrontación política. Pero eso fue hace muchas décadas. Nadie me podrá desdecir cuando afirmo que el periodismo moderno nació exactamente cuando aparecimos los periodistas profesionales, quienes aprendimos a manejar la verdad con una técnica enseñada en los centros universitarios, a buscar sin prejuicios los datos de cada información y a divulgarla en forma generosa.
Lo que estamos viendo hoy en medio de esta revolución de Chávez es la preponderancia de la política sobre el periodismo, bajo la tesis de que Chávez pasó la “raya amarilla” y por ende ya no conviene permanecer imparcial, o –del otro lado- que la revolución está primero que la verdad periodística.
No parece casual que dos de los programas que más caen en esto no sean dirigidos por periodistas profesionales sino por políticos de formación y vocación, como La Hojilla en el canal del Estado y Aló Ciudadano, en Globovisión. Ciertamente, Venezolana de Televisión nunca ha tenido fama de manejar la información política en forma imparcial, pero nunca como ahora se había hecho herramienta de propaganda tan abierta, agresiva contra el bando contrario y descarada a favor del Gobierno y su partido.
Si hablamos de Globovisión, no más cabe recordar que su ex director general viajó a Puerto Rico durante la campaña por la enmienda constitucional de febrero de 2009 acompañado de dirigentes del comando del No, para entrevistarse con unos chilenos quienes le explicarían cómo es que se derrota a un “dictador”. Uno se pregunta qué mensaje le estaba dando ese director a su cuerpo de periodistas.
Ésa es la preponderancia de la política sobre el periodismo a la que me refiero. Un político es un emisor ambulante de propaganda, las 24 horas del día. Eso es lo que le está dado a quienes son llamados a tomar decisiones por todos los ciudadanos. Para ellos, a veces la verdad no es más importante que su causa, y por eso la ignoran, la maquillan, la manipulan o la esconden.
Pero nada más lejos de esto es lo que está permitido a un periodista, y de lo que la sociedad espera de él.
Basta ver cuando en uno de los canales de TV o por la radio llevan a un periodista para que comente sobre la política. Con algunas honrosas excepciones, entre las que destaco la de Manuel Felipe Sierra, los análisis suelen parecerse mucho al que haría cualquier dirigente político.
No hay diferencia. Van a los programas a hacer propaganda por alguno de los dos bandos.
El receptor sólo debe averiguar en qué bando está el periodista y ya puede descifrar qué tipo de cosas dirá.
El público tiene derecho a esperar a que haya diferencias entre el enfoque que presenta un político que lucha por el poder y el análisis de un periodista que explica una realidad.
Un político se prepara para organizar a una sociedad.
Un periodista lo hace para explicarle su situación.
El político imparcial es un zoquete.
Un periodista imparcial es un valor para la sociedad.
La verdad para un político es una herramienta de trabajo.
La verdad para un periodista es su objetivo final.
La Política es el arte de lo posible.
El Periodismo es el arte de lo que es.
Son roles esencialmente distintos.
Pero lastimosamente hoy y aquí abunda lo contrario.
Somos parte del drama actual de Venezuela.
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