Por Antonio José Monagas

A decir por el modo de funcionamiento que exhibe el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), algunos postulados de la Ciencia Política lucen constreñidos por cuanto el modelo organizacional que sigue tan particular partido político, desmonta criterios politológicos que históricamente han determinado la dinámica partidista y han justificado la estructura funcional sobre la cual se afianzan procesos y se asientan procedimientos.

La literatura política se pasea por distintos modelos de partidos políticos. Refiere cómo la historia ha depurado entramados organizacionales con la finalidad de ordenar colectivos que se planteen objetivos apegados a razones asociadas al poder político. Y que, por obvia concomitancia, persiguen beneficios de índole social y económica, primordialmente. Así, la historia política contemporánea revela formaciones muy diversas. Desde asociaciones básicas apuntaladas en intereses personalistas, hasta complejas organizaciones alineadas bajo una excesiva burocracia dominadas por la aspiración de envolverse en el poder político. La movilidad social del hombre se ha visto casi siempre apoyada por esquemas funcionales políticos dispuestos a reivindicar la participación política en el plano de las decisiones sobre las cuales se soporta la gestión del poder político.

 

Pero es que en Venezuela, las excentricidades se amalgaman ridículamente en la política gubernamental. La racha del PSUV en su obstinado recorrido sumisamente militarista, es reflejo de agudas contradicciones. Deberá reconocerse que la teoría política declarada para servir en tiempos de democracia a la construcción del engrandecimiento del hombre, ha devenido en mera retórica. Retórica ésta cuya argumentación se ha prestado más para inyectarle artilugios al “discurso revolucionario”, que para descubrir acicaladas trampas propias de la más perversa demagogia en franca connivencia con un populismo de nuevo cuño.

Todo deja ver que el PSUV, aunque pretenda actuar como un partido político, apenas llega a movimiento de pendencieros subordinados al mando de un único personaje con la intención reforzada, mediante entrenamiento ideológico, de confinar no sólo propósitos de desarrollo nacional anclado en libertades y pluralidad política. También, esperanzas de venezolanos que se han trazado significativas metas de crecimiento personal, familiar y profesional. Por dicha razón, el PSUV moviliza sus acólitos con base en un concepto de organización vertical. De hecho, sus principios organizacionales requieren de un sistema político cuya autonomía estructural no represente ningún desacomodo a los intereses políticos arreglados a instancia del caudillo-presidente.  Además conviene a su movilidad política una concepción de división del trabajo tan escéptica, que sus procesos no contengan la debida fuerza institucional capaz de intervenir en la elaboración y toma de decisiones políticas que orientan las acciones de los gobernantes. De manera que si el PSUV no es un partido político en el sentido politológico de su acepción, pudiera decirse que al menos es un partido uniformado, en un sentido escueto, toda vez que sigue pautas verticales al mejor estilo militarista, fascista y autoritario. Entonces, ¿cuál modelo de democracia podría edificarse bajo este gobierno si el sistema político pretendido se halla articulado por un partido uniformado?

Ventana de papel

Injusticia mata protestas

¿De qué sirve el precepto constitucional referido en el artículo 2º cuando declara que “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia que propugna (…) la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”? Para nada pues el gobierno toma sus decisiones partiendo de realidades muy alejadas de la que prescribe el texto constitucional. Da risa cuando se lee que el gobierno de la República y las entidades políticas que lo componen “es y será siempre democrático, participativo, descentralizado, responsable, pluralista y de mandatos revocables”. Todo suena a mera poesía. Sólo que el poeta debió ser un gran comediante ya que luego jamás defendió lo que inspiró su pluma. Y pensarse que esta Constitución le depararía a la sociedad venezolana mejores condiciones sociales y económicas, cuando la vida del venezolano comenzó a oscurecerse por causa de la desidia que cundió a estos gobernantes quienes sólo piensa en su peculio. De no creerlo, basta con apreciar el número de burgueses bolivarianos y presuntos revolucionarios en comparación con lo que antes engrosaba su esquema de vida. Por eso que si ser socialista redunda en grosero beneficio propio, entonces bienvenido sea el socialismo del siglo XXI en medio de esta situación apaleada por tan nefasta y retorcida gestión de gobierno.

