Los empresarios bolivarianos Walter del Nogal y Walid Mackled, procesados en Italia y Colombia, por narcotráfico, son hasta ahora los dos casos mas emblemáticos de las relaciones de la “revolución” con el tráfico internacional de drogas. A la izquierda, Del Nogal junto a los ex alcaldes Juan Barreto y Freddy Bernal.
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Que el empresario de origen árabe, revolucionario y socialista siglo XXI, Walid Mackled, le haya confesado a una periodista de un canal de la televisión colombiana, “que si era narcotraficante, como lo acusaba el gobierno de Hugo Chávez, era un narcotraficante que colabora con cifras millonarias en dólares en las campañas electorales de la revolución”, es una revelación que podría sorprender a cualquier mortal, menos a los venezolanos que hemos visto estupefactos en estos once años, cómo “narcotráfico y revolución” han terminado siendo casi una y la misma cosa en un gobierno que éticamente estaba comprometido a erradicarlo del país y no a ser su principal auspiciador.
Sin embargo, cuando se analiza la emergencia de la llamada boliburguesía, cuando se disecciona la forma que permitió a la también llamada “burguesía roja” que en poco tiempo se convirtiera en una de las castas más plutocráticas de América Latina, cuando caemos en cuenta que ni siquiera con la corrupción desenfrenada que es otra de las marcas de fábricas de la “revolución chavista” ha sido posible amasar tan colosales fortunas, no tenemos sino que admitir que el narcotráfico también ha puesto no su grano, sino su montaña de arena en una riqueza que por su rapidez y cuantía no tiene igual en el mundo.
Las cifras, a este respecto, no pueden hablar más elocuentemente, pasando del medio millón de toneladas la cocaína que circula anualmente en el país (la mejor policía no logra incautar más del 10 por ciento) y siendo manifiesto que en todo el territorio nacional mafias y carteles, aeropuertos y puertos nacionales, autopistas y carreteras, urbanizaciones y barrios, son escenarios donde el comercio formal ha sido desplazado por otro informal y siniestro: el narcotráfico.
También el consenso internacional de que Venezuela es ahora el corredor y embarcadero de la droga que antes circulaba por territorio colombiano, rubrica la tesis de que ya somos un país donde el tráfico y consumo de cocaína es parte de la vida nacional y donde no solo en la economía y la política, sino también en la castrense y religiosa, el tráfico de drogas debe tomarse en cuenta.
Hace ya tiempo se denunció en Oriente la existencia de un famoso Cartel del Sol, controlado, según denuncias, desde el comando regional 7 de la GN con sede en Puerto La Cruz, acusado de ser el responsable del asesinato del periodista, Mauro Marcano, así como del contrabando de gasolina y gasoil que se mercadeaba entre Margarita y las islas del Caribe.
Menos conocido, sin embargo, ha resultado el narcotráfico ligado a la política, o la narcopolítica, si bien la muerte del Jabón en Mérida, y noticias de computadores de narcos que encontraron la muerte en Colombia y otros países de la región, ha dejado claro que en materia de narcotráfico, la revolución bolivariana también tiene historia y cuentos que contar.
Y ahí está , con más de 20 almacenes en la aduana de Puerto Cabello, 250 gandolas y 1000 camiones de carga, constructoras, importadoras, haciendas, líneas aéreas, adquiridos y aumentados, nutridos y engordados por los favores prestados a la revolución bolivariana que supo pagarle con creces a través de funcionarios que tenían instrucciones para ello.
Y uno de los más connotados fue aquel gobernador del Estado Carabobo, el general, Luís Felipe Acosta Cárlez, que debió toda su carrera política a un eructo, y su fortuna personal a ser socio del narcotraficante, según fuentes chavistas, Walid Mackled.
Un solo dato de esta sociedad espeluzna: en la última campaña electoral donde participó el ex gobernador, Mackled colaboró con un millón de dolares.
Mackled, sin embargo, está preso en un cárcel colombiana esperando ser extraditado a Estados Unidos, y Acosta Cárlez, que fue su cómplice necesario porque le facilitó todos los permisos, licencias e influencias para empinarse como uno de los grandes empresarios de la región central, pasa sus días entre Panamá, San José, Caracas y Valencia, ciudades donde hizo acopios de negocios, quintas, apartamentos y acciones en clubes de lujo donde disfruta de una merecida jubilación,
Su historia, sin embargo, es posible que no termine ahí, porque Mackled será extraditado en semanas a los Estados Unidos, seguro se acogerá al beneficio de protección de testigos y seguro contará que no solo Acosta Cárlez, sino otros generales, coroneles, ministros y gobernadores de la revolución bolivariana le rendían culto a Hugo Rafael Chávez Frías y a Pablo Emilio Escobar Gaviria.
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CON EL GOBIERNO Y CON LA OPOSICION
El miércoles pasado no fue reproducida en el portal “Noticias24” la columna que la periodista Marianella Salazar escribe semanalmente en el diario “El Nacional”. El artículo titulado “La orquesta etarra” se refería a la denuncia de que dos etarras recibieron entrenamiento de parte de funcionarios del gobierno venezolano, pero los propietarios del portal, el publicista español Frank de Prada y Miguel Henrique Otero, editor de “El Nacional”, y su novia Antonieta Jurado Blanco, decidieron aplicarle censura. Como se sabe, en las pasadas elecciones parlamentarias la referida página web obtuvo una buena tajada de la torta publicitaria del oficialismo, que podría incrementarse de manera permanente. Ya durante la administración del ex alcalde “bolivariano” Juan Barreto, una empresa publicitaria propiedad de Otero y Jurado, manejó las abultadas cuentas publicitarias de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, aunque simultáneamente “El Nacional” y su editor se declararon opositores.
ISTURIZ Y LOS CASTILLOS BOZO
En una entrevista concedida el lunes pasado al diario “El Mundo”, el presidente del “Grupo Financiero Banvalor”, Leopoldo Castillo Bozo, confesó que él, y el vicepresidente del grupo, su hermano, Gabriel, están exilados en Panamá. Dio, igualmente, amplias explicaciones sobre los orígenes de Seguros Banvalor y de los bancos Banvalor y BBA Bank, este último de reciente fundación y con sede en Aruba. De quién no habló, Castillo Bozo, es del hombre que estuvo tras la emergencia de su inmensa fortuna, y que no es otro, que el exministro de Eduación, Cultura y Deporte, Aristóbulo Istúriz, el cual, sin licitación le adjudicó los seguros y las pólizas de HCM de los trabajadores del ministerio a Seguros Banvalor, convirtiéndola de la noche a la mañana en la empresa de seguros más poderosa del país en cuanto ingresos. Un auténtico negocio redondo que se extendió por tres años, produjo casi 5 billones de bolívares y dicen fue la causa de que el llamado “Negro Istúriz” fuese despedido de su cargo de ministro hace cuatro años de mala manera. Claro, sin impedir que su jefe Hugo Chávez, lo reivindicara al poco tiempo y lo tenga convertido hoy día en un flamante diputado a la Asamblea Nacional.
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Semanario LA RAZÓN
www.larazon.net
Caracas, 10.10.2010
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