Por Berenice Gómez Velásquez

Aquí los que no están secuestrados por el hampa brava, están secuestrados por el gobiernito... ¿No lo quieres creeer? DATE CON FURIA Y LEE este texto que me dejó atónita… es un testimonio que será histórico de estos tiempos de revolución, cuando aunque no lo quieras reconocer, tal cual Mao, Stalin y Fidel Castro, el régimen utilizó al hampa como perfecta herramienta o adecuado mecanismo de control de los opositores. Aunque te suene imposible, dale gracias a Dios porque no te han asaltado, oooo.... porque si te asaltaron no te mataron, o... por lo menos… te violaron, pero no te mataron, o porque tus hijos vieron cuando te violaban , pero no te mataron… El texto a continuación, tiene dueño y no soy yo... Se trata de una señora que venía de un velorio y le cantaron el quieto en el estacionamiento de su edificio, pues los atracadores, efectivos policiales con radios para comunicarse, ejecutaron una acción comando, con efectivos afuera del edificio, adentro y sometieron al conserje y a su familia. Este es parte de su relato:

-Baja la cabeza, baja la cabeza, no nos mires… me decían varias voces, aturdiéndome.

-Una pistola en la sien, otra en la garganta; uno de ellos insistía en letanía "baja la cabeza, no me veas, baja la cabeza",  mientras otro hablaba por radio con uno que estaba afuera y le  preguntaba con urgencia.

Ellos querían ir a la casa de su víctima y ella decía que no…

“Cómo pueden las palabras explicar la mezcla de terror con furia ciega y la desesperada búsqueda de una escapatoria ocurriendo al mismo tiempo en una sola alma?

Pensé gritar… Lo descarté. Había fiesta en mi calle porque vi los carros afuera, se escuchaba la música y supe que  nadie oiría nada."

-A mi casa no vamos, les dije serenamente.

-¡No me mires, no me mires!, ordenaba uno de ellos.

-No te miro,  le dije calmándolo yo a él.

-Chamo, llévate el carro y tranquilo, insistí.

-Tu no entiendes, ¿Ah? ¿No entiendes?  Y sentí que me  hablaba entre dientes, con rabia.

Y para que "entendiera" me pusieron las pistolas bajo la nariz como para que las oliera, me mostraron  las balas y los cargadores.

-Son de verdad ¿me oyes? ¡Míralas!

-Sí, las miro.

Vi que eran de verdad, con flema extraña a la situación y a mi carácter.  Pero también vi que estaban nerviosos y sentí que era preciso serenarlos.

-Chamo, vengo del cementerio. Mírame... estoy de luto.

Les explique la muerte de mi amigo. Quería que entendieran que yo no era de temer.

-Estoy mal chamo. Toma el carro. Como convenciéndolos...

Tiempo, tiempo, tiempo... necesito ganar tiempo.

No sé por qué, pero no podía llorar.

Estaba dispuesta a convertirme en Scherezade en el sótano. Necesitaba echarles cuentos para distraerlos y ganar ese tiempo...

Les conté de la muerte de mi amigo, les dije que el carro tenía gasolina...

Todos hablábamos a la vez uno sobre otro y yo también.

-¡Cállate...cállate!

-Dale gracias a Dios que somos de los "buenos".

-Llévate el carro.

-Colabora y no va a pasar nada.

-Vamos a tu casa.

Solo esa  última frase me generaba un corrientazo por la columna.

-No. A mi casa, no.

Y eché raíces allí... al lado de mi carro.

Mi único pensamiento: "A mi casa, NO".

Aun no me explico por qué estuvimos tanto tiempo en el sótano.

Yo clavada en el piso y ellos sin emprenderla violentamente conmigo al ver que no me movía.

-A mi casa, no.

Entonces pensé correr  y que me dispararan. Eso los haría huir. Simple.

Pero el estacionamiento estaba cerrado. ¡Qué ironía! Estábamos enjaulados, ellos y yo. Ninguno tenía salida.

Es curiosa la frialdad con la que uno puede pensar en su propia muerte.

Como en cámara lenta, podía verme ocupando el lugar de mi amigo en la urna que venía de acompañar.

Se me acercaron más, si cabe. Uno de ellos me desprendió la cartera del hombro.  Sentí un despojo indescriptible cuando los vi hurgarla. Me di cuenta de lo privada que es la cartera.

Estaba rodeada con el olor del miedo, el de ellos y el mío, encañonada, enjaulada y la intimidad de mis cosas regadas por el piso. Click! Esa foto de horror está fija en mi mente.

-¿Quien está en tu casa?

En mi cabeza el pensamiento, ese sí, único:

-A mi casa, no.

Y sentí como que me desdoblaba,  me vi como en dos planos. El del hierro en la piel y el del pensamiento frío  que corría libre a pesar del miedo y la reja del sótano. Desdoblada como estaba,  podía estar allí, sometida, y pensar en otra cosa con una libertad contradictoria. Curiosa sensación.

Empecé a “ver” cosas. Vi que 2 de ellos hablaban muy bien. Que no estaban drogados. Que eran muy jóvenes. Ninguno mayor de 30-35. Que no eran muy altos por el ángulo abierto de sus brazos al apuntarme a la cabeza.

Que incluso su agresividad era, si vale el término, "educada". No decían  groserías. Vi que había jerarquías y equipo. Ellos eran los ejecutores y otro daba las órdenes y dirigía.  ¿El del radio? ¿Cuántos estarían afuera?

Pude ver que aun bajo sus gorras les notaba el pelo rapadito a los lados.