¿Por qué hablamos mal?

Hablar correctamente no se aprende en la Universidad. La Universidad no atiende tales menudencias. Eso dirían algunos de sus profesores. Y es que en verdad, la Universidad perfila capacidades profesionales en áreas importantes del conocimiento sin importar si sus egresados hacen uso de un lenguaje culto o no. Esto además quiere decir que un cuartel, un partido político o una rumba, no son ambientes apropiados donde puede cultivarse y fomentarse un correcto castellano. Aprender a hablar bien, es asunto de educación familiar, de voluntad y deseo de superación. Hablar cultamente requiere no sólo de una socialización cuyos elementos estén relacionados con el uso de un buen verbo. Igualmente, necesita de lecturas venidas de plumas de valiosos escritores y poetas. Ahora, por razones de burda politiquería, se habla y escribe mal. Muy mal. Véase la propia Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al igual que distintas leyes orgánicas. O escúchese algún discurso pronunciado por el mismo Presidente de la República o cualquier alcalde, diputado, rector o gobernador. Sus léxicos no entienden que el participio activo del verbo “ser”, es el posfijo “ente” que significa  “quien es, o quien tiene”. Por ejemplo, se dice “estudiante” y no “estudianta”; “presidente“ y no “presidenta”; “dirigente” y no “dirigenta”. Igual observación vale para destacar que el género sólo se resalta cuando la necesidad de discernimiento lo exige. La ley Lingüística de la Economía Expresiva, así lo determina.

Piñata quedó si caramelos

La olla volvió a rasparse. Sólo que olvidaron lavarla quienes se aprovecharon de su contenido. Es lo que ha pasado con la economía venezolana. Ello no sólo resultó del garrote que le dieron quienes ni siquiera fueron invitados a la fiesta, sino que además del derroche que hicieron quienes la llenaron. Las cifras presentadas durante esta semana por el Banco Central, ahora controlado por Chávez, presentan una economía en total divergencia con el resto de la región. Y tal vez única en el mundo por el grado de malestar actual. El producto nacional bruto cayó un 5,8% en el primer trimestre, mientras que la inflación se mantuvo en 30 por ciento. La inversión privada se desplomó un 27,9% mientras el capital siguió huyendo del país. Aunque los economistas privados sospechan que la contracción económica es aún peor que lo que las cifras oficiales reconocen. La inflación en Caracas es el triple de la tasa próxima más alta de la América Latina (Argentina) y es más del doble que el de la economía mundial más próxima (Pakistán) entre los 56 seguidos por el sitio Web de Economist. Las medidas desesperadas presidenciales para detener la caída libre, sólo están empeorando la economía. Es que casi seguro que viene otra drástica disminución de las importaciones, el agravamiento de la ya generalizada escasez de los alimentos y bienes de consumo básico, y la creación de un nuevo mercado negro de dólares. ¿Qué mejor salida le queda al socialismo bolivariano? ¿Seguir aplastando al país?

Gobierno atrapado entre sus acciones y omisiones

Las realidades lo confirman. Pero, ¿cómo gobernar sin políticas públicas sistemáticas y debidamente elaboradas y evaluadas? Imposible, por más intención de hacer bien las cosas. El gobierno central perdió el norte toda vez que sólo busca imponerse “a trocha y mocha” en las elecciones del 26-S para manejar el país al antojo del comandante. Por absoluta displicencia gubernamental, el país volvió a contagiarse de dengue y malaria. Pretenden arruinar el país, dejando en manos del improvisado poder popular los medios de producción expropiados (mejor dicho, robados) a sus legítimos dueños por el sólo hecho de ser parte del colectivo nacional que cuestiona los arrebatos presidenciales. Lo que sucede con SIDOR es inaudito pues su producción es 80% menor a la de hace 4 años. El mercado cambiario está en franco desarreglo, lo cual ha perjudicado claramente la economía venezolana. El país adolece de la más cruenta enfermedad que genera la política mal ejercida. Y es: el despotismo. Tanto que han pensado en cambiarle la letra al Himno Nacional. ¿Entonces, por qué arrinconan al país? Es que el gobierno quedó atrapado en su propia tramoya.

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