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Por Julián Rivas
 
    Las actividades que se realizaron en la semana bicentenaria del 19 de abril, son las que se van a registrar para la historia. Lo que no tuvo impacto fue el empeño de la oposición por restarle importancia a los actos oficiales y otros de calle.
    Sin embargo hay que buscar más allá de la vieja historia y los documentales. Por ejemplo, no queda claro que las invasiones de Miranda fueron con negros del Caribe, principalmente. Lo mismo que los Libertadores de Oriente en 1813, desde Juan Bautista Bideau en adelante.
Comentamos estas cosas porque el registro de nuestra historia sigue con un marcado acento caraqueño. Mucho papel, mucho prócer y poco pueblo. Y eso nos puede llevar a seguir confundiendo las cosas.
    Pito Castillo, el Gabán de Mata Seca, cantante y humorista apureño, siempre nos comenta que los herederos de la familia de Pedro Camejo, el Negro Primero, siguen en San Juan de Payara. La referencia inmediata es su mujer, que es de apellido Camejo: “Esos Camejo son unos negros de unas manos grandotas, como Negro Primero. Yo conocí unos Camejo con unos brazotes y un porte… ya han muerto”.
Con humor característico Pito suelta los comentarios. Su fama recorre el país, hasta en el ferry para Margarita venden los cd’s quemaítos con sus historias de llanos, amores y jodas. La leyenda de Pedro Camejo ahora va acompañada en San Juan de Payara con una gran estatua en honor al teniente que murió en la Batalla de Carabobo. Para 1821 ya era hombre reconocido entre los Libertadores e incluso se dice que recibió el Hato Chaparralito, en Guachara, como haber militar en 1818. ¿Camejo? En San Juan de Payara hay memoria, admite Pito.
     Por los lados de Macuro, Yacua, Guiria, Campo Claro, Pueblo Viejo e Irapa -la hacienda de Concepción Mariño, la hermana del general Mariño-, se oyen las historias de los Libertadores de Oriente. Mucha gente con nombres afrancesados, pueblo negro del Caribe, sigue en el anonimato.
       Sabrán los guionistas que Bolívar recorrió el Orinoco Medio en su primera visita a Apure (1818) y entró por lados de Arauquita, por el hato Araguaquén, donde hay un poste de hierro en memoria de aquel acontecimiento. ¿Cuántos saben que el llamado sitio de Las Flecheras, en el río Apure,  era conocido como Paso del Diamante? Les informo que todavía hoy existe el viejo árbol de tamarindo donde se dice que Páez amarraba su caballo en Achaguas. Es un árbol de asombroso grosor en medio de un estatua ecuestre de Páez que también tiene valor turístico. La plaza, en un área que fue cuartel de Páez, requiere una manito.
       Tampoco se habla que Pepita Machado, la famosa y antigua novia de Bolívar, que estuvo tras el Libertador por el Caribe, Haití, San Thomas y otros lugares, remontó el Orinoco y llegó a San Rafael de Atamaica. Muchos escribieron que aquí murió de tuberculosis, pero otros aseguran que se fue por el Arauca, dobló hacia el Matiyure, pasó Guasimal y llegó a Achaguas y ahí la derrotó la enfermedad. Sus restos, desde 1820, estarían en alguna tumba escondida del viejo cementerio de Achaguas.
Por favor, los guionistas de las escuelas de cine deben darse una vueltica por el país.

