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"La espada de Bolívar ha sido liberada", dijo Esteban en días recientes con la espada de Simón Bolívar en sus manos, ante la multitud de jóvenes bicentenarios que participaron en la marcha en conmemoración del Día de la Juventud, y que luego desenvainó para tomarles juramento asignándoles la misión de difundir sus ideas socialistas en los centros educativos. Estamos, entonces, ante un caso de insolente fetichismo que busca detener la inevitable decadencia del Gobierno nacional, cuya capacidad de persuadir y ganarse el respeto de los venezolanos ya se agotó.

A Esteban se le olvidó que la persuasión requiere de capacidad para crear argumentos efectivos y presentarlos convincentemente, dar buena impresión y despertar simpatía. Estos aspectos están firmemente vinculados, de modo que los mejores argumentos se pierden si los otros elementos son negativos. La persuasión para ser eficaz debe equilibrar estas tres áreas, y luego de once años de catástrofe gubernamental ese equilibrio argumental se perdió.

En la comunicación persuasiva existen diferentes estrategias utilizadas para tratar de influir en el receptor, cuya aplicabilidad y eficacia es contingente a las situaciones concretas a que se enfrente el comunicador; sin embargo, pueden constituir una fuente de orientación en el esfuerzo de persuasión. Entre las variadas estrategias persuasivas está la "transferencia", esto es, mediante la asociación con algún símbolo (patrio, en nuestro caso) se intenta que el respeto de la gente por este símbolo se transfiera a una persona u objeto para crear una imagen de impacto asociativo efectivo.

¿Cómo transferir el respeto de la espada del Libertador Simón Bolívar al comandante-presidente fetichista cuando él mismo la ha profanado?

Recordemos que Esteban ha entregado, al menos, 18 copias de la espada del Libertador a mandatarios extranjeros, honor que tradicionalmente se reservaba a los militares cuando ascendían a general de brigada o contraalmirante. Muammar Gadafi, presidente de Libia, fue el último gobernante que recibió el obsequio, durante una ceremonia celebrada en Miraflores, donde también se le impuso el collar de la Orden del Libertador; y se suma a otras entregas a líderes de países cuestionados por su falta de democracia, como es el caso de los presidentes Robert Mugabe (Zimbabue), y Raúl Castro (Cuba). El presidente de Rusia, Sergei Medvedev, también cuenta, así como Mijail Kalashnikov, el general ruso creador del fusil kalashnikov, del cual el Gobierno ha comprado 100 mil ejemplares.

Por esas y otras tantas contradicciones y mentiras, Esteban ya no es la esperanza del pueblo venezolano. Es un caso típico en el que el mito sobrepasa al héroe y también al personaje que lo encarna. Se agota así la concepción mítica y el imaginario venezolano proveniente del pasado, vinculado con el mesianismo militar, el mito bolivariano y la República heroica.

Esteban ya no se nos aparece como un verdadero héroe, ya no es aquella persona que ha adquirido un estatuto heroico en el imaginario venezolano; peor aún, a pesar de sus denodados esfuerzos demagógicos, ya no es capaz de reactualizarce para el futuro en otras circunstancias y con otros nombres. No hay fetichismo ni tótem que valga, luego de once años de sufrimientos chavistas, los venezolanos nada quieren con el mesianismo militar, el bolivarianismo y el duelo permanente por una Independencia inconclusa; sólo desean una democracia por y para los ciudadanos que les garantice libertad, justicia y progreso material y espiritual.

Esteban ya no es aquel héroe vengador de nuestra gloria perdida, es apenas un asustadizo espadachín, que nos muestra una réplica de la espada de Bolívar ante su inminente caída bajo la espada de Damocles.

www.juancarlosapitz.com

En twitter: @justciapitz

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