Por Humberto Decarli R.
Los resultados de la consulta popular para enmendar la constitución a fin de establecer la reelección indefinida de los cargos de elección popular representa una regresión histórica que nos retrotrae al gomecismo barnizado con ciertas formalidades.
En efecto, Latinoamérica y en especial Venezuela han tenido un desarrollo histórico fundado en la fuerza y las cúpulas con caudillos sin haberse estructurado institucionalidad democrática alguna. El poder fue llenado por Mesías capaces de conducir una acción de gobierno sin control porque el funcionario representaba al Estado directamente sin ninguna clase de intermediarios.
Cuando nos separamos de la República de Colombia en 1830 el mantuanaje y el generalato se adueñaron del país. El siglo diecinueve fue testigo de los múltiples líderes autoritarios como José Antonio Páez, los Monagas y Guzmán Blanco. El siglo veinte también fue escenario de los militares andinos encarnados en Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, López Contreras e Isaías Medina Angarita. Los adecos se aliaron a una logia castrense para derrocar a Medina y convertirse en un partido nacional pero la alianza fue rota por los uniformados quienes defenestraron a Rómulo Gallegos en su efímera administración.
La saga continuó con la Junta Militar encabezada por Delgado Chalbaud y después de su muerte por Pérez Jiménez hasta su caída en 1958. Le sucedió un modelo populista cuyas máximos exponentes fueron dos caudillos, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera. El puntofijismo se fundó en pactos burocráticos entre los factores de poder y violentaron cualquier normativa pero la maquillaron.
El esquema clientelar se derrumba y un militar logra rescatar la democracia representativa presentándose como adalid anticorrupción y con una imagen de cambio. Hugo Chávez se hace cargo de la estructura política y con un estilo polarizado ha logrado mantenerse concomitante a una bonanza histórica jamás vista.
El proyecto más importante del actual Jefe del Estado es su permanencia indefinida en el gobierno emulando a Fidel Castro y al Benemérito. Para ello implementó una reforma constitucional a la postre derrotada y luego insistió en una meteórica enmienda donde resultó ganador. El chavismo sostiene que es ampliar los derechos del pueblo para decidir si un gobernante continúa o no pero soslayan la iniciativa de esta propuesta hecha por el Presidente y ratificada por los demás poderes en forma obediente apelando a un grotesco ventajismo para lograr la victoria.
Lo aprobado acentúa la concentración de poder, el autoritarismo, el culto a la personalidad y la burocratización de los gobernantes en desmedro de la alternabilidad y la consolidación institucional. Es como si se sometiera a consulta y se aprobara la tortura, la pena de muerte o la suspensión de los derechos humanos.
La perspectiva nacida de esta enmienda apunta hacia el concepto de democracias blindadas. Son formas de gobierno con origen comicial pero autocráticas y militarizadas. El régimen chileno con su impunidad hacia los militares, México con su corrupción, genocidios y narcotráfico, Colombia y su historial de violencia, secuestros, paramilitares, narcoguerrillas y violación de derechos humanos y Venezuela con las características por todos conocidas, son muestras de esta perversión latinoamericana. Es una corriente aberrante generadora de la necesidad de cambio en la relación de poder impuesta en la región.
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