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Por Luis Fuenmayor Toro

Se olvidaron de sacar cuentas, no saben lo que es un porcentaje ni cuándo utilizarlo, no ven lo que el resto de los mortales ve, han perdido todo vestigio de autocrítica en lo que respecta al análisis del proceso revolucionario. Algo tan sencillo como que en la reelección presidencial de 2006, el comandante obtuvo una victoria holgada con 26 puntos porcentuales de ventaja, mientras que en las elecciones regionales, hace unos dos meses, la victoria gubernamental fue tan sólo por 13 puntos porcentuales y en el referéndum reciente esa diferencia se redujo a menos de 9 puntos porcentuales, no es entendido y por lo tanto no se lo analiza y no se efectúan los ajustes indispensables, que eviten que se siga cerrando la diferencia electoral entre gobierno y oposición. El fanatismo de parte  de los revolucionarios ha alcanzado límites peligrosos para la permanencia del proceso.

No se preguntan por qué el Presidente vuelve a hablar de las tres erres, si todo ha resultado tan bien en materia electoral. Y no he tocado el proceso de la reforma constitucional, donde se tuvo la primera derrota electoral nacional del chavecismo. En aquel momento, no fueron capaces de predecir lo que era evidente para el resto de los venezolanos. Si a ver vamos, su conducta es similar a la de la oposición recalcitrante, que siempre espera triunfar en cuanta contienda se realiza, porque su visceralidad, el mismo fanatismo pero de signo político contrario, les hace creer que el Comandante está a punto de caer y de perder el masivo apoyo del pueblo venezolano. Pese a que las encuestas daban ganador al “SÍ”; por un margen pequeño pero ganador, y pese a la importante movilización desplegada por los partidarios del Gobierno, que a cualquiera le daba una impresión de victoria segura gubernamental, la gente de la oposición esperaba ganar como quien espera la ocurrencia de un milagro.

Así son los extremos. Puro corazón, para nombrar una víscera “noble” y evitar la descalificación áspera de todas partes. Interfieren con el análisis científico de los hechos y ayudan a que el resto de la gente se mantenga en la confusión y en la ambigüedad sobre el “que hacer”. No contribuyen a precisar las fallas y, cuando lo hacen, se trata de fallas superficiales que nada tienen que ver con la permanencia de la revolución, en el caso de los seguidores de Chávez, o con la derrota en el caso de los opositores. Al final, todos lloran cuando pierden porque no pueden explicarse la adversidad de los resultados. Los defectos los ven en el campo del enemigo y en las personas adversarias, ni por aproximación son capaces de advertirlos en sus filas. Para los adoradores y aduladores de Chávez los más de 5 millones de votantes por el “NO” son oligarcas, pitiyankis y traidores a la patria. Para la oposición, los más de 6 millones que votaron por el “SÍ” no tienen derecho a escoger el gobierno que desean, pues son ignorantes, castrocomunistas y malandros.

Los chavecistas se quejan que la oposición juega sucio al tratar de asustar a los electores con el cuento de que van a perder sus viviendas, sus vehículos automotores y todas sus posesiones, por la acción del comunismo que se entronizará en el país; que les van a traer unos cubanos a vivir en sus casas, si le sobran habitaciones; que ya no podrán viajar al exterior, que perderán sus cuentas bancarias de ahorro y que sus hijos van a pasar a la custodia del Estado. Pero no ven al Gobierno haciendo una propaganda que también tiene el mismo propósito de atemorizar al electorado al alertar al pueblo sobre la desaparición de las misiones, el desmantelamiento de Barrio Adentro, la pérdida de las becas estudiantiles, la eliminación de Mercal, la abolición de los préstamos del Banco de la Mujer y del Banco del Pueblo, el cierre de la Universidad Bolivariana, actitud que aparentemente le dio resultado positivo en esta ocasión.

Como profesores universitarios ucevistas, protestamos con razón la utilización del dinero de la Asociación de Profesores, que es dinero de todos los docentes, para financiar la colocación de una pancarta a favor del “NO” en las cercanías de nuestra sede gremial, pero no vimos la gigantesca utilización del dinero de todos los venezolanos, para hacer campaña electoral por el “SÍ” en todos los ministerios, en institutos autónomos y fundaciones del Estado, en el SENIAT, en PDVSA y otras empresas estatales. Es más, nos molestamos fuertemente con quien nos lo diga y lo calificamos de inmediato de contrarrevolucionario o de infiltrado miembro de la “clase" media inconsecuente o de “chavista light”, porque eso sí, somos los primeros en utilizar las expresiones del idioma de quienes se supone son nuestros primeros y más poderosos enemigos.

Que la oposición se equivoque, cometa errores, no pegue una, se crea sus propias mentiras, es problema de ellos. Pero que los nuestros hagan lo mismo es problema nuestro, del cual tenemos que ocuparnos pues nos hacen mucho daño independientemente de que lo sepan o no. Algunos de nuestro lado saltan cuando digo estas cosas, pues se creen poseedores de la verdad. Escribo para quienes quieren hacer de la construcción de la nueva Venezuela el resultado del trabajo de todos los venezolanos de buena voluntad. Éstos no están sólo dentro de quienes siguen al presidente Chávez, ni tampoco son todos los que lo siguen. Quien esté seguro que tiene la verdad que no pierda su tiempo leyéndome.