No ha vuelto a oírse a aquel Chávez que se presentaba en los foros regionales con propuestas para ponerse al frente de unos presuntos “ejes energéticos” que iban a inundar de luz, y de “energía barata, casi regalada”, a los más amplios e imponderados espacios de la región.
Y casi a la región misma, pues en el imaginario de este revolucionario locuaz y desmesurado, delirante e incontrolable, no se habla de nación sino de continentes, de kilómetros sino de años luz, de planetas sino de universos.
Me acuerdo que de aquellos tiempos quedó un cuento para la literatura de ciencia ficción -aunque yo me siento más bien inclinado a asignarlo al género de la picaresca-, como fue aquel de promoverse como principal factor, inversionista y suplidor de un gasoducto de casi 9 mil kilómetros que arrancaría del sur de Venezuela, cruzaría la selva amazónica brasileña, voltearía al norte al tocar el centro del gigante, para seguir a Bolivia, Paraguay, Argentina y Uruguay, de modo que, en términos de una década, un solo suiche, un solo tendido y una sola fuente alumbraría a toda Sudamérica.
¿Costos? Incalculables, pero me cuentan colegas que oyeron a testigos presenciales que cuando surgía la pregunta en cónclaves donde solo asistían los presidentes de los países involucrados en el proyecto, entonces Chávez y su ministro de Energía y presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, así como el de Planificación Jorge Giordani, y el de Finanzas, Tobías Nóbrega, sacaban unos mapas, desplegaban cifras e infografías y convencían a su distinguido auditorio de que “no había de que preocuparse, porque mucho antes de terminar el gasoducto, el barril de crudo cruzaría la barrera de los 400 dólares el barril”.
Momento, entonces, para el intercambio de miradas cómplices entre los distinguidos, para alguna que otra sonrisa feliz y para que, con su zamarrería campesina y cocalera, Evo Morales soltará un: “¡Carajo, pero si así llueve que no escampe!”.
Lo que continuaban eran horas, días y hasta semanas de euforia patriótica, nacionalista y gran sudamericana y , con jefes de estado que uno suponía serios como Lula Da Silva y Néstor Kirchner, y de ministros del perfil de Celso Amorín, Antonio Palocci y Roberto Lavagna, permitiéndose asomar de que, posiblemente, el “déficit energético crónico” de la subregión empezaba a solucionarse.
Y ni hablar de colegas periodistas que me recomendaban darle a Chávez, “por lo menos”, el beneficio de la duda, o de expertos y analistas políticos que me decían que quién sabe si Chávez y su equipo manejaban una “inside information” sobre reservas o recuperación de pozos que no habían dado a conocer.
De modo que, de puro asomado, o de romántico amor por la verdad, tuve que iniciar una campaña en medios brasileños, argentinos, paraguayos y uruguayos explicando que se trataba de otra engañifa de Chávez, o de aquellas “habladurías” que, según el poeta Manuel Rodríguez Cárdenas, destilan los venezolanos “por conversar”.
Escribí varios artículos sobre el tema, entre otros, “Auge y caída del gasoducto del Sur” y “El gasoducto imposible” que pueden consultarse en los archivos de “La Razón”, de “Webarticulista” y de “Analítica”, y en los cuales afirmo, básicamente, “que del total de las reservas probadas de gas venezolano (unos 143 billones de pies cúbicos mezclados con líquidos) solo 11 billones de pies cúbicos del llamado gas libre están disponibles y apenas alcanzan para el consumo nacional que es deficitario, que el emplazamiento del gasoducto era inviable, y que el petróleo no subiría, sino que se desplomaría para la fecha, no de la mitad de la construcción del artefacto, sino antes de su inicio.
Y fuera por esa, como por otras voces mucho más autorizadas que la mía, pero sobre todo, por aquello de que la realidad siempre se impone, la engañifa del gasoducto se fue disolviendo, pasando a la categoría de desecho, de fantasía coloreada por el sol tropical, al extremo de que hoy resulta casi imposible rescatarla del departamento de “objetos perdidos” de la memoria.
Pero no para convencer a Chávez de que debía pensar con más cuidado sus cuentos y triquiñuelas, ya que, paralelamente, y mientras se olvidaba el fiasco del gasoducto transamazónico, la agarró por crear empresas petroleras mixtas entre la estatal venezolana, PDVSA, y empresas de otros estados, o con los estados mismos y en las cuales el promotor, Chávez, ponía los nombres, el capital y el crudo a explotar.
