Por Reuben Morales
Estuve revisando los requisitos que tiene la constitución venezolana para llegar a ser presidente y me encontré con que sólo son cinco: ser venezolano de nacimiento y no poseer otra nacionalidad, tener 30 años, no estar sometido a condena, no ser vicepresidente, ministro, gobernador o alcalde y no tener ningún cargo religioso.
Como ven, son bastante básicos y sencillos. Sin embargo considero que deberían existir dos requisitos más. El primero es el de un grado de instrucción mínima y el segundo es el que les vengo a proponer: el de la contextura física necesaria para tal cargo.
Sí, es que tras revisar archivos de la historia y hacer pruebas científicas, he llegado a la conclusión de que la gran mayoría de los gobernantes de la era democrática del mundo presentan un proceso metabólico similar debido a que todos comparten una misma hormona en su sistema: la gulina.
Por esto, sugiero que el próximo requisito presidencial que se le agregue a la constitución, diga algo así como "Dicha persona debe tener un metabolismo que garantice el aumento del nivel de grasa corporal en una forma exponencial".
Para demostrar esta propuesta que aquí traemos, solo basta ver el desarrollo físico que vive un político en los momentos antes y después de ser electo presidente. Es como la cuña de un producto dietético en el que sale la foto de un "antes" gordo y de un "después" flaco; con la única diferencia de que en este caso hay que invertir el "antes" por el "después".
Es que fíjense cómo es un político cuando está en campaña: tiene una talla de pantalón de 34 (máximo 36), piernas fuertes de tanto caminar por las calles, está flaco y hasta apuesto para buscar el voto femenino, tiene un pescuezo de pollo y suele estar en un peso mosca, gallo o pluma.
Cuando el mismo individuo llega a la presidencia, nadie sabe qué le echan a las comidas presidenciales. De inmediato activan esa hormona de la gulina y dicho sujeto comienza a parecerse a un chaleco salvavidas: le jalan una cuerdita y comienza a inflarse sin control.
Así se podrá observar que una vez montado en el coroto, dicha persona pasa a tener otras características físicas: ahora sus piernas están tan gelatinosas como las de un astronauta por tanta limosina y avión que agarra, la barriga le engorda buda (no, no me comí la "r", sino que engorda tanto como un buda), la espalda se le abulta (de tantos guardaespaldas que tiene), el pescuezo ya no se sabe de que es porque ni se le ve y bajo la boca les crece una gran papada (acerca de esta última vale aclarar que por años se pensó que era algo que venía con la edad, pero fuentes de inteligencia militar han revelado que dicha papada no es sino un espacio corporal que desarrollan los presidentes para guardar comida como los hamsters en caso de que se tengan que escapar corriendo algún día).
Por tal razón, cuando en estos gobiernos se escucha decir que "está rodando una bola por ahí" a quien se refieren es al personaje en cuestión y cuando éste dice que "sacará los tanques", está hablando es del tren de personas que lo acompañan, pues todo están tan gordos como él.
En definitiva, este político ahora pasa a ser un peso pesado no sólo por su peso sino porque ya nadie lo soporta. Por esto vacía todo su closet y compra trajes nuevos que se ajusten a su nueva contextura. De hecho hay algunos que hasta se mandan a hacer un traje a la medida.
Así, en vista de todo lo expuesto anteriormente, propongo que de ahora en adelante se incluya este nuevo requisito para ser presidente. De hecho, pienso que incluso deberíamos ir más allá y pedir que cambien hasta el nombre del cargo para que de ahora en adelante se llame "presi-diente".
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