Uno, el que después vi que era completamente  pelón, era muy blanco,  hacía del “bueno” y actuaba  como jefe;  el gordito era agresivo e impaciente, y el que me pareció mas peligroso en todo el proceso;   y el flaco, más moreno,  con un lenguaje menos cultivado, jovencito por la estructura corporal, era el último en la jerarquía, vigilaba y obedecía aunque era el más nervioso a juzgar por el movimiento constante de sus pies.

-A tu casa, a tu casa. Vamos pa’ tu casa.

-No. A mi casa, no.

Yo sabía que estaba en insalvable desventaja... quizás si me pegaban y se generaba “algo” desistirían de ir a mi casa... ¡Que raro es verse a sí mismo desde ese otro plano, frío y lejano!...

Ellos repetían, repetían...

-A tu casa… A tu casa.

Fingí desvanecerme como sugería un correo que leí una vez, sobre seguridad. Ja!... el correo no decía qué hacer en un estacionamiento de puerta eléctrica donde estábamos igual de enjaulados víctima y victimarios.

El Pelón me atajó y me dijo rudo:

-¡Desmáyate que te vas a tener que despertar igual!

Sentí rabia ante la impotencia de estar totalmente a la merced de estos hombres. Coño! Estaba en mi casa...

Mi otro yo pensaba afanoso ¿Cómo entraron al sótano?.

Como si me hubiera leído el pensamiento uno de ellos me dijo.

-Tenemos al Conserje.

Ahí, me faltaron las piernas.

-¡Por Dios!... la niña del conserje... no le hagan nada a la niña, por favor.

-Ella está bien.

Pero... ¿Puede uno  creerle cualquier cosa  a unos hombres armados apuntándote?

Finalmente, decidieron empujarme -sin violencia- hacia el ascensor. Yo arrastraba los pies. No se las ponía fácil.

-¿En qué piso vives?

Y yo, ¡muda!

-Dime en qué piso vives, chica.

Y yo, ¡muda!

Uno de ellos me quitó un anillo –pero mi arra matrimonial no salía-, y otro me desprendió la cadena.

Con una frialdad que me desconocía, le dije:

-Llévate la cadena pero déjame mi cruz, si te la llevas te dará mala suerte. No era una amenza, era un hecho objetivo”.

Lo  que sigue es que encontraron un apartamento bien bonito, un poco de libros, pues el esposo es profesor universitario, una familia sin joyas, con 2 millones de los de antes en una gaveta que los que los agarraron le robaron al jefe… y el acecho a los vecinos que iban entrando… pues afuera estaban en operación comando otros policías que contaban por radio quienes entraban…

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* Aunque usted no lo crea, me escribe un abogado: “Bicha, se ha instaurado en el Estado, a través de los organismos competentes la viciosa y malintencionada interpretación de las leyes penales y procedimentales en detrimento del ciudadano común quien, con esta perversión se ve en la terrible circunstancia de no tener a donde acudir porque se trata de la alianza perversa entre la Fiscalía y los tribunales. En el primero de los nombrados se trata del órgano titular de  la acción sin cuyo concurso es imposible que se motorice el inicio de un proceso penal de los llamados de orden público. En cuanto a los tribunales se refiere, a pesar de que el juez tiene la última palabra pues es quien decide, ambos organismos está aliados para el resultado final que no es otro que la imputación de delitos de manera alegre sin que los hechos se compadezcan con el derecho. Ejemplo de ellos es decir que marchar supone una rebelión civil. Esta perniciosa acción de tipificar el delito es la fórmula idónea de tercera generación que los Estado totalitarios utiliza para poner en movimiento todo el entramado jurídico y sus organismos con el objeto de hacer presa a la población disidente. Dentro de la fórmula que forma parte del libreto se encuentra el hecho de que la fiscalía en franca contravención con su ministerio que le viene contemplada en la constitución y las leyes, NO BUSCA LA VERDAD. Lejos de ellos, se niega a investigar, a indagar y buscar. Se niega a que se practiquen las diligencias atinentes a tal obligación y lo que es peor solicita del juez que no acepte las pruebas que para tal efecto presenta el encausado. Podríamos dar dos ejemplos de los últimos ocurridos en el país, los cuales evidencian un claro terrorismo de Estado:

"El caso de los hermanos Macklet, en donde el capataz, quien funge de testigo y acusado, en el momento de su declaración dio la versión exacta de lo que verdaderamente ocurrió en el procedimiento de incautación de la presunta droga: Insistentemente tanto el deponente preso como la defensa han solicitado la búsqueda de la verdad dando todos los detalles del caso que tendrían que haberse investigado. Igualmente, invocaron para la promoción de pruebas este testimonio: la fiscalía no sólo hizo caso omiso sino que se negó a la práctica de las pruebas: el tribunal de control no admitió este testimonio y al final es que si esta circunstancia que se encuentra en el expediente no existiera y no fue valorada por ambos funcionarios, ¿cuál es el medio que albergan?

"Richard Blanco. De todos es sabido que lejos de lesionar al infiltrado, lo protegió y entregó sano y salvo a la PM. Las pruebas son hecho comunicacional que apareció en todas las televisoras y periódicos del país. Esto les fue presentado a la fiscalía y al Juez de Control. Ambos organismos obviaron esta prueba, hicieron caso omiso y de todos es sabido el resultado, que no es otro que la detención del Prefecto, en Yare.

"Ninguna de estas circunstancias son casualidades y muy por el contrario obedecen a una posición de Estado, las cuales lo convierten en terrorista y violador de los derechos y garantías judiciales."