Y fue así como nacieron PetroAmérica y PetroCaribe, Petrosur y PetroNorte, PetroZimbawue, y PetroVietnam, PetroCuba y PetroCorea del Norte.
Todas con bloques asignados en la Faja Petrolífera del Orinoco, o en la Plataforma Gasífera, y con sus respectivas refinerías donde “endulzar” los pesados crudos nacionales, y oleoductos y gasoductos donde los oros negro y gris se colocarían en los mercados.
En otras palabras, que un festín de todos los reyes magos de la leyendas persas, babilonias y sumerias juntas, pero con el predominio de la sombra de este Rey Caribe que jugó en un momento a ser el emperador de la luz, de la energía.
¿Pero qué queda de todo ello, de todo ese gasto inmenso en tiempo, recursos, viajes, papeles, tratados, acuerdos, con el cual Chávez quiso engañar a los demás y se engañó así mismo, como la rana de la fábula de Phedro que queriendo parecerse a un buey, se infló hasta reventar?
Pues nada, absolutamente nada, ya que el precio del crudo de entre 200 y 400 dólares el barril que debía financiar tales extravíos, rueda hoy por debajo de los 70 dólares, y la super empresa matriz, la hiper transnacional madre, PDVSA, es hoy una productora mediana de crudos pesados que desciende de una producción estimada en los 2 millones, 500 mil barriles diarios, a un poco menos de 2 millones, tiene un endeudamiento de corto plazo de 15 millones de dólares y de largo de 50 mil millones, exporta gasolina y su deterioro en equipos, infraestructura y personal alcanza fácilmente la categoría de “Desastre”
O, lo que es lo mismo, que en el supuesto de que existieran las reservas de gas y petróleo que dice Chávez, habría que realizar tan gigantescas inversiones para explotarlas, que no se entiende como lo hará con socios más pobres que Venezuela y con poca, o ninguna experiencia, en el ramo de los hidrocarburos.
Pero eso no es todo, o mejor dicho, ese no es “el corazón de las tinieblas” donde Chávez ha ido persistente y criminalmente empujando a Venezuela y a los venezolanos, como si lo es el hecho de que el país que Chávez presenta como el centro de la energía presente y futuro del mundo occidental, pues no tiene luz, se quedó sin luz.
En otras palabras, que tanto hablar de “ejes energéticos”, de “gasoductos transamazónicos”, de la creación de empresas petroleras mixtas, y de refinerías, y de oleoductos y gaseoductos y Venezuela se fue quedando sin luz.
Lo corroboró el mismo Chávez, cuando hace poco más de una semana, y en la trasmisión de una de sus acostumbradas cadenas, se quedó a oscuras.
“¿Qué pasó aquí” se le oyó reclamar. “¿Y por qué no estaba instalada la planta alterna? Por favor, LUZ, LUZ, LUZ”.
Y me cuentan que de ahí salió la decisión de ordenarles al vicepresidente Jaua, y a los ministros Alí Rodríguez y Nicolás Maduro, que se dejaran de hablar “bolserías” y aceptaran la venta de “300 megavatios” que le estaba ofreciendo el presidente, Álvaro Uribe, de Colombia.
Shock que también explica por qué se calló y salió corriendo cuando en el almuerzo protocolar de los presidentes que asistieron a la cumbre del Grupo de Río en Cancún, el mismo Uribe le gritó “cobarde”, “sea varón” y amenazó con caerle “carajazos” si no “le pedía perdón” por los insultos que en lo últimos meses le había propinado por radio y televisión y vía satélite.
Que en muchos sentidos, eso fue lo que ocurrió, con un Chávez regresando a su asiento por órdenes del presidente cubano Raúl Castro y portando un mensaje que a partir de esa fecha transmite sin cesar: “Uribe, quiero ser tu amigo”.
En definitiva, que un “socialista siglo XXI” devaluado, ninguneado, regañado, abucheado, porque, si con tanto petróleo y gas, Venezuela sufre por primera vez en casi un siglo los rigores de un racionamiento eléctrico que no sufren otros países sin gas y petróleo de la región ¿ como sería si no los tuviera, o los tuviera escasos”.
De modo que, Chávez ha quedado de puertas adentro, para consumo interno, que es donde puede regañar, y mentir, insultar, y amenazar.
Eso si, rodeados de chafarotes que llama generales, o tenientes, o coroneles, o de paramilitares que llama milicias, pero aun con todo, muy asustado, y muy nervioso, aturrullado y paralizado por el miedo de que en cualquier momento se le vaya la luz.
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