Por Manuel Isidro Molina

El descenso del presidente Hugo Chávez en las encuestas de opinión pública es un hecho que va de la mano con el fracaso de su labor política y administrativa. Una acumulación de errores y corruptelas que ha hecho metástasis en el cuerpo social, económico y moral de la República.

Desde el punto de vista moral, el gobierno de Chávez es indefendible e insalvable. No tiene remedio. La gente lo sabe, por lo que ni sus propios seguidores le reconocen fuerza ética. La principal oferta en la campaña presidencial de 1998, fue precisamente la reconstrucción moral de la República, pero la alta burocracia chavista, con muy contadas excepciones, se dedicó al enriquecimiento ilícito más malandro que hayamos tenido los venezolanos, que es mucho decir. En materia de ética administrativa el fracaso de Chávez ha sido descomunal. De ahí pa’bajo, el desmadre ha sido monumental, incluyendo el manejo descarado de los recursos públicos a favor de las movilizaciones y campañas políticas del PSUV (antes MVR), un grado de corrupción del cual el presidente Chávez es expresamente responsable.

El desprestigio gubernamental sigue por una muy mediocre gestión pública, en todos los ámbitos, lo que no niega logros en el plano social (subsidio masivo a los alimentos, creciente sistema de pensiones del Seguro Social con unos 1,3 millones de personas protegidas o la decreciente atención primaria de salud con personal médico y paramédico cubano). La fracasada política de vivienda va de la mano con el latrocinio, una pésima gestión controlada por militares mafiosos y la simultánea destrucción del aparato productivo privado, por lo demás, sometido también a un descarnado sistema de coimas y todo tipo de regalías a favor de los funcionarios corruptos.

En obras públicas, la gestión es una de las peores. Todas las obras van con retrasos, su calidad es pobre y sus costos son astronómicos. Un ejemplo muy ilustrativo es la torre este de Parque Central, que no ha sido recuperada en un lapso similar al en que en Dubai construyeron lo torre más alta del mundo (800 mts.). Podríamos seguir contando lo que está a la vista y el país padece, como el cementerio de empresas privadas y públicas que va dejando Chávez, pero Venezuela entera sabe de qué estamos hablando.

Sin embargo, los factores políticos de oposición no capitalizan ese fracaso-descontento. ¿Por qué? La mayoría de la población no suscribe la locura estatista gubernamental, su desastre político-administrativo ni la verborrea insultante del Jefe del Estado, sus cabriolas constantes. Pero, a la vez, se niega a engrosar las filas de las organizaciones políticas conocidas, o a seguir sus orientaciones y metas establecidas. ¿Por qué?

Su escasa capacidad de convocatoria tiene, a mi juicio, dos componentes clave: la débil tesitura moral de su liderazgo y la naturaleza egoísta de su pensamiento y propósitos políticos, económicos y sociales. No habrá programa político o campaña electoral exitosa, si no se discuten estos problemas esenciales. Y son esenciales o clave, porque determinan todo lo demás, aunque muchos no quieran verlo, no les interese verlo o estén incapacitados para verlo.

Esa mayoría de venezolanos y venezolanas que sufre el actual estadio de cosas, rechaza por igual las deformaciones del pasado y la perceptible añoranza del poder perdido que muestra el liderazgo más comprometido con la vieja forma de hacer política y conducir los asuntos públicos.

Pero además, esa mayoría se niega a permitir que esas estructuras políticas desprestigiadas capitalicen el descontento. Exige renovación de sus estructuras y planteamientos, así como la relegitimación del liderazgo público. El “antichavismo” no basta. Quiere “otra cosa”, que aún no se perfila, aunque la gente la intuye: un sistema político transparente, decente, democrático, solidario y progresista que empalme con los avances contemporáneos de la Humanidad, estimule mejores  niveles de vida y una participación constructiva de la gente en la propia solución de sus problemas, dentro de una economía mixta equilibrada. La discusión es exigente y urgente.

EL CONFESIONARIO

·        EN UN ENORME ENREDO se ha convertido el plan de ahorro de electricidad anunciado y pésimamente implementado por el gobierno nacional en la administración pública. La burocracia oficial no encuentra qué hacer, porque a ciencia cierta no se sabe cuáles organismos y dentro de ellos, cuál personal, deben laborar de 8 am. a 1 pm., ni cómo ahorrar electricidad en ese horario, con menos luces encendidas y el apagado del aire acondicionado, al menos durante las primeras horas de la mañana, donde la temperatura promedio no sea asfixiante. Lo inelástico del plan muestra la incompetencia del autoritarismo, que no imagina a la gente pensando y actuando responsablemente.

