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Por Jaime Granda

Mientras al “Imperio Yanqui” se le insulta sin dejar de suministrarle petróleo, al Imperio de la Ley se le dicen cosas bellas, pero se le aporrea con todo, sin respetar la Constitución Nacional ni los tratados internacionales.

Según diferentes fuentes, el término “Imperialismo” adquirió la connotación peyorativa, a partir del libro El imperialismo: la fase superior del capitalismo, de Vladímir Ilich Uliánov, alias  Lenin, quien murió el 21 de enero de 1924, después de sufrir el stress de un proyecto que no cuajaba, un atentado, tres infartos y otros males.

Japón fue el último Estado que oficialmente se denominó Imperio. Después de la II Guerra Mundial tuvo un drástico cambio de su política exterior que le impide implementar un expansionismo con rasgos imperialistas. La II Guerra Mundial terminó el 14 de agosto de 1945. Es decir que han pasado 66 años, un mes y 10 días.  Además, cayó el Muro de Berlín, se acabó el proyecto comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y China colocó su economía dentro de las reglas del capitalismo.

Seguir hablando de imperialismo luce como una excusa para acusar a otros de las carencias resultantes de ignorancia y mal manejo de lo que nuestro territorio provee. Lo ha dicho hasta la saciedad, el expresidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz 1987, Oscar Arias Sánchez.

Es la excusa de quienes  quieren perpetuarse en el poder y rechazan que le digan dictadores. Por cierto que el país acusado de “imperialista” nunca ha tenido emperador ni dictador.

Esos que aspiran a morir en el poder  sienten envidia o admiración por Fidel Castro, lo que no oculta ni siquiera el actual secretario general de la OEA.

Algunos consideran que hasta que no desaparezca Fidel y Cuba pueda buscar otro camino, la democracia en América Latina seguirá siendo un sueño.

Lo que no podemos aceptar es que un aspirante a dictador ataque, atropelle y desmorone al Imperio de la Ley, cuyo cumplimiento es necesario para que el mundo pueda vivir más o menos en paz y alejar el fantasma de otra guerra mundial.

El único imperio chocado, atropellado aquí ha sido el Imperio de la Ley. El otro recibe su crudo y sus inversiones sin problemas.

No respetar la descentralización, la separación de los poderes, la propiedad privada, los convenios internacionales sobre derechos laborales, derechos humanos y menos los parámetros expuestos en la Carta Democrática Interamericana, aprobada justamente el día que unos desadaptados volaron las torres gemelas en Nueva York, es muy grave.

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