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Dic 29 (Enfoques365) Especial.- El 26 de diciembre de 2004 el Océano Índico, cuya cuenca alimentaba a la población de 13 países, desde Sri Lanka hasta Indonesia, y asentaba un emporio turístico fuente de empleo y riqueza, destruyó ciudades enteras, barrió con las poblaciones costeras y en sus gigantescas olas murieron y desparecieron cientos de miles de personas.

El mundo conmovido por el mayor desastre natural de la era moderna, sorprendido por la magnitud de la tragedia, oyó hablar del tsunami que produjo la muerte de 266.000 personas y decenas de miles desaparecidos. 338 cadáveres no han sido identificados.

En los cinco años transcurridos, después del maremoto, miles de familiares siguen comunicándose con el Centro de Identificación de Víctimas en Tailandia, en solicitud de noticias por sus seres queridos desaparecidos en la tragedia.

La comunidad internacional ha aportado 10.000 millones de dólares para asistir a las víctimas. Esta es la mayor expresión de solidaridad material dada por el mundo en situaciones parecidas. Pero la magnitud del desastre producido por el tsunami requiere mayores esfuerzos, porque las secuelas padecidas por decenas de millones de habitantes de la zona, exigen nuevas manifestaciones humanitarias, para atender a las víctimas del estrés, la depresión y síndromes psiquiátricos.

En Phan Nga la zona más afectada se ha erigido un monumento en honor a las víctimas: una ola gigante que envuelve y destruye todo a su paso. Allí se recibe ayuda humanitaria.

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TRAGADOS POR EL MAR

Las ONG y el Gobierno de Tailandia han realizado el enorme esfuerzo de la reconstrucción con éxitos importantes: 150.000 nuevas viviendas, 3.800 mezquitas y 1.800 escuelas. Pero el dinero se ha agotado. Aún así destinos turísticos, una de las principales industrias del país, se han levantado de las ruinas: Phuket, Phi Phi y Kao Lak, y han comenzado a operar.

Sin embargo, los pescadores, pobladores de las zonas costeras han quedado en la incertidumbre sobre su principal fuente de trabajo. El maremoto transformó la geografía. Gente que por siglos vivió del mar, ahora le teme.

Las heridas dejadas en la psiquis se manifiestan en depresión y estrés. El tratamiento es escaso por las carencias de recursos y la ausencia del profesional médico especializado, como reconoce la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La incidencia de enfermedades mentales en la población aumenta el drama legado por el tsunami y sobrepasa la capacidad de las organizaciones humanitarias oficiales y no gubernamentales. A pesar de estas calamidades OMS ha llamado a la comunidad internacional a lanzar un programa de asistencia urgente a las víctimas del mayor desastre natural de la historia.

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