·        EN ALGUNOS ORGANISMOS se “ordenó” que la alta gerencia trabaje la jornada completa, por lo que luces, sistemas de aire acondicionado y la dotación de máquinas alimentadas con electricidad se mantienen encendidos. ¿Entonces? Lo específico de cada servicio, la ubicación geográfica y hasta el tipo de inmuebles deben ser tomados en cuenta por cada gerencia, con responsabilidad e imaginación, única forma de alcanzar eficazmente la cuota de ahorro requerida.

·        EN OTROS CASOS, como la Contraloría General de la República, la reducción de la jornada no ha sido asumida por orden expresa de su titular Clodosbaldo Russián. Por supuesto, que la autonomía de los Poderes Públicos es norma democrática, igual que la cooperación interinstitucional, como claramente lo expresa la Constitución. Sin embargo, en este asunto de la crisis eléctrica, nadie –y menos la Contraloría General- puede desentenderse. ¿Cuál es su contribución? Ese tipo de “autonomía” no es más que majadería: la que sí se requiere es en cuanto a la evaluación e investigación de los manejos turbios de los altos funcionarios, que en el gobierno del presidente Hugo Chávez se han hecho no solo cotidianos sino obscenos. Ni un solo ministro choro ha sido investigado por Russián y sus funcionarios. Tampoco, algún presidente de empresa o instituto del Estado. ¿Gobernadores y alcaldes rojos rojitos?, menos. En estos once años, han pasado verdaderos gangsters por la administración pública, los más corruptos y desaforados de la historia republicana, y no ha pasado nada nadita. Se han hecho ricos con los recursos del pueblo que han administrado a beneficio de redes mafiosas de testaferros, pero Russián ni ve ni oye, salvo en los casos permitidos por Miraflores.

·        LA SUPERINTENDENCIA DE BANCOS y el ministerio de Finanzas deben ser más específicos y diligentes ante las evidentes campañas de rumores contra Banesco y el Banco Federal. Ambos han sido objeto de una sostenida ola de “alarmas” sucias, con el deliberado objetivo de atemorizar a sus depositantes y provocar lo que en el léxico bancario se conoce como “una corrida”. Es perfectamente lícito e institucional, que ante esa maligna campaña, ambos entes públicos informen de la real situación de los mencionados bancos. Millones de clientes y usuarios del Federal y Banesco, han estado viviendo una psicosis ante la imaginada posibilidad de perder parte de sus ahorros. Intereses políticos y económicos irresponsables se mueven desde sus laboratorios de guerra sucia.

·        15.000 ASESINATOS EN 2009 es una cifra espeluznante en un país como Venezuela, de apenas 29 millones de habitantes. Nos estamos desangrando. La Conferencia Episcopal Venezolana mencionó la cifra, esta semana, llamando la atención sobre este drama que viene en ascenso (¿indetenible?) desde 1999, cuando Chávez comenzó su “primer gobierno”. El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el ministerio del Interior y Justicia deben informar oficialmente, sin maquillaje alguno. No se trata de escandalizar: el hecho mismo constituye un escándalo que vuelve a revelar el fracaso estrepitoso del gobierno del presidente Hugo Chávez en materia de seguridad ciudadana y recuperación moral de la República. En promedio, 41 venezolanos y venezolanas perdieron la vida diariamente, en 2009, en hechos de violencia, en su mayoría con armas de fuego. Como siempre, los jóvenes llevan le peor parte. La violencia verbal y el desparpajo en el desempeño presidencial tienen su cuota directa de (i)responsabilidad, así él y sus adoradores lo nieguen con vehemencia. El desbarajuste político-administrativo del gobierno es otro factor desencadenante, con su carga de piratería, arbitrariedades y corrupción. Chávez y sus ministros del ramo, desde Luis Miquilena hasta Tarek El Aissami, no pueden evadir sus culpas con los manidos “cuentos chinos” de siempre. Este luctuoso fenómeno, en un país serio y decente, haría que el Presidente de la República renuncie al cargo, y que sus subalternos de estos once años, se retiren de la vida pública.

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