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Por Irma Barreto

     Si en tela de juicio se encuentra desde hace varias décadas  la enseñanza de la historia en Venezuela, regida por los mismos cánones ahistóricos que un siglo atrás trazara  el  lasallista Nectario María, ¿qué decir de nuestra Academia de la Historia, presidida hoy por quienes confiesan haberse refugiado “en la repetición memorística de los hechos históricos” para labrarse algún lugar desde el cual garabatear conceptos con la aspiración de ser oídos?

   Asístele a cada quien la libertad de sustentar cualquier criterio, pero grave es cuando desde una cúspide académica se proclaman despropósitos que no sólo  desprestigian el rango de tales instituciones, sino que siembran confusión en quienes les oyen.

   Nos encontramos así, por obra y gracia de estos  académicos, con un remitido bajo el membrete de la Academia Nacional de la Historia, titulado “Por la República” (El Nacional, 24/01/2009), según el cual “los venezolanos nos disponemos a conmemorar los doscientos años de nuestra más alta hazaña permanente de pueblo, como fue abolir la monarquía”.

     Aquella Declaración de Independencia firmada el 5 de julio de 1811 por los representantes de las provincias de Venezuela reunidos en Congreso, quienes proclamaron ante el mundo la voluntad del pueblo venezolano de poner fin a  “toda sumisión y dependencia de la Corona de España”, es vista por los actuales  académicos de la historia como un acto de abolición de la monarquía.

   Ante los historiadores Elías Pino Iturrieta e Inés Quintero –firmantes del remitido en cuestión-  desfilarán desde ahora estudiantes y docentes para obtener información acerca del silenciado período monárquico de nuestra historia. Querrán saber cuándo en estos territorios invadidos, colonizados y  saqueados  fue instaurada la monarquía y cómo la gesta independentista que puso fin a los trescientos años de dominación de España no pasó de ser un simple acto jurídico de abolición.

    Y para que no quede la menor duda acerca de la gran hazaña abolicionista, los actuales directivos de la Academia Nacional de la Historia hacen un llamado a la “conciencia histórica de los venezolanos” para impedir el “restablecimiento del absolutismo monárquico” cuya sombra  -según tan académicos guardianes- se cierne hoy sobre nuestra bicentenaria república.

      Desconocemos los criterios que privan en la referida Academia para elegir a sus miembros, pero sería temerario que constituyese un refugio de frustrados en distintas esferas del pensamiento. Sin embargo, a confesión de parte, relevo de pruebas:

     “Yo desde muchacho fui renuente al estudio de las matemática, de la física, de las ciencias naturales, y en algún grado tuve un profesor que pregonaba mi incapacidad para este tipo de actividades tan importantes de la sociedad. Esto me provocó la obligación de recluirme en algún lugar, y lo hice en la lectura, y así me fue interesando la repetición memorística de los hechos históricos que leía (…) de acercarme al campo humanístico y tratar de garabatear algunas cosas (….)” (Elías Pino Iturrieta, entrevista en La Razón, 25/01/2009).

    ¡Mucho cuidado, señores de la Academia, con las repeticiones memorísticas! Ellas pueden conducir a garabatear insensateces  que dejan muy mal situado tan ilustre organismo y siembran confusión en quienes se fían de los títulos y trayectoria de ciertos depositarios del saber.

   Ojo avizor deben estar los lectores ante la próxima aparición de una Historia de Venezuela integrada por cinco volúmenes en cuya redacción participan  historiadores venezolanos bajo la coordinación de la académica Inés Quintero. Con doble cautela deberán ser leídos estos tomos: en alguno de ellos puede deslizarse el imaginario de la abolición de una monarquía jamás constituida en Venezuela y, por otra parte, no deja de despertar sospechas que tal iniciativa se inscriba en un proyecto hispanoamericano, tratándose de una edición conmemorativa de los doscientos años de haber declarado las provincias de Venezuela su voluntad de sacudirse el yugo del imperio español.