La lucha contra natura es el verdadero motor de la historia. Pero cuando un proyecto humano choca durante siglos contra esa naturaleza sin beneficiar a la especie, estamos frente a una utopía, una quimera.
Lo natural es parir con dolor y morirse cuando le toque a cada uno. Lo natural es que los más capacitados, los más responsables y organizados estén al frente de todo proyecto humano, de la sociedad de su tiempo.
Lo natural es que un hombre estudiado y bien formado pueda entender cuando una utopía, una quimera, o como dice el diccionario, un proyecto, idea o plan ideal y muy bueno, es imposible de realizar.
En Venezuela hace pocos años se pretendía cambiar el calendario escolar porque nuestro clima no nos obliga a que los niños vayan a clases de septiembre a julio. Las condiciones globales hicieron entender a los jerarcas que la idea ni siquiera los beneficiaba a ellos.
Ahora algunos todavía pregonan que la transformación universitaria debe basarse en destruir el “esquema capitalista perverso”.
Lo correcto es que entiendan que la educación, mientras más amplia, mejor. Privar a las nuevas generaciones de las herramientas que les permitan sobrevivir en cualquier parte del mundo, es castrarlas. Cortarles sus alas para que sólo puedan vivir en su país aunque no les guste la manera como se están llevando las cosas.
Los que mandan en China entendieron eso y en consecuencia envían a sus jóvenes más despiertos a estudiar en las mejores universidades del mundo occidental. En vez de lloriquear como mujeres lo que no hemos sabido defender como hombres, en vez de culpar a otros por nuestro presente, debemos hacer como los chinos que están estudiando con los mejores del mundo. Los chinos también saben ya que lo natural de toda economía es el capital.
Hoy vivimos en Venezuela una utopía. Toda revolución es contra natura, pero está demostrado que cuando se colocan al frente los menos preparados, los que no han tenido disciplina con su propia vida, pronto dominará la corrupción, la irresponsabilidad con el manejo de los recursos que deben destinarse a mejorar la calidad de vida de la generación presente y de las que vienen.
Lo demás es una farsa. Por las cuentas que van apareciendo en bancos del exterior, estos revolucionarios no son bolivarianos sino dolarianos.
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