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CRIMEN Y GUANTES
De verdad no quería sumarme a los que comentan el suicidio del boxeador Edwin Valero y el asesinato de su esposa, por parte del mismo boxeador. Una vez a un sociólogo le ocurrió algo parecido, y ofreció una explicación sociológica. Eso fue hace unos treinta años. Como también la ofreció Louis Althusser en sus memorias. Sin hablar de los crímenes sin castigo que cometieron hombres de poder en la Cuarta República, contra sus mujeres. Hay mucha literatura sobre el asunto.
Lo menos que uno puede decir es que estas cosas pueden suceder, y han sucedido en todos lados. ¿Asuntos de hombre y mujer?. Inevitablemente esto conduce al campo de las relaciones sociales. Sería un cuento largo si nos metemos en estas honduras. Sin  embargo, en la semana que pasó escuchamos por Televen afirmaciones de que lo de Valero pasa entre las personas más pobres. No es verdad, como tampoco es cierto que el asunto es exclusivo de los boxeadores.
En La historia de Rosendo Juárez, de Jorge Luis Borges, un personaje dice: “A uno le suceden las cosas y uno las va entendiendo con los años”. Por supuesto Valero no tendrá tiempo de entenderlas. Menos aprenderá la lección del mismo cuento borgiano para el hombre que quería matar a la mujer: “Mi consejo es que no te metás en historias por lo que la gente pueda decir y por una mujer que ya no te quiere”.
     No hay tiempo para interpretaciones malintencionadas. Los problemas de Valero no vienen del noble boxeo e incluso de los golpes que pudo recibir. Vienen de las drogas. Y esa es la mayor lección. Por eso,  la pregunta: ¿Cómo los jerarcas del boxeo aceptaron que un boxeador con adicciones a las drogas siguiera en la palestra pública?.
Desde  los tiempos de amateur hemos seguido la trayectoria de Valero. Primero llamó la atención que procedía de Mérida porque esa no es una entidad de grandes boxeadores. Desde los tiempos de Niliberto Herrera no se oía que un merideño destacara en estos menesteres. Valero lo hizo bien, ganó torneos centro y suramericanos, pero luego se esfumó y apareció en el profesional, con su hilera de nocauts. Lo demás es historia conocida, que se cierra lamentablemente el 19 de abril.
 Pero es triste hacer oposición política con este caso. Si hay que reclamarle al poder judicial el asunto no estaría distanciado de otros casos. En efecto, el boxeador no estaba bien, como no está bien quien se aliñe con cosas prohibidas.
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CRIMEN SIN CASTIGO
      Quienes apuestan a que la Iglesia Católica se va a derrumbar por los casos de abuso sexual, están pelados. Sobrevivirá. Pero la Iglesia tiene que rectificar, y admitir sus culpas. Y, particularmente, en Venezuela, la prensa de la oposición perrorabiosa no puede ver el asunto como algo subalterno. Curioso el caso.
Estamos muy distanciados de la religiosidad. De entrada advertimos que somos de familia católica y eso está arraigado. Lo respetamos sobre todo. Pero, los actos de abuso sexual no son exclusivos de curas católicos, eso se da entre protestantes, y mucho. El conservatismo protestante ha sido ilustrado por narradores como Nadine Gordimer o Patricia Highsmith. Es buena opción para entrarle al asunto.
      Estos días, a orillas del río Capanaparo, en un sitio casi inaccesible, una comunidad indígena, recordé al primo Vicente: “El río más grande de Venezuela es el de Yaguaraparo?, decía allá en San Félix de Bolívar. ¿Cómo va a ser, primo?. “Que el río más grande de Venezuela es el de Yaguaraparo. Muchacho, cuando ese río crece se mete por todo el pueblo”. Primo: ¿Y el Orinoco?. No, eso es un golfo.
Cada quien con sus interpretaciones. Pero como que tenía razón el primo Vicente con sus cuentos de monaguillo en Yaguaraparo. Los repetiremos en lo que pueda ser posible, porque el primo cantaba en latín, como lo aprendió del cura. Ya viejo, cuando se enamoraba, el primo gustaba de tomar anís y cantar en latín. Al terminarle la pea nos echaba cuentos del cura que pasó por Yaguaraparo por 1940. El pelo jabao se le había trastocado en blanco, como pelitos de oveja blanca. Uno lo observa, expectante, cuando él hacía las veces de estar sentado en el confesionario y repetía:
-Hija, que es esto.
-Ay padre me da pena.
Juuuu, fuñía la vieja más allá.
¡¡¡Silencio, gritaba el cura¡¡¡ y volvía a su tarea:
¿Hija, que es esto?
Ay padre me da pena.
-Esto es pechito santo.
Juu
Silencio¡¡¡ decía la autoridad religiosa.
Hija, que es esto?
-No sé padre…
-Maruticosalen
¿Y esto?
Ay no padre…
-Hija: esta es la entrada a la casa de San Pedro.
Mire, quien ha visto mono en misa y araguato en procesión, gritó la vieja.
-Por favor señora, respete la casa de Dios!!!
El primo Vicente, hediondo a retobo e loco ligao con pinga e diablo, saltaba, se levantaba, rompía el confesionario y empezaba a cantar en latín. Tania reía y gritaba: Este señor hediondo a retobo merece una paliza de quinto piso ¡Un análisis crítico de esto usted nunca lo verá por Globovisión.

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